martes, 3 de marzo de 2009

ADELA.

ADELA

Se murió Adela
¿y qué nos queda?
El olor del incienso
Las gotas de agua bendita
La consagración
Los cantos del cura.

Nos quedan todos los pésames:
el pesar de una vida de penurias
de una guerra fraticida, como todas.
De una enfermedad insaciable, como pocas.
Nos quedan sus amigas
santiguándose,
por si acaso.
Sus hijas lamentándose,
por si la pena.
Sus cuentas vaciándose,
por si el fisco.

Nos queda el surrealismo de un albañil
que no puede enyesar el nicho.
¡Si por morir, se nos ha muerto hasta el yeso!
La broma inoportuna de un cura con acento sudamericano:
no es lo mismo, no es lo mismo.
Las conversaciones a la puerta de la iglesia
con la familia venida
Del precio del pan y del petróleo
De cómo son los hijos
De cómo está la vida.

Pero es la vida
la que ya no está.

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