miércoles, 3 de noviembre de 2010

GREEN IS THE GRASS



GREEN IS THE GRASS


Aquella mañana de noviembre,
gris húmeda solitaria y fría,
paramos los relojes a la hora señalada.
Retirados a un lado del camino detuvimos el tiempo
como si nos perteneciera.

Como si vivir dependiera de nuestra sola voluntad
miramos atrás con la nostalgia de lo que se perdió por el camino.
Hacia adelante con la intriga de saber qué temor esconderá ese gran desconocido:
llámalo futuro.
Virgencita virgencita no me quites lo que aún conservo.
Que descontados los recortes fugas extravíos y hurtos,
es bien poco. Me conformo.
Que vivir arrodillado, después de todo, no es tan malo.
Nacimos vasallos. Avasallados vivimos.

Ofuscados tal vez con la china del zapato,
y la coreana entre las manos,
ignoramos la presencia de un ser y no ser a nuestra espalda.
De un te quiero y no te quiero o un te quise y no me acuerdo.
Y se nos agrietaron las manos de tanto frotarnos.
Ignoro si fue por ignorancia o ilusión.

Cruzando las alambradas que dividen la tierra privada
fuimos tiroteados por los dueños de esta.
Murió mi acompañante,
mal herido en el suelo quedé yo.

Minutos antes contemplábamos el camino recorrido.
Ahora la hierba cubre mis ojos.
Mi vista lanzada hacia el futuro no supera diez centímetros.
Está bien, pensé. Es verde al menos.
Nacimos vasallos. Moriremos resignados
a compartir las migajas que nos dejen.

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