jueves, 21 de junio de 2012

ANÁLISIS






ANÁLISIS


Me baso en el avance imparable de los necios
para creer que el mundo irá a mejor.
En la conquista a palo y piedra de mayores cotas de bienestar y prosperidad.
Entendiendo por bienestar todo aquello que no sea dormir en el suelo.
Y prosperidad lo que nos separa de la mugre.

Mi fino olfato me dice que los sometidos conquistarán la tierra,
también a palo y piedra,
y que un nuevo orden social está por despertar.
Colocando con justicia a cada cual en su sitio:
los sedientos en el río, los hambrientos en el silo,
los harapientos con la piel de las ovejas.
En el lecho del río, en el fondo del silo, amortajados con ella.

Mi percepción extrasensorial de conceptos abstractos me permite afirmar,
sin temor alguno a equivocarme,
que tal concentración de sujetos inútiles al frente,
de una masa social fácilmente sometible,
no puede traer sino progreso.
En orden inverso.
Que avanzaremos a golpes, unos contra otros,
y superaremos obstáculos:
arrasaremos con todo lo que por delante se ponga y se oponga.

Mis fuentes secretas de información manipulada
me proporcionan datos fidedignos,
extraídos del alcantarillado la basura y las cloacas,
que revelan el gran salto hacia el vacío que está a punto de darse.
Nos arrojaremos a él para que el cambio sea de verdad efectivo.
Despachurrados en el fondo, los supervivientes podrán diseñar otro mapamundi
que emergerá de este nuevo escenario.
No se cambiarán fronteras, no es esto lo importante.
Sí a las personas de sitio.
Que el norte siga siendo el norte y el sur se quede donde está:
para vivir en serio parece que no lo quiere nadie.

Extraigo de datos empíricos e hipótesis científicas la conclusión definitiva e irrefutable
de que la mansedumbre es consustancial al ser humano.
Diría que es por miedo, pero por miedo no me atrevo y lo retiro.
¿Será que por ser mansos consentimos ser gobernados por idiotas?
¿Será que por miedo después no nos atrevemos a quitarlos?

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