jueves, 20 de enero de 2011

AHJSALEDS´ DREAM



AHJSALEDS´ DREAM


Ahjsaleds siempre quiso tener un mercedes.
Acostumbrado a trasladarse en bicicleta,
perdía los ojos cada vez que uno le adelantaba.

Al trabajo, por aquellos caminos polvorientos,
en bicicleta.
A su casa, en aquel mísero barrio de casuchas de barro,
y polvo,
en bicicleta.
Al bar de la aldea, lugar árido donde los haya,
y polvoriento,
en bicicleta.
Al partido de fútbol semanal con sus cuatro amigos,
en ese campo de tierra roja,
y polvorienta,
en bicicleta.
Incluso a la boda de su hermana,
casada por dinero con un viejo tratante de ganado,
en una iglesia maloliente y abrasada por el sol,
y el polvo,
en bicicleta.

Por eso Ahjsaleds soñaba con un mercedes.
Para dejar de meter polvo en sus pulmones
cada vez que iba de su casa a alguna parte.
En bicicleta.
De su casa polvorienta.

Cuidado con lo que deseas. Puede hacerse realidad.

Ahjsaleds lo consiguió. Al fin.
Sin cumplir los treinta.
Él, y su bicicleta, fueron arrollados por un mercedes.
Claro, con tanto polvo, no los vio el conductor.
Ni a él ni a su bicicleta.

La muerte fue instantánea.
Con la estrella del mercedes metida en la cabeza.
Literalmente.
Y como la vida en ocasiones se muestra generosa,
Ahjsaleds fue llevado a enterrar al único cementerio en cien kilómetros.
Viaje largo por caminos pedregosos y olvidados.
Y polvorientos.
Su cuñado, el viejo rico tratante de ganado casado con su hermana por dinero
pagó el coche fúnebre.
Un mercedes carrozado. Tope acristalado,
para que Ahjsaleds pudiera disfrutar del paisaje.
Y del coche.

Ahjsaleds alcanzó su sueño siendo joven:
en una semana dos mercedes.

No todos pueden decir lo mismo.



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