lunes, 20 de febrero de 2012

CAEUROPA



CAEUROPA


Más de dos mil años de luchas parecen no haber sido suficientes
para aprender en nuestra parte del mundo:
pequeño, accidentado y desigual territorio. Antropizado y troceado.
Con dolor siempre quebrado.
Por clanes de primates que se ofuscaron en la evolución hacia lo humano.
Hoy deshumanizado.

No fueron suficientes los millares de guerras ni los millones de muertos.
De alianzas de pactos de tratados de traiciones
para aprender la lección más simple de todas:
no confíes en el extraño.
Menos cuando el extraño pasa por hacerse tu amigo,
y convertirse por la sangre en tu hermano.
Por la sangre derramada de la espada y no la sangre heredada de hermanos.
De sangre.
¿Será que es tu hermano tu primer contrincante?
¡Competidor despiadado por el mismo trozo de carne!
¿Será que no podemos vivir por la envidia y sin ella?
Que no somos capaces de unir nuestras fuerzas
y rabia y armas
para derribar al tirano.
Nosotros, que cuando esto vemos en sitios lejanos nos frotamos las manos,
y reventados de vanidad y de orgullo pensamos:
¡Somos el faro y el ejemplo del mundo!
¿Será que siempre hay un tirano porque lo necesitamos?
Será que no hemos aprendido nada.

Se desangra y descompone y marchita y se apaga y se pudre hoy Europa.
Sobrepoblada como está de muertos vivientes:
caminantes fantasmas deambulando por una tierra que entierra a millones de víctimas.
Hay en Europa más muertos que vivos.
Los unos porque enterrados y asesinados están.
Los otros porque vivos, asesinados también.
Han clavado los déspotas nuestras almas en la puerta de cada casa,
tosco recordatorio de que escapar no podremos.
Ya no somos dueños de nuestra vida.
Menos aún del futuro:
Entregado al diablo por unas monedas de plata
acuñadas con el reverso especial de cada casa.
Para sentirnos cómodos, y como en casa. Ajena.
Todo en aquel tiempo en que nuestros sueños eran de oro.
Hoy nos pesa aquel trato como plomo,
y hemos perdido en el trueque la ilusión la libertad y la vida.

Cayó Europa en su trampa de pensarse el centro de la tierra.
Olvidó la deriva continental. Y espiritual y militar. Y comercial:
la más autócrata y agitada de todas.
Ha quedado esta década, y la anterior y la siguiente,
en una década perdida. Y la anterior y la siguiente.

Llenamos de universidades las cabezas de los herederos
y de trabajo las manos.
De promesas imposibles, de recompensas posibles.
De la mentira de un futuro siempre mejor.
Cayó el telón de esta farsa, a la vista de todos los hilos de todos los títeres:
esos que parecen ser los gobernantes de todos. Marionetas a favor de unos pocos:
manejados por una nueva promoción de centuriones,
aprendices de Calígula en los mejores College de psicópatas.
Y los sátrapas del momento vestidos con traje de finanzas
han burlado los controles del controlador interesado. En no controlar el origen
y destino del poderoso dinero.
Para decir que ya estaba todo controlado.

Pero somos el público el que ha pagado la entrada para ver este sombrío espectáculo,
que nada tiene que ver con el programa anunciado.
Y tras el primer acto de chirria y fanfarria
rápido un golpe de teatro, antes lo llamaban de estado,
nos ha clavado a la butaca.
No saldremos de aquí con vida.
Nos devoraremos los unos a los otros
antes que unirnos contra el poder que nos metió en esta trampa.
Infelices espurios, no darnos cuenta de que en el libreto ya estaba escrito,
abajo con letra pequeña e idioma distinto,
que el sueño del bienestar produce esclavos.
Desdichados europeos que hoy deshonráis a vuestros padres,
y a los padres de los padres de los padres.
Todo cuanto ellos lograron os ha sido arrebatado.
Sumidos en el sopor amable de la vida acomodada
dejamos que nos drogaran con la pastilla azul.
Y en busca de la felicidad perfecta y perpetua, nos hemos vuelto vagos y débiles.
Insaciables buscadores de una hedonia y un placer permanente.
Consumidores compulsivos de videojuegos e irrealidad virtual.
De tratamientos para la belleza exterior y prevención del dolor.
Sobreprotegidos por leyes infantiles e insensatas.
Embelesados con la nana diaria de la buena noticia: qué fortuna vivir donde estamos. Peregrinaje de otros pueblos ya desahuciados.

Hoy nos queda reparar nuestros errores, por exceso de confianza.
Pero hacerlo, una vez más, llevará generaciones.
Nuevas castas sociales surgen por doquier:
parados despedidos hipotecados morosos endeudados excluidos olvidados condenados todos esclavos.
Trabajadores forzosos necesarios para mantener a los nuevos monarcas.
Tendremos que reabrir los talleres de humo ruido y grasa.
Con menos tecnología punta y más maquinaria pesada. Anticuada.
Resucitaremos el estajanovismo el sudor con hollín las manos de tinta.
La falta de seguridad y sin higiene en el trabajo.
Volveremos a las jornadas de catorce horas por un mendrugo de pan.
A los calcetines de agujeros y los zapatos sin suela. La sopa de patatas en la cazuela.
Los hijos sin universidad los padres sin felicidad.
Los pisos pequeños la calefacción de carbón. Las gallinas en la habitación.
Nada de hacer el amor, el sexo para los que les sobra tiempo.
Será nuestro mayor sueño volver a las fábricas porque ya no se ven en Europa.
En esta Europa en vías de subdesarrollo.
Dejamos que las llevaran en busca de una mano de obra barata. Inculta y no cualificada. Sin exigencias ni derechos.
Para poder comprar nosotros un producto barato.
Y aquellas mercancías baratas hoy nos han salido muy caras.

Caeruopa en manos de la fina ingeniería financiera.
Que tapa sus vergüenzas con elegantes trajes de marca.
Dueños son hoy de nuestro oscuro e incierto destino.
Caeuropa otra vez una vez más. Pero esta no se levanta.

No sé si por decepcionada, o agotada.

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