miércoles, 14 de marzo de 2012

H-G






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Huelga decir que ha llegado el momento de sincerarnos y contar la verdad.
Que verdad no hay más que una y a ti te encontré en la calle.
Lo segundo es cierto, lo primero nunca. Pero esto hace tiempo lo sabemos,
¿y qué podemos hacer al respecto?

Que la calle estaba repleta y algo serio va a pasar:
de puerta en puerta, de portal en portal. Viene a ser lo mismo pero más.
Que pasarán o no ya no es importante,
el resultado es lo sustancial. Y ahora es siempre malo.
Toca joderse y callar. No vayamos a ofender con la verdad,
y verdad hay más de una.
¿A cuál vamos a mirar?

No es ningún secreto que los monigotes del sindicato,
en singular que sindicato solo hay uno pero por él se dan tortazos,
por vivir bien fingiendo que malviven como tú y son con tu causa solidarios,
han esperado su mejor momento para salir a la calle a reventar:
la paz social, la paciencia, los pactos que se han hecho a nuestra espalda sin pactar.
A reventar contra el gobierno que ahora está de guardia.
Este país es un hospital, y la sanidad dicen que es gratuita,
otra cosa la salud, por esta hay que pagar.
En el cuerpo de guardia los nuevos consejeros reparten abrazos y hostias,
según toque el momento.
Ayer nos daban besos con lengua, hoy nos escupen en la boca.
Ayer nos metían mano y nos dejábamos,
escasos todos de sexo improvisado y de alto riesgo.
Hoy nos meten mano para dejarnos en pelotas. Y en la calle,
que siempre se ha dicho que es muy puta,
y el lugar donde acaban los tirados.
Por esto dicen que la calle es nuestra. Debe ser que no la quiere nadie.
¡A la calle ni de paseo!

Pero ya nadie atiende este servicio de urgencias,
demasiados en la lista para que seamos socorridos,
y el país entero está en proceso de cerrado por derrumbe.
Urge salir de las urgencias, y del país entero huir,
no vaya a caernos encima el techo de la última reforma.
Corren como ratones los sindicalistas progresistas,
locución que se ha vuelto indisoluble,
y la izquierda con bolsillo de derecha grita ahora como nunca.
Perder el poder es lo que tiene: que no se tiene y sienta mal.

Disfrazados de médicos y cazafantasmas
nos atienden los que inyectaron este virus:
Pérdida Total De La Confianza lo llamaron.
Expiden recetas magistrales e inoculan medicamentos experimentales.
En el cuerpo de los enfermos que siempre son los otros.
Nosotros, para más detalles.
Adelantan que viene un nuevo tiempo. En realidad el tiempo ya ha pasado,
nos ha sido robado, y será peor que el anterior.
Estamos contentos, sabemos que mejor que el posterior.
No se consuela el que no quiere aunque no siempre mama el que más llora.
También han secado las tetas de mamá, por si no te habías dado cuenta.

Han vestido la ciudad los pancarteros.
Hemos vuelto a los panfletos, las manis, la plaza caliente.
La plaza siempre está fría, pero bueno, haremos que no nos duele:
un caldito y tan felices. Las perdices sólo las vemos de pasada.
¿Corren o vuelan?
Dejaremos el desfile de carrozas y los pasos de semana santa para otro momento.
Es hora de desfilar con barricadas y moverse a zancadas por la calle:
liebres para los antidisturbios.
Vuelta al hipódromo callejero, a las apuestas por ver quién grita más fuerte.
Vuelta a la revuelta. Y así son tres.
Vuelta a las piedras, a los adoquines voladores, las bolas de acero y las pelotas de goma.
A ver quién tiene más pelotas:
el manifestante desnudo o el policía con mirada defensiva y actitud ofensiva.
Es el policía doble víctima: ciudadano machacado
con el deber de machacar a ciudadanos. Trastorno de personalidad inevitable.
Vestimenta de combate contra el manifestante rebelde:
por opinar y quejarse. ¡Dónde se ha visto semejante disparate!
¡Calla hijo de puta y paga tus impuestos!
¡No se te ocurra protestar y bájate el sueldo, miserable!
¡De qué te quejas si permitimos que votes! ¡Muerto de hambre!
¡Trabajamos por vosotros y en lugar de agradecerlo protestáis, so cabrones!

Las palabras nunca son suficientes para la verdadera revolución.
Nada cambia realmente si no corre la sangre.
La cárcel y la pena capital son efectivas, no perdamos el tiempo con debates.
Si siempre está vacía, para qué apoderarse de la calle.
Ministerios, consejerías, delegaciones, parlamentos, diputaciones, palacios diversos.
Oficinas: madrigueras de corruptos, fantoches y ladrones.
Escondite de políticos, a derechas o izquierdas por igual.
No hay color que los distinga en el momento de la huida.

Y de sindicales. Por la subvención.
¿Pero qué te creías desgraciado? ¡Trinca la guita y corre!
Es la Europa del bienestar: la protesta también ha de ser subvencionada.
Si no hay ayudas públicas aquí no mueve el culo nadie.

Nunca es buen momento para sincerarse y contar la verdad.
Verdad hay más de una y a mí me parieron en la calle.


1 comentario:

  1. empingaoooo, jejeee, aunque no hay solo una verdad, volaooo. Tambien me han gustado los pececitos de la derecha, jajaaaa.

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