lunes, 1 de marzo de 2010

BUS



BUS


Hileras de olmos condenados se yerguen en silencio
separando los campos.
Desde las aldeas de durmientes vigilan los propietarios de la tierra.
Hay un patrón que se repite en todas ellas:
casuchas iglesia cementerio. También pobreza.
Rencillas, mucha miseria.
Mental.

Los árboles caídos han sido asesinados:
por el viento que barrió esta tierra de cautivos.
Cautivos de la tierra
los propietarios de ella.
De vidas condenadas en su defensa.

Un perro trota solitario por un camino perdido,
el camino, no el perro.
Huyendo de ese rastro que deja la desesperación.
El desencanto.

Generaciones de soledad atrapados en rituales
que tan absurdamente nos encadenan.
Bucles de tradiciones estériles.
Mimetismo del comportamiento.

Aterradora es la frontera de la novedad.
Desconcertante su torrente de preguntas.
Sólo vendrá el cambio tras la invasión de la tragedia.
El advenimiento de una nueva forma de vida que pronto es vieja.

Mascan la hierba un puñado de ovejas aburridas.
Desentendidas.
Tampoco estará entre ellas el cordero de dios.
Tampoco está dios en esta tierra. Ni en ninguna.

Dejaré este paisaje.
Le seguirá otro que será distinto pero igual.
No cambiará la humanidad lo suficiente.
Parece que su sino es repetirse.

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