lunes, 2 de marzo de 2009

EL TIEMPO, ESA CONCEPCIÓN INÚTIL

Nuestra intuición nos confunde enormemente acerca del tiempo. Cómo pasa, o no pasa, su velocidad, su inmutabilidad aparente. Pero todo esto no es sino producto del lugar, cósmico, en el que vivimos.
Esoterismos aparte, el tiempo está fuertemente relacionado con la gravedad. Compone una variable que los astrofíscos llaman espacio-tiempo. El tiempo es más lento según la velocidad de desplazamiento del sujeto. El tiempo puede llegar a detenerse en la frontera de sucesos de un agujero negro. Un minuto de mi tiempo no es un minuto del tiempo de mi perro.
Nuestra concepción del mundo, nuestra visión antropométrica y reducida de las cosas que nos rodean, impide que dediquemos la atención necesaria a múltiples, infinitos hechos que ocurren y no percibimos porque carecemos de la sensibilidad sensorial suficiente. Nada que ver con los sentimientos, sino con la capacidad del cerebro para captar y entender lo que nos rodea.
Así, reinventamos el tiempo a nuestro antojo: horas, minutos, y segundos.
EL TIEMPO

No me queda tiempo para terminar estas obras
ni para empezar otras nuevas.

No me queda tiempo para dejar de fumar
ni para seguir haciéndolo.

No me queda tiempo para echar a correr
ni para pararme.

No me queda tiempo para aprender
y no puedo seguir olvidando.

No me queda tiempo para mis hijos
ni para los suyos.

No me queda tiempo para quererte ni, estás de suerte,
para seguirte odiando.

No me queda tiempo para pedirte perdón
ni para hacerte daño.

No me queda tiempo para reír
ni para llorarte.

No me queda tiempo para ser yo mismo
ni para seguirme mintiendo.

No me queda tiempo para ser un valiente
ni para más cobardías.

No me queda tiempo para empezar a volar
ni para dejar de arrastrarme.

Pero sí me queda, para esto sí me queda,
para sufrir mis errores
y hacer sangre en mis fracasos
.

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