miércoles, 28 de diciembre de 2011

BELLAS ARTES


BELLAS ARTES


Seducidos por el embrujo de la investigación artística
masas de jóvenes incautos siguen al flautista del mayor cuento de todos:
que el arte es algo importante.

Fascinados por un mundo hecho de beldad y de mentira
corren mansos disfrazados de rebeldes hacia un abismo
alimentado con miles de cadáveres inocentes.
¡Fueron tantos los que antes pasaron por lo mismo!

Pudriéndose están los cuerpos
de quienes creyeron que el arte servía para algo:
tal vez comer, comerse el arte hasta tal vez envenenarse.

En la larga y penosa caída hacia la fosa de soñadores muertos
hay gusanos que se arrastran como tales
y con la usurpada autoridad de quien no es quien para enseñar,
adoctrinar mandar ni ser ejemplo,
el vacío de su frustración llenan en magnas aulas,
llenas también,
de artistas aprendices.
Quienes, tras largos años de ensayo error estudio,
son graduados, no en artistas,
sino infelices.

Al frente de esta comunidad desperdiciada se retuercen los gusanos,
qué otra cosa,
perpetuando así el mal hábito de cómo ser un artista
por quien nunca fue capaz de destacar,
no digamos deslumbrar:
fracasados enseñando a hacerse un fracasado y esforzarse en el proceso.

De este camino sin sentido hay quien se topa con la suerte.
Suerte de interesar al capital:
mercaderes disfrazados de marchantes
farsantes gobernando galerías donde se decide quién es,
quién no,
sujeto de interés. Sujeto importante.

Poderoso truhán es don dinero y al olor de un buen negocio
acuden inversores de todos los colores:
prestamistas banqueros constructores navieros aviadores comerciantes.
Traficantes especuladores y ladrones.
Todos quieren, entienden y adoran el arte.
Súbitamente.
El arte de hacer dinero a cualquier precio: contradicción.
Y adquieren pujan compran, obras que no conocen
de artistas que no les interesan.

Al final, después de esta carrera entre habitaciones mugrientas,
despachos nobles, perdón, de maderas nobles,
y pasillos infinitos
nobleza y vileza de la mano van:
nada une tanto como un buen trato.
Tú ganas si yo gano. Yo gano si primero te he encumbrado
bien a golpe de diario, bien de talonario.
Periodistas críticos expertos, todos forman parte del gran juego
que convierte la farsa,
la que otorga títulos honoríficos y vitalicios de quién no quién sí vale,
en arte.
Bella o no, es cuestión de otro debate.

Unos y otros comparten la ilusión de que el artista muera guapo y joven,
dejando en el desván de esa pensión,
la mayor parte de su obra sin vender:
“…descubierto por galerista de prestigio y buen olfato,
olfato para oler cuerpo de artista putrefacto,
autor de culto maldito suicidado en su lóbrega pensión…”.
Descubierto post morten.

“…Inaugurada oficialmente la exposición por el alcalde
el concejal de cultura hará una breve disertación
de los grandes valores ocultos en las piezas aquí hoy mostradas…”.

Abierto al fin el momento comercial,
todo es vendido al primer acto.
Éxito total, por fin, y por tanto.

Ganan todos. Uno pierde:
la vida. Gana:
la paz.


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