martes, 7 de agosto de 2012

DES-ILLUSION



DES-ILLUSION


Ella llevaba una camiseta sencilla cubriéndole hasta llegar a los riñones.
Y el pecho dos tallas por encima desbordado.
Los pantalones colgando hasta ese punto definido
que separa atrevimiento de mal gusto.
No quería olvidarse de ser joven:
22 años dan para ese derecho irrepetible.

Si no fuera porque empujado por ella delgada rubia inglesa
iba el niño que le había hecho las tetas grandes.
16 meses y mamando el condenado.
Maldito el hijo de su padre. Y su padre.

Iba a su izquierda. El padre del bebé y de otro niño de dos años.
Colgando del cuello como cuelgan a los ahorcados.
Como ponen peso a los ahogados:
Daddy I want this daddy I like that.

No le oía, el padre al niño.
Compañero por la fuerza de la madre.
Maldita sea la madre que te parió hijo me tenéis harto los dos.
Ahora los tres.

A él también le caían los pantalones, no por moderno ni por joven.
Sí por falta de dinero.
Un cinturón es un capricho, depende del momento.
Y cuando el dinero escasea los problemas abundan. El amor huye,
que el amor es cobarde y no soporta los conflictos.
Cuando aparecen, siempre pierde.

La de la camiseta corta juventud recortada caminaba airada.
Que no airosa.
Enfadada con la vida por haber corrido tanto
sin darle tregua a respirar.
Descargando sus frustraciones y sus iras sobre el joven ya sin serlo
compañero por la fuerza de las cosas y las leyes.

El del pantalón sin sujetar y bien sujeto por el cuello
por un niño que vino al mundo sin haber sido invitado
le contesta asqueado:
maldita seas tú tus manías y tus hijos.

Estos jóvenes ya quemados sin haberse hecho mayores
no llegarán a viejos cogiditos de la mano.
Cómo lograrlo,
si ahora que es su mejor momento no intercambian besos.
Sí, eso sí, escupitajos.

La ilusión es un punto de partida
que en ocasiones no abandona la casilla de salida.



©CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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