jueves, 16 de agosto de 2012

DE PRADA



DE PRADA


Ansud vende gafas camisetas cinturones y bolsos de imitación
en los rastros que le dejan.
Buena imitación, por cierto. Y en realidad no la vende, sólo la enseña.
Porque vender no vende nada, ya lo dice él.
Ni él ni otros doce. Como él.
En este rastro para curiosos necesitados esnobs
o españolitos cada día menos esnob
y más caídos.

Los trece compran el producto a un revendedor sin escrúpulos
palabra ni humanidad que lo importa de asiáticos talleres clandestinos.
Nada original, no vale la pena y cuesta más.
Todo copias falsas, es lo que da dinero.

No a Ansud y sus doce compatriotas.

Pero no siempre se dedicó a esta mierda de negocio.
Con productos falsos para españolitos con menguantes recursos.
Antes vendía pescado.

Diez años limpiando bodegas cargando redes cargando hielo al final pescado.
Que para todo hay clases y demostrar que lo vales.
Más cuanto más negro.
Y Ansud lo es mucho.

Negro profundo negro dolor negro hambre negro soledad negro desesperanza.
Más negro que él, sólo la muerte.
Ahora, también el futuro.
En esta España de blancos viendo la vida color negro.

Me cuenta, porque vender no me vende
ni siquiera lo intenta que ni le gusta ni merece el esfuerzo la pena,
que aquí pasa hambre.
Otra vez con el hambre royéndole los pies.
Porque el hambre no da de comer pero come.

Que para esto no dejó Senegal. Que se vuelve.
No caminó medio mundo para vivir
igual. 
Aquí, dice, la vida está muy mal. Os han engañado con el euro.
Y con Europa y con todo.

-¿Puedo ver ese bolso?
Pregunta una españolita de mediana edad con aspiraciones
a engañar. De Prada porque ella sí puede. Y lo vale.
-¿Cuánto es?
-Para usted cincuenta señora.
-Muy caro lo dejo.
Ya no lo vale.

-¿Lo ves? –me pregunta.
-Aquí la vida está muy mal –me confirma.

¡Y me lo dice a mí, que yo no me puedo marchar!


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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