domingo, 4 de octubre de 2009

27ª PÁGINA DE MI NOVELA "EL AMOR ES ROJO PASIÓN". Disponible en www.bubok.com


en la mano y unos zapatos lustrosos, pero sin saber muy bien qué hacer ni adónde ir. Este era uno de esos momentos de profundo terror: cuando se daba de frente con una soledad no calculada, imprevista, como era el caso, una angustia total se hacía con él y le era muy difícil superarla. Cada vez que se veía solo sin haberlo planeado un estado de pánico se adueñaba de sí. Y siempre le venía a la memoria aquella vez que se perdió de su madre siendo él muy pequeñito. Gritó y gritó y gritó hasta que la voz no le salía de la garganta, corrió y corrió y corrió hasta quedar agotado; pero ella no apareció.
Aquel sentimiento de abandono, de estar absolutamente perdido, se marcó en el cerebro como se marcan las reses; por ello cada vez que alguien no acudía a una cita, el viejo, insoportable y asfixiante recuerdo de haber sido despreciado saltaba desde lo más profundo de su subconsciente y se colocaba delante de él. Como un viejo enemigo al que nunca pudo vencer y que reaparecía cuando tenía ocasión para atormentarle y torturarle clavándole sus agujas de doncella de hierro. Haciéndose más grande y más grande a medida que él se sentía más y más pequeñito.
Desmoronándose ante uno de sus fantasmas, bajo la terrorífica evidencia de una de sus pesadillas hecha realidad estaba Augusto cuando una voz que le resultó familiar dijo:
- ¿Qué haces ahí en medio? ¡Llevo esperándote más de media hora!
Se volvió y allí estaba ella. De repente, el monstruo de ese sueño de la razón se volatilizó. La sombra densa e inextricable en la que se había visto inmerso sin poder evitarlo desapareció y una nueva luz llenó sus ojos. Aquel niño que había gritado y había corrido tan infructuosamente encontró la mano que pudo calmarle.
- No... no –dijo él tartamudeando-. Es que no te he visto.
- Pues yo a ti sí. Estaba llamando por teléfono y no me ha dado tiempo a decirte nada. Así que en cuanto he podido he salido a buscarte. ¿Vamos adentro? Todavía tengo el té sobre la mesa.
- Vale.

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