miércoles, 22 de julio de 2009

18ª PÁGINA DE MI NOVELA "EL AMOR ES ROJO PASIÓN". Disponible en www.bubok.com

“LA CAZUELA.”


- ¡Ahhhh! ¡Ayayayayy! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!
- ¡Qué pasa Vero! ¡Qué pasa! ¡Ya voy!
María movió sus casi ochenta kilos con la mayor celeridad de que era capaz. Corrió todo lo que pudo por el largo pasillo y llegó hasta la cocina que estaba en el otro extremo de la casa.
-¡Dios mío! ¡Qué has hecho! ¡Qué has hecho Vero!
- ¡Ayyyy! ¡Ayayayayy! ¡Ayyyy! ¡Ay ¡Ay! ¡Ay!
Los gritos se oían, detonaban, por el patio de la casa; ascendían abriéndose hueco entre la mezcla de olores a frituras y a jabón; sorteaban tendederos, geranios, ropa íntima, ropa pública, y entraban desgarrados por la ventana para desparramarse, como en un desmayo, con toda su fragilidad e insuficiencia por el recibidor.
La abuela, espontánea y resuelta, adivina de la desgracia, bajó presurosa al primer piso pues allí era de donde arrancaba aquel demoledor lamento. Tal fue su determinación que por esta vez no se cambió de bata ni se quitó las zapatillas.
Por esto Augusto la siguió: pensó que si ella había salido de casa en zapatillas era porque no iba muy lejos, y a ese no muy lejos él también quería ir.
Bajó las escaleras con sigilo, nervioso porque se había concedido un permiso que no había solicitado, excitado e intrigado por los gritos que cada vez sonaban con más fuerza. Recorrió el último rellano casi a oscuras hasta que alcanzó la raya de luz que salía por la puerta de la casa de María. Se acercó despacio, asustado por la congoja y la angustia que los gritos delataban y, mirando por la rendija que su abuela había dejado al no cerrar, contempló, con el privilegio y la cercanía de una butaca de platea, toda la escena sin que nadie se apercibiera.
Allí estaba su abuela, con una toalla chorreando agua entre las manos, a la izquierda María, que no hacía otra cosa que decir <¡Dios mío! ¡Dios mío!>

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