martes, 15 de marzo de 2011

BOLLO


BOLLO


Sonará el teléfono un día inesperado. Siempre lo es para esto.
Una voz ahogada y rota te dará como pueda la noticia:
se ha muerto. ¿Cómo? De repente.
Siempre la muerte es de repente.
Los medio muertos no viven.

Irás corriendo al baúl de tus recuerdos,
ese que escondes en tu mente,
y buscarás consuelo en los días pasados.
Las aventuras juntos.
No lo encontrarás porque te falta su mitad.

Con las fuerzas que no tienes te enfrentarás a decisiones
banales e importantes. Importantes para nadie:
debemos elegir un ataúd un traje de difunto
un coche fúnebre. Llama o agujero.
Había testamento o habrá guerra.
¡Si el difunto levantara la cabeza!
Quién le ha visto y quién nos ve:
a tiros por una carreta vieja.

Le llorarás un tiempo. Lo contrario estaría mal visto.
Si hasta hay un color para que los demás sepan cuánto te apenas.
Pregonarán sus bondades
y tú tendrás la bondad de afirmar que es cierto.
Ya se sabe que no hay muerto malo. Como el quinto de la tarde.
Cojearás un tiempo diciendo ¡cuánto te echo de menos!
¡Dios mío!
Como si dios tuviera algo que ver en todo esto.

La cama se hará muy grande. El paraguas, también.
El cepillo de dientes será otro viudo en un vaso contenido.
Como tú, que te contienes para no huir despavorido.
Sin saber cómo ni cuándo, empezarás navegar en solitario.
Y aunque al principio te asuste, al final te gustará.
Atracarás por azar en algún puerto.
Y titubeando pisarás la nueva tierra prometida.
Quizás no sea por azar que te cueles por sus plazas y avenidas.
Ni que te acostumbres a decidir, ahora sí, por ti y para ti mismo.

Con una camisa de aquí y un pantalón de allá,
renovarás con satisfacción tu vestuario.
Zapatos y cinturón a juego.
Chaqueta pañuelo sombrero que nunca tuve
y ahora parece el momento.
El momento sin retorno en el que comienzas a ser otra persona.
Y te sientes libre, por momentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario