martes, 7 de julio de 2009

UN BUEN DÍA

UN BUEN DÍA


Ayer asistí a mi funeral.
No fue nadie. Casi,
ni yo.

Nunca me gustó pedir ayuda.
Tampoco para mi entierro.

Autosuficiente siempre
Yo construí el féretro.
Yo cultivé las flores.
Con mis manos hice el agujero.

En mi carretilla paquetera
trasladé la caja.
Arrastrándome
me llevé yo.
Y me enterré.

No hubo lágrimas fantasma.
No hubo corazones rotos.
No hubo penas finitas.
Solo yo. Todo yo.

Faltó un detalle:
olvidé mi panegírico en el despacho.
Dejé todas mis loas en la alcoba.
Escribí un epitafio muy zafio.
En un pequeño espacio.

Desde la siniestra oscuridad de mi caja
Oí los golpes de la tierra sobre la tapa.
El estruendoso telón desplomándose
tras el último acto.

Aplaudieron los enemigos
desde la distancia.
Olvidaron los amigos
la asistencia.

No seré recordado por toda la obra.
No era ésta grandeza suficiente.
Es el último acto el que perdura en la memoria.

Partí de este mundo con la misma soledad en que viví.
Lloré cuando nací.
Se agotaron estas lágrimas con los años de torpezas y fracasos.
Ya no lloré cuando morí.

Tampoco quedaba nadie por quien hacerlo.
Acabó por fin esta vida insulsa y sin sentido.

Por una vez tuvo sentido, fue real,
el vacío.


Por fin, llegó el día.
Sólo quiero descansar
del tormento de vivir.

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