domingo, 31 de octubre de 2010

EVOLUCIÓN


EVOLUCIÓN


Nos conocimos surfeando, buceando entre olas de nieve.
Escapando de la resaca de un alud.
Pronto dimos el salto, y del snowpark congestionado:
de curiosos, exhibicionistas, temerarios e imbéciles,
pasamos al diálogo ácido vertiéndonos vinagre
en heridas que nos abrieron antiguos errores.

Entre bromas y burlas viajamos por montes lejanos:
para mí la fila doce, para ti la dieciséis.
Que no sea la distancia poca, que corra el aire de tregua.
Que no sea mucha y nos oigamos los susurros.

Disimulando en torno a un postre para tomar imposible
licuamos témpanos de indiferencia con el calor repentino
de unas carcajadas sinceras sin perder el contacto.
Y con tanto contacto, acabamos besándonos en el portal de un extraño.
En el cuarto del café. En esa oficina donde entre cajones
aparecen espárragos.
Y un paleto inoportuno preguntando. Siempre preguntando.
En la mesa de plenos rodamos plenos. De gozo.
Y a la silla de la autoridad le dimos un uso inesperado.
Inesperado para algunos.
Sobre tu moto de juguete tuvimos sexo acrobático. Acuático.

Como hippies de otro siglo practicamos el amor libre.
A ti te rondaron amantes. A mí
a mí ya había tenido bastante.
Lo dejé en femenino singular.
Por lo que pudiera pasar.

Nos confesamos secretos, que por algo son confesiones.
Nos dimos consejos. Consejos de amigos, de viejos.
De viejos amigos.

Con el cambio de estación cambiamos destino:
tú a Indianápolis, yo a los mares del sur.
Tú en una montura negra:
macarra ruidosa espartana.
Yo en una nave nodriza:
grande calurosa pesada.

Pasado este tiempo de liberación,
necesaria reflexiva serena; antirutina,
volvimos al origen.
Que no al punto de partida.

Ya no contamos las horas que faltan para leernos.
Leernos los labios.
Acaso porque no es necesario.

La amistad surgió despacio:
como se bebe con deleite un buen vino.
Un día de estos quedamos. Quedamos para.

Bueno. Si acaso, y si quieres,
si quieres también hablamos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario