jueves, 17 de febrero de 2011

PIEDAD



PIEDAD


A la fiesta de tu vida, del resto de tu vida,
has venido con tu vestido nuevo:
gris perla, finos brocados de seda. Corte a medida.
A la medida de tu gran persona
que no se dibuja de un solo trazo.
Donde confluyen las curvas anticipadas de tu cuerpo
con los ángulos inesperados de tu carácter.
Donde confunde la debilidad oculta
en los regios salones de tu fortaleza.

Has llegado con la sonrisa abierta
como siempre.
Y una lágrima atacando traidora el flanco norte de tus labios.
Perla gris como tu vestido. Perla extraordinaria
preciosa y rara como tú misma.
Perla lágrima combinada:
por aquello de tu vestir monocromático.

Niña has sido herida en tu tesoro de ilusión.
Mujer dolida en la incomprensión.
¿Quién pudo ser tan torpe para no comprender tu intención?:
seré hoy la reina por ti. Seré lo que te mereces.
Aún iré más allá, y seré lo que quieras que sea.
Aunque no pueda. Aunque me cueste la vida,
seré por ti para ti. Sea y dejaré de ser
porque tú me lo pidas.
He luchado tanto para llegar hasta aquí. Y hasta ti,
que nada me importa dártelo todo.
Incluso lo que no tengo.

A la fiesta de tu vida, perdón, del resto de tu vida,
te has acercado pidiendo la mano. Aún menos:
apenas un dedo donde colocar el arete
que sin ser un candado a ti te protege,
de la desleal competencia del resto.
Y desafiante gritando dices que te pertenezco.
Trajeada de fantasía y esperanza
has aparecido con un secreto nudo en la garganta. Ay.
Ay por todos los que te faltan. Ay
por tu vida robada. Ay
por tus sueños quebrados. Ay
porque mucho de lo que sembraste
otros lo han cosechado.
¡Y aún lo llaman socialismo solidario!

Pero hoy quieres ser feliz, así que esto lo dejas a un lado.
A un lado del baúl donde mimas todo lo que son recuerdos
Y lo apartas de lo que son dolores.
Y aunque segura caminas, galante pisas y convencida avanzas
por el largo y corto paseo de esta roja alfombra,
que no te dará fortuna ni gloria,
respiras emocionada hacia un compromiso para el que,
al cumplidor guardián de tu enroscado corazón,
no hemos pedido permiso.
Rendido está él también a la misma causa perdida.
Llámala yo.

Dolida en tu vestido de nubes grises
el viento de la libertad te ha empujado hasta mí.
Otra vez para dejar de serlo.
¿Será que no puedes vivir sin dueño?
En ese caso, debes desandar el camino,
pues lo más que puedo ofrecerte, es que hagamos equipo.
Hoy sólo quiero que conserves ese vestido
color mañana de invierno.
Cuídalo, guárdalo. Pues sé que en realidad,
lo compraste por mí.
Para que desafiando a mis ojos hoy puedas decir:
mírame. ¿No ves que estoy joven, delgada y guapa?

A qué esperas. Di que sí.

Bésame y llévame.

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