miércoles, 15 de agosto de 2012

FRAY MODESTO NUNCA FUE PRIOR (relato corto)






FRAY MODESTO NUNCA FUE PRIOR


Fingía no tener miedo porque era el capitán y debía dar ejemplo, pero lo cierto es que Freig estaba acojonado. Era su misión número 39, la peor de todas. Y eso que hubo muchas que se torcieron, pero el capitán tirando de experiencia siempre pudo enderezarlas. Ninguna como esta.
El proyecto había ido mal desde el principio. Sabía que no debían aceptar la oferta china en el concurso para el suministro de combustible de alta energía, pero nadie le hizo caso. ¡Los chinos tiran precios porque tiran calidades –dijo en la mesa de contratación con tono enérgico. El presidente de la mesa, un alto cargo del ministerio de transportes sin retorno sospechoso de aceptar sobornos para pagar sus múltiples dependencias a las drogas, le expulsó de la reunión amenazándole con quitarle la comandancia del viaje.
Freig no podía arriesgarse. Pasaba por un mal momento y no quería ni oír hablar de quedarse en ese planeta otro año más: acababa de divorciarse de su cuarta mujer robótica. Nunca se entendió con las robóticas: demasiado complacientes. Tampoco con las de carne y hueso: por lo contrario. Necesitaba marcharse de ese planeta definitivamente y otro año más hasta la próxima misión era una opción inaceptable.
Los tanques de combustible se habían fabricado en San Marino por un consorcio hispano suizo. Los españoles aportaban la mano de obra cualificada más barata del mundo. Los suizos la tecnología, sobrevalorada y obsolescentemente programada desde el diseño. Él era consciente de todas estas carencias, pero confiaba en sus años de piloto para sacar adelante el viaje. Su último viaje. Había decidido mudarse a un barrio extrasolar de satélites puestos a la venta por la promotora propiedad de la mujer del primer ministro. A precios asequibles barrió a la competencia. Y las malas lenguas dijeron que gracias a chantajes y sobornos se hizo con la concesión, aunque nadie pudo demostrarlo.
Acostumbrados a un planeta con graves problemas de tráfico, que fuera el de influencias el que más muertos causara era una característica asumida con resignación. Un minúsculo daño colateral inevitable, así que Freig no daba mayor importancia a este tipo de acusaciones. Suponían un gran desgaste vital, lujo que no podía permitirse. Todos sus esfuerzos estaban concentrados en la misión. Para salir de allí.
Por eso al responsable de imagen corporativa le sugirió que pintaran los tanques en otro color. El negro resultaba poco vistoso. Más teniendo en cuenta que si hay algo que sobra en el espacio es el color negro. Y en su opinión las cámaras de televisión acopladas a la nave para la retransmisión del viaje en pay per view no distinguirían una cosa de otra. La nave no era más que una minúscula cápsula en comparación con los tanques de combustible: los telespectadores no tendrían una visión correcta del conjunto por ausencia de contraste. A pesar de tan sólidos argumentos, nadie le escuchó. Renunció a dar más sugerencias o se quedaba sin viaje.
Los motores se encendieron tres días más tarde de lo previsto. Sucesivos problemas “de importancia relativizable”, en palabras del departamento de mala prensa, fueron encadenándose hasta llegar a la ignición definitiva, cuando una gran nube multicolor descontaminante unió el cielo gris y la tierra marrón hasta desaparecer.
Que la nube de humo producto de la combustión tuviera estas particularidades esotéricas era un homenaje nostálgico a la extinta Desunión Europea. Fue una de sus últimas leyes medioambientales aprobadas, la Euro 57589, antes de desaparecer definitivamente para alivio de todos. Bahréin compró toda la deuda pública y la revendió a unos traficantes de países. Los cuales trocearon la unión en porciones de 5.000 habitantes y las pusieron en el mercado de acciones. Se hicieron grandes fortunas en aquellas operaciones de trata de esclavos: la población entera de europeos es hoy la mano de obra más barata del planeta.
Cuando rebasaron la órbita geoestacionaria, el humo desapareció y siguieron viaje explosionando partículas cuánticas bajo alta presión. Un programa informático nuevo comprado a Anonymous las amenazaba con el despido libre y las partículas explosionaban espontáneamente. Por eso el sistema recibió el sobrenombre de alta presión. Además no dejaba ningún tipo de residuo. Era una energía barata, eficaz y sin consecuencias. Siempre que se filtrara debidamente de cualquier impureza, reivindicaciones salariales días festivos, cosas así. Y que los chinos solían desatender. Causa de que más de una nave se perdiera en el espacio falta de energía. La muerte de la tripulación era inevitable, por aburrimiento. Tan habituales se hicieron las incidencias de este tipo que la prensa seria, la amarilla, las bautizó con el nombre de “Muerte por Sobredosis Espacio Temporal”, MuSoEsTe.
Iba por el cuarto día de viaje cuando Freig y su equipo estaban tratando de resolver su parada técnica. Sin ayuda posible desde la base campamento por recortes presupuestarios, la mayor parte de los problemas espaciales se solucionaban con el voluntariado: pensionistas, desempleados, artistas y psicóticos. Pero unas declaraciones de la viceministra diciendo que todos ellos eran sujetos prescindibles los había llevado a una huelga de ánimos caídos: ninguno se levantaba de la cama, sus vidas habían quedado sin sentido. Por tanto, Freig y los suyos, estaban solos.
-Capitán mi capitán, la falta de energía está afectando a las cámaras de refrigeración.
-Lo sé, lo sé, ¿alguna idea?
HP3 era un robot enano que Freig había comprado en una feria de antigüedades cibernéticas. Víctima de malos tratos infantiles, al enano le faltaba el ojo izquierdo y a Freig esto le conmovió. Por aquella tara evidente se lo quedó a bajo precio sin necesidad de regatear. Lo que no sabía entonces es que HP3 tenía la habilidad de adelantarse a los acontecimientos. A los malos acontecimientos, porque nunca aventuraba una buena noticia. Su previsión era exclusivamente hacia las malas. Al capitán esto le irritaba sobremanera. El resto del equipo, otros cuatro robots adquiridos también de segunda mano a distintos vendedores sin escrúpulos, también se encaprichó de ellos por motivos emocionales más que prácticos.
-Podríamos transferir la energía del equipo de comunicación a las cámaras, señor capitán mi capitán –sugirió CHR todo soluciones cero anticipación.
Cierto es que el devenir de lo transportado en las cámaras era de suma importancia. Freig y su tripulación se habían especializado en el transporte de mercancías peligrosas: lo suyo era el traslado sin retorno de documentación sensible. Sensible a ser descubierta.
Empezó con informes confidenciales para continuar con bases de datos de titularidad bancaria en paraísos fiscales. Su profesionalidad y discreción para la desaparición de documentos comprometedores le abrieron las puertas de un nuevo y próspero mercado, donde la ineficiencia de sus competidores había encarcelado a más de un cliente. El trabajo consistía en la eliminación de noticias falsas y programas políticos antes de que entraran en las hemerotecas para ser contrastados posteriormente. La elaboración de esta materia prima era tan abundante que Freig se había asegurado una desahogada y tranquila jubilación.
La ventaja de especializarse en esta mercancía radicaba en que al ser todo palabras huecas, se podían comprimir. La solución vino como suele ocurrir, por la vía más inesperada. Una madre colgada por los video juegos había traído al mundo a un niño nacido con esa dependencia. Antes de cumplir el año, la criaturita había descubierto un complejo algoritmo de compresión que la madre vendió en el mercado negro para financiarse la toxicomanía de ambos. Freig compró barato el algoritmo a un traficante asustado con el invento. Gracias a él, reducía en un 98% el tamaño de las palabras huecas. Ocupando así grandes cantidades de mercancía el mínimo espacio, y aumentando las posibilidades de su pequeña pero ágil nave de carga. A pesar de ello, la producción era tan grande que la demanda de trabajo no hacía sino aumentar. El estrés comenzaba a afectarle. Por ello había aceptado esta misión: había llegado el momento de dejarlo.
Quizás fue el estrés, o su deseo de acabar, lo que condicionó su falta de reflejos cuando aquella basura espacial se le vino encima.
-¡Mierda de MIR! –no le dio tiempo a hacer nada más. Ni decir.
Era un trozo de los muchos en los que se había descompuesto la antigua estación espacial MIR antes de que la falta de fondos y la polilla debilitaran su estructura, disgregándola en miles de pedazos que viajaban ahora sin rumbo por el espacio. Y causando numerosas muertes por accidentes de tráfico. El ministro de transportes sin retorno, presionado por las estadísticas y los informativos, los cuales para disimular la saturación de noticias falsas incluían algún dato cierto con el que mejorar su imagen e insertar unos minutos más de publicidad, se vio presionado a tomar una decisión mediática.
En su respuesta clásica y poco imaginativa, el ministro y su cohorte de medios de manipulación de masas lanzaron la campaña número 4827 de tolerancia cero con los muertos de tráfico. Los muertos se sintieron ofendidos y tuvo que corregir: Tolerancia cero con los accidentes de tráfico. Se fundamentaba básicamente en un mayor control de las rutas principales por las naves patrulla, elevación del precio de las sanciones por infracción y pena de cárcel por reincidencia, conducción temeraria o acumulación de delitos en una sola acción punitiva. Las asociaciones de transportistas reclamaron exigiendo que se hiciera primero una limpieza de toda la chatarra espacial. A lo que el ministro se negó por su elevado coste. Era mucho más rentable perseguir infractores pues aún muertos, las multas eran abonadas por la familia como responsables civiles subsidiarios.
-Capitán nuestro capitán, podemos salir a desincrustar la pieza accidentada del depósito de combustible y sellar la fuga –MIG 18 Y MIG 26 siempre hablaban e iban juntos. A todas partes.
Freig se hizo con ellos en una pelea clandestina a muerte de robots. Acostumbrado a perder, sólo apostaba cuando el premio eran las máquinas. Se encaprichó de ellas cuando supo que MIG 26 era un comunista a ultranza y nostálgico que sólo peleaba por su ideología, nunca por dinero. MIG 18, en cambio, había traicionado al comunismo y sólo peleaba por dinero y contra comunistas. Estaban diseñados el uno para el otro, por tanto. O contra el otro, en este caso pues la pelea estaba tan igualada que ya iban por el asalto 789 y la doceava semana. Freig apostó al empate y el organizador del combate, ahogado en demandas de acusación por pelea amañada, se los regaló por aburrimiento. Si peleando uno contra otro eran duros, trabajando juntos resultaron imbatibles.
-Debemos consensuar antes las acciones a desarrollar, la precipitación es mala consejera y la experiencia acumulada nos sugiere que todo paso debe ser cuidadosamente calculado. Como bien sabe mi estimado comandante –añadió ONUØ.
El último robot del equipo, alto delgado famélico flemático verborreico educado y bien pintado, pero condenadamente indeciso, Freig lo adquirió en una juguetería diplomática. Saldo por fin de existencias. Le llamó la atención su delgadez extrema: quizás fuera útil en algún momento.
No había llegado ese momento en los últimos seis años.
-Capitán mi capitán moriremos congelados –añadió HP3 el agorero.
-No si mezclamos gel desengrasante con selenio. A 118º bajo cero forman una pasta sellante citada ya en la primera edición del manual de navegación accidentada para principiantes –respondió CHR.
-Capitán nuestro capitán, preparados y deseosos de actuar –dijeron los MIG.
-Detecto altas dosis de nerviosismo en esta improvisada tormenta de ideas. Antes de efectuar ninguna maniobra arriesgada se deben evaluar los riesgos. Como bien sabe mi estimado comandante, la precipitación es mala…
-¡Callaros todos! ¡Ya! ¡Es una orden!
-Capitán mi capitán. Sus niveles de cortisol, serotonina y dopamina sugieren un inminente cuadro de ansiedad que…
-¡Tú especialmente, HP3! ¡Silencio todo el mundo!
Freig ya se había comido la puntera de los guantes. Lo hacía cuando los problemas eran graves.
-¿Estado de los documentos?
-Descongelación lenta capitán mi capitán –respondió CHR-. Todavía sin daños.
- ONUØM haz algo útil por una vez. Coge todo el gel desengrasante de la bodega y mézclalo con el selenio de la refrigeración.
-¡Capitán mi capitán, ONUØ morirá congelado!
-¡HP3 cállate! ONUØ es un robot como tú, ¡no puede morir! ¡MIG 18 y 26, prepararos para salir en -10 minutos y cuenta atrás.
-¡Capitán mi capitán, explotarán los tanques con la reignición si no hacen un sellado perfecto!
-¡HP3, acompaña a ONUØ a la bodega!
-¡Pero capitán mi capitán…!
-¡Silencio y obedece!
En nueve minutos todo había sido dispuesto como ordenó el capitán.
-Capitán nuestro capitán, MIG 18 y MIG 26 abriendo cámara de descompresión. Equipados con herramientas y sellante.
-Capitán nuestro capitán, MIG 18 y MIG 26 abriendo puerta de desembarco.
-Capitán nuestro capitán, MIG 18 y MIG 26 en paseo espacial hacia objetivo.
-Capitán nuestro capitán, MIG 18 y MIG 26 alcanzado punto de impacto con cuerpo extraño. Iniciando reparación.
- Capitán mi capitán, no pulse botón de encendido. Volará la nave –la voz de HP3 sonó ahogada. Como un lamento agónico.
Freig miró por un segundo al botón azul, de encendido. Después siguió vigilando las tareas de reparación por monitores. -¿Temperatura de cámaras?
-Subiendo al punto de descongelación, capitán mi capitán –respondió CHR.
-¿Cómo va ahí afuera, chicos?
-Capitán nuestro capitán, el brazo de la MIR está completamente enganchado en el fuselaje. Tanques perdiendo combustible. Sugerimos la posibilidad de sellado sin extracción de cuerpo extraño ante la posibilidad de que se vacíen en la maniobra. Solicitamos confirmación.
Freig iba a responder cuando una patrulla espacial se detuvo a su izquierda. En su interior, dos policías de tráfico que encendieron las luces azules de cabina y pararon motores. Uno de ellos salió de la nave y se impulsó hasta el puesto de piloto de Freig. Todo muy rápido.
-Buenas noches.
Esto era una obviedad porque en el espacio siempre es de noche, pero la fórmula se seguía utilizando más por inercia que por educación.
-¿Puede bajar la ventanilla.
Freig accedió.
-¿Sabe usted que está mal estacionado?
-Hemos tenido un accidente. Basura espacial, ya sabe.
El policía se desplazó alrededor de la nave hasta que vio a los MIG trabajando. Se acercó:
-Buenas noches.
-Buenas noches, buenas noches –respondieron ambos.
-¿Cuánto tiempo va a durar esto?
-Puede que 30 minutos –contestaron al unísono.
El policía volvió a la cabina para hablar con Freig.
-Buenas noches.
Freig saludó con la cabeza de mala gana.
-Dicen los robots que tienen para treinta minutos.
-Lo he oído, ya sabe cómo son estas cosas.
-Uhm. De acuerdo, documentación por favor.
Freig extrajo un minidisc de su reloj de muñeca y se lo entregó al policía. En él estaban sus datos, los de la nave, la carga, la ruta, los robots, todo. Incluso si había superado los límites de velocidad en algún punto, las paradas de descanso, jornada laboral de los robots, su Inspección Técnica de Robots fechada y sellada, absolutamente todo.
El policía lo introdujo en un lector acoplado a la manga del traje. Leyó la información y dijo:
-Sabe que le tengo que sancionar.
-No, no lo sé –respondió Freig enfadado porque siempre le sancionaban con cualquier pretexto.
-Uhm. Son varias las infracciones. Traslada mercancías peligrosas sin señalización exterior. Lleva sobrecarga, demasiado comprimida caballero. Está mal estacionado y no ha puesto los triángulos de avería. Tampoco sus MIG se han colocado los chalecos amarillos distintivos para andar por ahí afuera. Y a usted le veo sin cinturón de seguridad.
-Sí, pero ya le he dicho que hemos sufrido un accidente. Estamos reparándolo con urgencia o moriremos. La carga se descongelará, y si lo hace se descomprime. Entonces habrá que lanzarla al espacio para que la nave no reviente por la presión interna. Y yo me he soltado el cinturón porque ando de un lado a otro de la nave organizando la reparación. Es una cuestión de vida o muerte.
-¡Capitán mi capitán, no pulse botón azul! –sonó un grito que provenía de la bodega pero parecía muy lejano.
-Me da igual caballero. Tengo que sancionarle, son las normas. Además, añadiré desacato a la autoridad con la reciente intromisión de su robot. A ver…
Sonó la campana de una caja registradora.
-Sí. Total… 39 puntos de carnet, 850.000 coronas imperiales y… dos años de cárcel. Sí, exacto, dos años. Tengo que detenerle, salga de la nave inmediatamente. Sabe que puede recurrir si no está de acuerdo.

Freig había fingido no tener miedo hasta ese momento porque era el capitán. Pero lo cierto… es que ahora ya no lo tenía. Aquel agente prepotente y arrogante le había dado el empuje que necesitaba para que su viaje fuera de verdad sin retorno. Encontró en un segundo la razón de todo lo ocurrido, y sintió paz.
Abrió las compuertas de descarga rápida y lanzó los documentos al exterior. Allí recuperaron su tamaño original, quedando la información confidencial al alcance de cualquiera en un futuro. Parte de ellos se arremolinaron sobre el policía que trataba de quitárselos de encima a disparos, era inútil. Los documentos le rodeaban como una nube de pájaros. De miles de pájaros. -¡Queda usted detenido! –se oía gritar al policía desde el interior de esa nube de papeles.
Lo mismo ocurría con la nave patrulla, envuelta toda ella entre desperdicios de noticias falsas y discursos políticos que crecían según transcurrían los segundos. Desesperado en su interior, el policía activó las sirenas de emergencia y disparaba sin control. En vano. Las noticias y los discursos no hacían sino crecer y crecer, sin afectarles tanto proyectil en su oquedad.
Freig sabía que en menos de un minuto tendría encima a toda la guardia planetaria. Solían ser muy eficaces y contundentes cuando se trataba de conductores, borrachos y autónomos del transporte en general. Tanto como cobardes cuando había que perseguir delincuentes: con frecuencia los perdían alegando falta de medios. Freig sabía que esto era mentira, lo que sobraban eran miedos.
-¡Capitán mi capitán, no encienda motores. Volaremos!
HP3 era muy bueno haciendo previsiones negativas. Supo con mucha antelación el desenlace. Freig acababa de comprender: este era su viaje sin retorno definitivo. Su último viaje, como él quería, porque ya había llegado a destino. No viviría en su residencia extrasolar.
Pleno de paz, casi felicidad, pulsó el botón azul de encendido.
Una llamarada prendió el combustible, las partículas de alta energía desperdigadas por el espacio como la cola de un cometa. –Precioso –se dijo. El fuego penetró en el tanque averiado segundos después de que Freig, dando un corte de mangas al policía que le amenazaba desde el interior de la nave patrulla, dijera:
-Cógeme ahora si puedes, ¡cabrón!

Los depósitos explotaron. La nave de Freig se volatilizó, junto a los robots y la nave patrulla. La documentación sensible, esperando ser encontrada.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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