miércoles, 28 de septiembre de 2011

DES-ENCUENTROS



DES-ENCUENTRO


Él entró en el bar.
Ella llevaba más de media hora junto a su copa de vino.
Él miró a la desconocida. Se acercó, preguntó:
¿Me querrás siempre?

Ella no conocía a aquel imbécil.
Desvió su mirada al vino blanco;
odiaba el tinto desde que él,
su otro él,
comenzó a emborracharse, a gritar, a perder el control.
A vomitar en el salón en la cocina en la cama.
A caerse por la casa, a decir bobadas.
A balbucear como un niño consentido y bobalicón.
Perdió el trabajo los amigos los ahorros.
La autoestima la integridad y la decencia.
Siete años duró aquel infierno donde toda su vida fue una mierda
al lado del más borracho y vago del barrio.
Siendo el hazmerreír de los demás y ella la tonta que lo mantiene.
Hasta que un buen día un camión atropelló a ese malnacido
y quedó viuda joven y libre. Al fin.

Le miró y espetó:
¡No! Vete a la mierda cabrón.

A él aquella brusquedad y crueldad gratuita en la respuesta
le recordó a ella. Su otra ella.
Con la que también malgastó media vida.
Perseguido por sus histerias e insultos.
Su pérdida de control, si es que alguna vez lo tuvo.
Sus rabietas de adolescente e impulsos de niña consentida y bobalicona.
Sus estupideces y amenazas de huida, de divorcio, de denuncia
por malos tratos inventados.
Sus hjijoputeces y sus trampas y mentiras.
Para concluir con la denuncia efectuada
y los años que él pasó en la cárcel por culpa de aquel montaje
y de una jueza resentida.
Resentida con su ex novio que la abandonó
por otra más joven y divertida.
Cuando todos estos amargos recuerdos se disiparon
él volvió al presente y respondió:

Es verdad. No estamos hechos el uno para el otro.

¡Vete tú a tomar por culo! ¡So cabrona!

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