jueves, 22 de septiembre de 2011

MÍNIMO


MÍNIMO


Han tocado tantas veces las campanas de mi pueblo
que ya no sé por que lo hacen.
Perdí la cuenta, y el interés,
de saber qué es lo que ocurre.
quién ha muerto quién nacido.
Qué casa arde o si lo hace el monte.
Qué aviones son estos que ahora bombardean.

Se adueñó de mí la indiferencia y la ausencia de dolor por los demás.
Si el infierno son los otros, mejor cuanto más lejos.
De ellos, y de su sufrimiento;
del que tienen y provocan.

Sé que van muriendo todos, no porque alguien me lo cuente,
sino porque no los oigo ni veo por las calles:
gritar o hacer el tonto.
Es tanta la estupidez de los hombres,
y mujeres,
que ya no me sorprende.
Así, mejor de todos desprenderse.

Es mi casa el lugar más solitario de la aldea.
Es esta aldea la más alejada de toda la comarca.
La comarca más deprimida de toda la provincia.
La provincia más despoblada desde que se acabó el carbón en el país.
Y este país el más pequeño del mundo.

Con un poco de suerte, en poco tiempo nadie sabrá ya de mi vida.
Y si nadie me reconoce ni recuerda
¿podré decir que ya no existo?

Me tengo a mí, que no es mucho ni poco.
Tan solo lo que hay.
Intentaremos, pues, llevarnos bien;
nunca se sabe cuándo puedo hacerme falta.
Y sería una pena no tener mi ayuda por habernos enfadado.

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