miércoles, 22 de febrero de 2012

PRIMAVERA



PRIMAVERA


Alfred ababndonó al grupo en una tormenta.
En realidad, el grupo lo abandonó a él, pero no lo tuvo en cuenta.
Siempre fue un confiado.
Y sí altera el resultado el orden de los acontecimientos.

Pasó el primer invierno un poco colgado.
Literalmente colgado de un cable del tendido eléctrico.
Suerte que la compañía no quiso demandarle por apropiación indebida:
calorías robadas para no quedarse helado.
Subía el calor patas arriba, compensando el agua y el hielo.

Se hizo con el territorio, un poco hostil, como todos.
Bajo cero en invierno, un horno en verano.
Primavera agitada y otoño lluvioso.
Lo de siempre, vamos.
Peor los piernas largas, que con su palos de hierro y fuego
arrasaban el terreno un par de veces al año.
No había bicho viviente que no sucumbiera a su persecución y estruendo.
Alfred siempre se preguntó qué harían con tanto animal muerto.

Pero la segunda primavera fue el inicio de su condena.
Conoció a un compañero, o compañera, que estaba encerrado en un extraño lugar.
A cualquier hora, en cualquier día, se veían por unos segundos.
Los que tardaba Alfred en agotarse agitando las alas.
Luego al suelo, descanso, y vuelta a empezar.

Nunca comprendió la razón de aquel cautiverio,
ni por qué aquel amigo no salía de la fría lámina de los reflejos.
En donde todo se veía de nuevo. Incluso él.

Alfred ya no se marchó de aquella casa, atrapado en un espejo del porche.
Vivía para estar con su amigo, su mejor y más fiel amigo.
El que nunca le abandonó, como hizo el grupo.

Alfred terminó por enamorarse de aquel ser leal, como él.
Nunca supo que su mejor amigo, era él.

Murió de viejo, dejando para siempre su reflejo atrapado en el espejo.

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