FILMS
& FÚTBOL
Dice mi médico,
esa persona a la que acudo aunque no esté enfermo
porque me escucha,
y en estos tiempos de sordera institucional y mordaza social eso
me basta,
que no sabe qué hemos hecho mal. Cuándo nos
dejamos engañar,
y cómo fue que, sin levantarnos de la silla,
hoy estemos sentados en el suelo.
¿La silla? Esta también nos la robaron.
Quizás en aquella breve sesión de hipnosis que
se llamó estado del bienestar.
Ahora sabemos bien qué significa malestar pero
esta es otra historia
que quizás aquí es mejor no contar.
Para no llorar en público todo lo que en
privado tenemos que hacer y soportar.
Cuenta mi médico que tiene las hijas estudiando
inglés y alemán.
Y que está pensando alguna hora de chino,
esta para toda la familia,
a ver si allí nos pagan por trabajar. Aunque sea
como chinos, ya da igual.
Que ha renunciado a seguir mal informada
y ya no ve telediarios ni oye noticia alguna:
películas y fútbol para dormir y reducir
pesadillas.
Sabio consejo de quien sabe para qué sirven los
medicamentos.
Que se le alteran las transaminasas cada vez
que oye decir a algún político,
o tertuliano de renombre en medio partidario,
político del círculo católico apostólico o lo
contrario,
que todo es culpa nuestra. Que estábamos mal
acostumbrados:
no siempre se ha de cobrar por trabajar, y qué
vicio es ese
de que los sueldos suban cada enero.
Cuando todos los productos y servicios están en
pleno sprint de montaña
para ver quién trepa más y antes.
Que se le pone el cuerpo cetónico cuando
empiezan culpándonos
por la segunda residencia –heredada-
el coche alemán –de segunda mano-
la ropa de marca –marca barata-
el reloj dorado y suizo –de la empresa por superar objetivos-
la colección de corbatas –regalos de navidad-
de pañuelos –de rastrillo-
de bolsos –de imitación-
de vestidos –sólo segundas rebajas-,
y terminan por echarnos en cara la leche
desnatada los yogures bífidus
y la cerveza sin.
Todos en marca blanca a oferta especial la segunda unidad.
Que los lujos de la casta político económica no
son para la clase obrera.
Y esto es una verdad y es un hecho que no hay
por qué desvelar.
Reconoce mi médico que se pone catatónica,
porque mi médico es médica pero esto suena raro
y mal
se pongan como se pongan las nuevas radicales e
ignorantes de la lengua
–no sé si decir española o castellana para
evitar ofender -
cada vez que al cajero se acerca silbando y se
aleja llorando,
porque el dinero evaporado se fue sin ella
haber salido de casa.
Y yo, habitual de las intrigas retóricas sin respuesta
categórica,
me pregunto si ella se preguntará de qué sirvió
el sacrificio.
Cuándo de aquel niña no hagas esto no lo otro
vete por el camino recto
y habrá recompensa a tu esfuerzo,
dejaron de tener sentido y significado.
Qué invirtió el valor de las cosas y puso a la
mentira buen precio.
A la estafa, por unos pocos,
la llamó crisis, para todos,
y la quiebra, de la justicia,
la convirtió en la del sistema público.
Se abrió la veda del obrero presa donde la
casta apunta dispara y mata.
Luego reclama al muerto dinero para el
entierro.
Confieso yo a mi médico médica
que en casa ya estamos haciendo maletas:
antes ser emigrantes que carne para
hamburguesas.
Pues habiéndonos robado ya todo
solo nos queda el cuerpo para poder vender
y comernos.
Confiesa mi médico con la expresión de quien al
fin ha divisado el camino
que una vez llegue yo a destino,
no importa si es mar del plata o en el desierto
de Australia,
le vaya pidiendo asilo.
Nos preguntamos mi médico y yo
por qué será
que lo único que podemos hacer no es luchar
sino marchar.
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