lunes, 12 de octubre de 2009

40ª PÁGINA DE MI NOVELA "EL AMOR ES ROJO PASIÓN". Disponible en www.bubok.com

granito cuidadosamente escogido por el marmolista y los que pagan. Esto, si dos estacas de madera que devorará la intemperie no nos recuerda anónimamente, poniendo, como nada mejor puede hacerlo, cada cosa en su sitio.
- ¡Pues sí, Angélica! ¿Te parece mal?
Ella se levantó enfadada y sin hacer el mínimo esfuerzo por ocultar ese estado de bienaventuranza, preguntó:
- ¿Y tú? ¿Cómo te llamas tú?
- Augusto.
- ¡Pues no parece que sea un nombre de presidentes, precisamente! –remachó al tiempo que se daba media vuelta- ¡Lo que tiene una que oír! ¡Y además, hueles mal! –apuntilló; y se fue.
"Pero sí de emperadores" –se dijo Augusto; indiferente ante su enojo pero profundamente dolido por la referencia a la colonia; sabía que lo había dicho únicamente para molestarle. No obstante, disfrutó viéndola alejarse: caminar con garbo; otra vez el vestido ondulando; con la mochila colgando de la mano, casi arrastras; ese pelo negro... Sí, le daba personalidad. Había hecho bien cambiándose el color. Una anagogía hasta que desapareció. Tenía genio, demonios; aunque esto no siempre fuera motivo de orgullo. Augusto creía que con frecuencia se confundía genio con carácter cuando, en realidad, en muchas ocasiones no fuera más que un exceso de mala leche y falta de control o de respeto. Una razonable prudencia le hacía dudar, estar siempre alerta, con esas personas a las que, en cambio, todo el mundo alababa, incluso perdonaba sus excesos; justificándolos siempre con un: "¡Es que tiene un genio!". Como si esto fuera algo a imitar o valioso.
Había que estar alerta, por lo tanto; no fuera a convertirse ese “característico rasgo” en la pesadilla diaria que no hay quien soporte.
Augusto vio que “El Collar” seguía encima de la mesa. "Al menos no se lo ha llevado" –pensó mientras se incorporoba- "Un día yo te regalaré un collar, ya verás".
Lo recogió y ya estaba abriendo la puerta del bar cuando oyó que el camarero le llamaba.
"¡Qué querrá este pesado!" –masculló mientras se acercaba a la barra.
- ¡Ehm! Si no te importa... son setecientas cincuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario