lunes, 2 de abril de 2012

BEAUTIFUL






BEAUTIFUL


No estoy yo para festejos.
Que me digan qué bonito es todo qué contento estoy qué bella es la vida
qué hermoso vivir cuánto nos queremos qué feliz que soy.

Ayer pasó por casa la Policía de Seguridad del Estado, qué otra cosa,
no hay policía sin otro propósito que defender al estado,
y se llevaron libros carpetas archivos y documentos.
Los libros para quemarlos. Lo demás, para investigarlo:
todo sirve para incriminarte cuando el estado es quien propone dispone
y ejecuta.
Dijeron que volverían. Mera formalidad,
el estado siempre vuelve para reclamarte lo que le pertenece
y lo que no.
Tantas veces como sujetos de sospecha haya en el domicilio:
los comprendidos entre diez y noventa años.
Preferiblemente hombre adulto y con carnet del partido.
Del otro partido.
Candidato idóneo para el paseo o la desaparición inexplicable.

No estoy yo para festejos.
Que me digan qué bonito es todo qué contento estoy qué bella es la vida
qué hermoso vivir cuánto nos queremos qué feliz que soy.

Ayer pasó por casa el cuadro médico del Frente Para La Solución Integral de Emergencias.
Aquejado de dolor permanente en mi levedad corpórea
tomaron muestras de sangre sudor lágrimas escamas heces y semen.
Para analizar el potencial de contagio en medio natural
y su transmisión por herencia genética. En medio artificial:
erradicable con esterilización preventiva.
Hicieron copias artroscopias colonoscopias laparoscopias y fonoscopias.
De mi ruido interior.
A falta de datos concluyentes aplicaron enemas punciones lumbares abdominales
sondas de Levime de Staken Black More. Mi favorita,
por tener nombre aristocrático.
Enviadas las muestras a un laboratorio sin prestigio
dictaminaron que el sujeto anónimo no tenía remedio
ni valía la pena seguir testeando.
En estos tiempos de desahucios, qué importa otro cangrejo sin concha.
Me aconsejaron pedir la baja en el régimen de la Seguridad Social. Acepté:
hoy peso 90 kilos más. Y es que no hay nada como saltarse las dietas.

No estoy yo para festejos.
Que me digan qué bonito es todo qué contento estoy qué bella es la vida
qué hermoso vivir cuánto nos queremos qué feliz que soy.

Ayer pasó por casa la Guerrilla Armada del Espíritu Santo.
Querían hacerme una entrevista superficial de mis convicciones religiosas.
Y en profundidad de mi falta de ellas.
Entender por qué ya siendo un niño salí corriendo ante el abrazo escolástico,
y el tratamiento litúrgico me provocó gran vómito.
Qué motivó mi falta de credo y mi desapego religioso:
si fue el tacto de la sotana, el color del alzacuellos o el olor del cristo de madera,
lo que motivaron mi espanto.
Nada que ver con mi incredulidad por lo tangencial
o la trasmutación de la materia en raro misterio.
Tampoco la amenaza meteórica de Alá o las masas de oradores arrodillados,
en falsa sumisión y mansedumbre,
me tocaron el alma. Donde quiera que esté.
Ni siquiera, como último intento redentorio,
el nirvana de levitantes barbudos esqueléticos,
quizá lo de flotar sea una mera cuestión de peso, de falta de peso,
produjo en mí asombro alguno.
Tras horas de entrevistas, proyecciones audiovisuales y lectura comunitaria
de textos sagrados en todos los idiomas del mundo y derivados,
resultaron que mi problema era identitario: de su ausencia.
Y que una ablación incruenta de mis lóbulos frontotemporales
resolvería tan inquietante cuestión.
No acepté por motivos obvios:
me gusta vivir en la ignorancia, desayunar con la ironía,
comer con el sarcasmo y cenar con el cinismo.
Deriva ésta congruente con el ser en permanente estado de revisión
en el que me he reconvertido.
Para estos tiempos de atracos institucionales, golpes de estado macroeconómicos,
y total falta de respeto a la moral, la decencia, la justicia, la honradez, la verdad,
la libertad y la vida,
no he encontrado mejor autodefensa.

No estoy yo para festejos.
Que me digan qué bonito es todo qué contento estoy qué bella es la vida
qué hermoso vivir cuánto nos queremos qué feliz que soy.


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