martes, 18 de septiembre de 2012

ENTREVISTA CON MI VAMPIRO (relato no tan corto)


ENTREVISTA CON MI VAMPIRO


<<VIAJES TRANSILVANIA EXPRESS. SU VIAJE DE LEYENDA.>>
-No está mal la frase publicitaria, ¿no le parece?
-¿Perdón?
-El nombre de la compañía, apropiado. ¿No cree?
-No sé, si usted lo dice.
-Perdone, no me he presentado. Me llamo Eristoff. Y soy siciliano.
-¿Con ese nombre?
-Sí, bueno. Es una larga historia. Si quiere se la cuento.
-Mejor no. O me veré obligado a contarle la mía. Y esta sí que es larga.
-Ya. Uhm… Misterioso paisaje, ¿verdad?
-Para mí no.
-Pues para un residente en el Sahara yo le digo que esta vista que tenemos es… integrante.
-¿Integrante? Querrá decir intrigante.
-Ah sí, perdón. Eso, integrante.
-¿Del Sahara? ¿No dijo usted que era siciliano?
-Siciliano de origen. Como he dicho una larga historia. ¿Quiere que se la cuente?
-No no, no se moleste. No vaya a ser usted un integrista con tanto integrante. Pero si esto lo considera  raro, espere al llegar a la zona de túneles. Ahí el paisaje se vuelve... misterioso.
-¿Misterioso? ¿Más?
-Sí, así es. Ya lo verá.
-O sea que este folleto no miente.
-Déjeme ver…
-Es de la agencia. Ahí compré el billete. Una oferta especial, todo incluido. Pero no sé que incluye porque aquí no lo dice… No está claro. Problemas con el idioma, ya sabe.
-No, su billete no miente. Tome. Incluso diría que se queda corto. Así que otro turista.
-¡No, no! Yo no soy ningún turista, no me confunda por favor. Que uno tiene su dignidad. ¡Yo soy un viajero!
-¿Un viajero? Pues tiene apariencia de turista. De esos que no llevan nada organizado. Que llaman a la puerta de una casa a las once de la noche, muertos de hambre, sucios y tiritando de frío, para ver si les dan una cama. O una patada.
-¡Me insulta usted!
-Disculpe, no era esa mi intención. Pero vienen muchos viajeros por aquí esperando hacer el trayecto de su vida y uno se cansa de tanto aprovechado. Incluso aquí, en el tren, te los encuentras por los pasillos fingiendo una amabilidad que no tienen o dándote conversación en el vagón restaurante. Para que les invites a algo, ya sabe. O en el compartimento, aprovechando cualquier excusa para iniciar el diálogo. ¿No se ha dado cuenta de que sólo hablamos usted y yo?
-Sí, y me intriga. ¿Sabe por qué?
-Sencillo. De las seis personas que aquí estamos, sólo usted es forastero. Y hoy me ha tocado a mí el papel de amable ciudadano dando conversación al extranjero para que lo cuente y vuelvan más a visitarnos. Con suerte, quizás sea un periodista mediocre buscando la historia definitiva y escribe un gran artículo que nos resuelve la temporada. ¿Qué me dice? ¿Tengo razón?
-De acuerdo, me ha descubierto. No sabía que fuera tan evidente. Pero le digo que como periodista soy bueno. Ocurre lo de siempre, que los medios pertenecen a grupos de poder donde los puestos interesantes están ocupados hereditariamente. El resto, nos buscamos la vida de freelance. Como yo.
-Por eso tiene que viajar. Para vivir de los paisanos.
-¡No no! Yo me pago mis cosas.
-Hasta que se le acabe el dinero o consiga lo que ha venido a buscar… Déjeme adivinar… ¿Una historia con misterio, intriga, sangre, vampiros y bellas mujeres secuestradas con curvas voluptuosas?
-Yo no lo diría así exactamente. Mis intenciones son
-¿Más elevadas?
-¡Sí, así es! Más elevadas.
-¿Y le parece suficiente mil ochocientos metros de elevación?
-No le entiendo.
-Es la altitud a la que estamos ahora mismo. Claro que siempre se puede superar, hasta los dos mil trescientos metros. Ahí sus intenciones alcanzarán el punto máximo de elevación. Lo sabrá por la locomotora, apenas puede mover los vagones. Son demasiados pero los recortes han traído estas cosas. Ahora viajamos peor.
-A mí me va a hablar de recortes. Em… Y volviendo al asunto, sí lo reconozco. Esa es la historia que busco.
-Lo sabía. Y le agradezco que no me mienta. Otros lo han hecho y me enfurece muchísimo. Deben creer que por aquí somos todos estúpidos, pero a ustedes basta sólo con mirarles. Mochila, libreta, bolígrafo, grabadora, pilas de repuesto, cámara de bolsillo... Lo habitual.
-¡Parece que me hubiera registrado usted!
-No, no. No lo necesito. Cualquiera de los aquí presentes lo habría adivinado.  
-Presentes durmientes, dirá.
-No se equivoque. Que ninguna haya dicho una palabra ni haya abierto los ojos no significa que no estén escuchando.
-Pero no nos entenderán, supongo. Por cierto, ¿dónde aprendió mi idioma? ¡Habla usted muy bien!
-Donde todos, en el colegio. Escuela multilingüe.
-¿En el colegio?
-Sí. Mandarín, ruso, español, francés e inglés. El gobierno invertía mucho en educación.
-¿Invertía?
-Sí, los recortes, ya sabe.
-Ah, claro. Qué gobierno más sabio tenían ustedes.
-No se engañe, como todos. Era por el turismo. Para que podamos atender a turistas despistados como usted.
-Viajero, le he dicho que soy un viajero.
-Como prefiera. Viajero despistado.
-Y… ya que nos hemos sincerado… ¿No conocerá usted a algún vampiro, o similar? Me basta con un familiar, no quisiera yo despertarlo de su sueño profundo.
-¿Un vampiro? Es usted directo. Normalmente dan varios rodeos antes de afrontar la cuestión. Directo  pero vulgar. Periodista viajero vulgar, un turista, lo que yo digo. Mire por la ventanilla, aquel monte es el comienzo de la zona de túneles.
-¿Y falta mucho?
-Veinte minutos aproximadamente. Antes de los recortes esto se subía en diez, pero…
-Los recortes, sí. Como en todas partes. No me ha dicho si conoce a algún vampiro.
-Sí, cómo no. Al igual que el resto de los viajeros de este tren. Exceptuando a periodistas, turistas y despistados. ¿Sabe cuánta gente lo confunde con el Orient Express?
-¡No me cuente! Hay cada uno por ahí… ¡Tendrían a un vampiro delante y no se darían cuenta!
-Cierto. Como usted.
-¿Cómo yo? ¡Por favor, me está faltando al respeto!
-¿Eso cree?
-Sí, eso creo.
-Juzgue usted mismo. ¿No quería encontrarse a algún vampiro?
-Sí, por favor. Debo tres meses de alquiler y como no venda una buena historia me veo en la calle con esos indignados.
-Está hablando con uno. Y ni se ha enterado.
-¿¡Cómo!? ¡No le oigo bien! ¡El ruido de la locomotora!
-¡Eso es porque nos acercamos al túnel. Plena potencia! ¡Decía que tiene usted a uno delante! ¡Cerraré la ventanilla!
-Muchas gracias, así mejor. ¿Quién, usted o uno de estos?
-Todos. Aquí somos todos vampiros, hombre. ¿Qué ocurre, no estaba escrito eso en su folleto?
-Desde luego que no. Es más, decía lo contrario. Mencionaba que tras largas averiguaciones y adentrándonos en túneles secretos, pasadizos y criptas podríamos encontrar algún vestigio de su existencia.
-¿Eso decía? ¿Lo ha leído usted?
-Yo no, la máquina traductora.
-Claro. Ay alma cándida. Es usted más simple de lo que parece. ¿No se da cuenta de que eso son trucos de vendedor? Para darle misterio y provocar su interés. Un truco para turistas, lo que digo. ¿De qué se cree usted que vivimos en este país? ¿De trabajar la tierra? La tierra es para el que la trabaja, y como aquí todo pertenece al estado…
-Per… per… done. Señor… ¿cómo se llama? Aún no me ha dicho su nombre.
-Vladimir The Ripper es mi nombre artístico. Aunque los amigos me llaman Antonio.
-¡Querrá decir Anthony! O algo así.
-No, caballero. Antonio.
-¿En español?
-Sí, en español. ¿Decepcionado?
-No le mentiré, un poco sí. ¿Nieto de emigrantes quizás?
-Acertó usted. Primer éxodo, época moderna.
-Ah, claro. Me han contado que ahora hay una nueva oleada de emigrantes superior a la guerra. ¡Están llegando al Sahara!
-Pues no lo sé, yo perdí todo contacto. La tierra es tierra en todas partes.
-Pero, no entiendo. ¿Y cómo se convirtió en vampiro? ¿Quién le mordió? ¿Lo era antes de nacer? ¿Duele? Espere espere. Saco mi libreta de notas rápidas.
-Mire que es usted infeliz. Se nota que es joven con ilusiones. No se preocupe, se le pasarán antes de lo que imagina.
-A ver, dígame. No me hable muy rápido que la taquigrafía aún la tengo verde. Cuente, cuente. ¿Cómo se hizo vampiro? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Por quién? Las preguntas de todo buen periodista, ya sabe. Ah se me olvidaba, ¿a cuántos ha mordido? ¿Le he preguntado si duele?
-Tranquilícese hombre, habrá tiempo. Además, una vez entremos en los túneles no va a poder escribir.
-¿Por qué? ¿Me van a secuestrar? ¿A morder? ¿A matar? ¿A robar?
-Y dale. ¿¡Pero de dónde ha salido!?
-Del Sahara, ya le he dicho que del Sahara.
-¡Que no es eso! ¡Me pone usted nervioso! ¡Y mire que he visto cosas! Digo que no va a poder escribir por falta de luz. Los túneles y el tren están sin energía eléctrica. Los recortes, se lo he dicho.
-Ah, vaya. Es por eso.
-¡Pues claro! ¿Qué pensaba? ¿Qué algún vampiro le iba a chupar la sangre aprovechando la oscuridad?
-Sí, qué menos. ¿No ha dicho que esto está lleno de vampiros?
-Pues claro que lo está. Este es un país sin industria, y el campo apenas da de comer. En general todo el sector primario es ruinoso. Qué le voy a contar. Nuestro futuro está en el turismo, por eso nos hacemos vampiros. De algo hay que vivir y los turistas pagan bien estas bobadas.
-Creí que odiaba a los turistas.
-¡Por supuesto que los odio! Vienen aquí con su pulsera todo incluido y se creen los dueños de la tierra. Hay que sacarles el dinero por ignorantes e imbéciles.
-Ya entiendo. ¿Y cómo funciona?
-Antes era más sencillo. Te colocabas los implantes, unas lentillas rojas, una capa larga y negra, y ya podías empezar a trabajar. Rápido, simple y eficaz. Ahora, con estos burócratas europeos, la cosa se está poniendo difícil. Hacen falta tres permisos.
-¿Permisos?
-Sí, como lo oye. Uno de sanidad, por aquello de los implantes. Yo me los hice en una clínica cubana de maxilofacial. Unos verdaderos profesionales, créame. Aún guardo su tarjeta, luego se la doy para cuando se haga mayor. También antes de lo que se imagina, ya verá. Pero hay mucho intrusismo, y conozco a compañeros que las han pasado canutas por culpa de las infecciones, material defectuoso… Un desastre.
-Donde haya un profesional…
-Ya lo creo. El otro permiso lo otorga el ayuntamiento. Nos asigna zonas y horarios de trabajo. Prohibidas las inmediaciones de colegios y hospitales. Para los colegios mal ejemplo, en los hospitales malas vibraciones.
-Es normal.
-Tal vez. Y que nos quiten la pasta porque en el fondo todo es una excusa para sacarnos el dinero con impuestos.
-¡A mí me va a contar!
-Y el tercero es del sindicato. La jornada laboral, los días de fiesta, las tarifas, todo lo controla el sindicato. Otra mafia casi peor que el ayuntamiento porque esos te tiran piedras si te ven trabajando cuando no quieren. El último compañero acabó en el hospital. Y después el ayuntamiento lo denunció por ocupación de zona prohibida. Tuvo que empeñar los colmillos para poder pagar a todos esos chupasangres. Un verdadero desastre.
-¿Y si enferma? ¿Dónde va?
-Medicina privada, joven. Otra pasta, no se crea. Esto del vampirismo se está poniendo difícil. Cada mes hay una media de treinta nuevos asociados. Ya tocamos a cinco por turista. Y con la crisis de valores y los precios sin subir en tres años… ya me contará. Lo que digo, muy mal.
-¿Cuánto gana en una semana?
-Se imaginará que depende del mes. En verano hay más turista pero menos horas de luz. Y aún no sé por qué pero la gente prefiere que le muerdan por la noche. Se meten más en el papel.
-¿Cuánto cobra por una mordida?
-Cinco dólares en la muñeca. Diez en el cuello. Para el resto del cuerpo la tarifa es libre: fuera del límite de zona.
-Como los taxis.
-Igual. ¿Qué es el cuerpo sino un territorio conquistado?
-Tiene razón.
-Primer túnel.
-¿Cómo?
-Que recoja su libreta. Entramos en el primero de los túneles… ¡Ahora!
-…
-¿¡Oiga!? ¡¿Me oye!?
-¡¡Sí, sí!! ¡¡Mal pero le oigo!! ¡¡Es que ha sido tan repentino que me he llevado un susto!!
-¿¡Susto!? ¡¡No lo creo!!
-¡¡Qué mal le oigo!! ¡¡Mucho ruido!!
-¡¡El túnel!! ¡¡Decía que un susto es imposible!!
-¿¡Por qué!?
-¡¡Porque los sustos son a quince dólares!! ¡¡Ya nadie hace nada gratis!!
-¿¡Quince dólares!?
-¡¡Sí!!
-¿¡Por qué más caro!? ¿¡No debía ser al revés!?
-¡¡Todo lo contrario!! ¡¡Es mucho más difícil asustar que morder!! ¡¡Y no digamos si el encargo es para un adolescente!! ¡¡A esos no hay quien los asuste con tanto vídeo juego de terror!!
-¿¡Y en euros!? ¿¡Cuánto cobra!?
-¡¡Lo mismo, quince!! ¿¡Por qué, quiere uno!?
-¡¡No lo sé!! ¡¡Sería por el artículo!! ¡¡Aunque de momento con la negrura esta ya voy servido!!
-¡¡No se preocupe, se acaba!!
-¿¡Qué!?
-Que se ha acabado. Volvió la luz.
-Uff, y un poco de silencio. No había forma de entenderse con tanto ruido.
-Eso ocurre porque los túneles son muy estrechos. Los hicieron así por los recortes y ahora resultan ensordecedores.
-No se crea, en mi país la cosa también va muy mal.
-Yo mantengo la teoría de que los túneles son tan ruidosos para que no conspiremos.
-¿Conspirar? No le entiendo.
-Sí, hombre. Mire que es usted joven. Si no nos oímos no podemos entendernos. Y así no conspiramos. ¿No le parece?
-Ahh. Oiga, pero… antes aquí éramos seis. ¡Falta uno!
-¿Seis? Se confunde usted. Estamos todos.
-¡Que no, que no! Le digo que antes de entrar al túnel no había un asiento vacío. Y ahora sí, mire, enfrente a la izquierda.
-Olvídelo, estamos todos.
-¡Que no hombre!
-No insista, hágame caso.
-No sé… Yo diría…
-Disfrute del paisaje antes del próximo túnel.
-¿Cuántos son?
-¿En esta zona? Seis. Pero más adelante hay otro buen número de ellos.
-Vaya. Oiga, me contaba usted sus problemas con el sindicato y la salud, pero… ¿Puedo hacerle una pregunta personal?
-Claro, para eso está aquí, ¿no?
-Sí. Mire, es que tengo curiosidad.
-Diría yo que no tiene usted otra cosa en el mundo.
-Eh… Quizás tenga razón…
-Pregunte hombre, pregunte.
-Dice que es un vampiro… Pero no le veo los colmillos. Ni los ojos sanguinolientos ni
-Ni la capa negra, ni la piel blanca y fría como la luna, ni mi voz es cavernosa y grave ni la mirada terrible asesina… ¿Verdad?
-Eh... Sí, así es.
-Ayy, siempre me tocan a mí los más difíciles. ¿Cree usted que en un día caluroso como hoy, viajando en este viejo tren estrecho y sin aire acondicionado puede uno ponerse la capa encima? Un poco de piedad, caballero. ¿O quiere que me deshidrate? Y la piel blanca es puro maquillaje, no se engañe. Yo mismo le he dicho que soy descendiente de españoles. ¡Españoles del sur!
-Sí, lo he anotado.
-Pues ya sabe si los conoce un poco: tez morena, pelo negro, ojos negros. Sangre árabe que corre por sus venas. ¿O no se ha dado cuenta?
-Pues… no.
-Para ser periodista no es usted muy observador. Lo de los colmillos se lo perdono porque los míos son retráctiles. ¡Mire, mire!
-Tiene razón, no se nota nada.
-Sin embargo, fíjese ahora.
-¡¡¡Ahggg!!! ¡¡¡Joder qué susto!!!
-Tranquilo joven, ¡no se marche! Siéntese, siéntese y se lo explico.
-¿Qué me siente, a su lado? ¡Sólo si promete no volver a sacar esos colmillos!
-Que sí hombre. ¿Qué se ha creído, que me paso el día enseñándolos porque sí?
-Bueno, vive de eso, ¿no?
-Tiene razón, y por el susto son quince dólares.
-¿Quince dólares?
-Pues claro, ¿o prefiere que le cobre la entrevista?
-No no. Tenga su dinero. Pero en euros debería ser más barato, ¿no? Con el cambio…
-¡Tarifa plana! Quince monedas.
-Sólo tengo billete de veinte.
-Traiga. Lo que sobra es un depósito.
-¿Depósito?
-Sí, por la explicación. Ya le dije que fui a una clínica cubana, categoría. Como ellos hacen trabajos maxilofaciales, aplican un sistema de reconexión muscular y nerviosa que al arquear el labio superior asoman los colmillos. ¿Lo ve?
-Quite quite. Ya he visto bastante. Aunque es interesante.
-Y caro. Me quedo con su depósito.
-Vaya. ¿Pero no se nota usted raro sin ellos? Después de todo, es un vampiro.
-Al contrario, joven. ¿Sabe las llagas que me hacían? Se clavan en el labio inferior y no te dejan vivir. Se lo digo yo. Tengo un amigo que las está pasando canutas por culpa de los colmillos. Le han provocado una infección, porque no se engañe, nosotros tenemos registro sanitario pero… ¿y los clientes? ¿Están limpios los clientes? ¿Se han lavado antes de solicitar el servicio? Hay muy poco aseo personal.
-¡Eh un mondo difficile!
-¡Segundo túnel!
-¿Otra vez?
-¡¡Sí!!
-¡¡En el próximo avíseme con más tiempo!!
-¡¡Lo haré!!
-…
-…
-…
-…
-¿¡Quién me ha tocado!? ¿¡Quién ha sido!?
-¿¡Qué le ocurre joven!?
-¡¡Alguien me ha rozado el cuello!! ¡¡Por detrás!!
-¿Rozado? ¡Eso es imposible!
-¿¡Qué dice!? ¿¡No le oigo!?
-¡¡Ahora!!
-¿¡Qué!? ¡¡No le entiendo!! ¡¡Grite más!!
-Digo que ahora se acaba el túnel. ¿Mejor?
-Ah sí. Es un alivio.
-Y un bonito paisaje.
-¿Bonito? ¡Yo no veo nada! ¿Dónde estamos, en las nubes? ¡Y quiero saber quién me ha tocado!
-Se altera usted con la facilidad de un joven, amigo. Tranquilícese o no terminará el viaje. Disfrute de este paisaje cerrado de niebla y silencio a mil novecientos metros.
-¡Qué empeño con que disfrute! Si sólo veo nubes, ¿es esto un tren o un avión? ¡Y quiero saber quién me ha tocado! Un momento, falta otro pasajero. ¿Lo ve? ¡Ese asiento vacío no estaba antes!
-Tranquiiilo. Todo está bieeen.
-¿Cómo que está bien? ¿Cómo que está bien? ¿Pero no se da cuenta? ¡Ahora somos cuatro! Salimos seis de la estación, cinco del anterior túnel. Cuatro ahora. ¿Qué es lo que pasa, eh? ¡Y quién me ha rozado el cuello!
-¿El cuello? ¿Está seguro? ¿No habrá sido usted mismo apoyándose contra el asiento?
-¡No no! ¡De eso nada! ¡Alguien me ha tocado! ¿Y por qué falta otro? ¡El señor del sombrero, ése falta!
-Serénese. Les va a despertar.
-¿No decía que no dormían?
-Usted hágame caso. Todo está bien. Serénese.
-Uhm… Vale… Me calmo. Quizás haya salido al pasillo. ¿Podría ser, no?
-¡Pues claro, hombre! ¿Ve? Todo es cuestión de perspectiva.
-De acuerdo. Pero juraría que alguien me ha tocado el cuello. Y ya me gustaría a mí tener algo más de prespectiva en esa ventanilla. Todo niebla… Marea.
-Perspectiva. Es por la falta de profundidad. En la niebla no hay distancias ni referencias. Por eso la gente se pierde con tanta facilidad. Y respecto a lo del cuello, es imposible que le hayan rozado.
-Para usted todo es imposible.
-Esto que dice sí. Susto más contacto son treinta monedas. ¿Y usted, ha pagado?
-¡Por supuesto que no! ¡Cómo voy a pagar por esas gilipolleces! Debo tres meses de alquiler.
-¿Gili qué?
-Gilipolleces.
-Me gusta la palabra, ¿puedo usarla?
-Sí, ahí la tiene. Son diez pavos.
-¿Diez qué? ¿Pavos?
-Pavos sí, monedas. Son diez euros.
-Ah, dinero. Tenga. ¿Y qué significa?
-¿Pavos?
-¡No hombre! Gilipo… lleces.
-Ah, tonterías. Estupideces, eso.
-¡Oiga, me ofende usted! ¡Un respeto por la profesión!
-Perdone, no quise ofenderle pero me entra una cosa cuando lo recuerdo. No sé qué es, no tengo palabras pero me pone nervioso.
-Escalofrío.
-¿Qué?
-Escalofrío. La cosa esa para la que no tiene palabras se llama escalofrío.
-Exactamente. Escalofrío.
-¿Ve como sí hay palabras? Usted es periodista, debería conocer todas las palabras.
-Sólo las importantes.
-¿Las importantes? ¿Cuáles son según usted? Yo que hablo seis idiomas le aseguro que para mí son todas.
-Asesinato, secuestro, chantaje, terremoto, extorsión, accidente, catástrofe, inundación, huracán, asolar, desprendimiento, derrumbe, volcán… Ese tipo de palabras es importante. Ofrecen buenos titulares. ¿Seis idiomas? ¿No eran cinco?
-Ah ya entiendo. Sensacionalismo.
-Llámelo como quiera. Pero pagan el alquiler. Oiga, ¿las preguntas no debería hacerlas yo? Soy periodista.
-Pregunte usted. Pregunte. Aproveche ahora que todavía es gratis.
-¿Qué quiere decir?
-Lo que oye. El sindicato está pensando regularizar el tema preguntones.
-¿Preguntones?
-Sí, así llamamos por aquí a gente como usted. Quieren saberlo todo pero son demasiado cobardes para probar nada.
-Bueno, a mí me gustaría pero ando mal de liquidez.
-Sí, sí. Le entiendo. Pero pregunte rápido que pronto hay dos túneles. Prácticamente seguidos.
-De acuerdo. No olvide avisarme. ¿Hay algún límite de edad para los vampiros?
-Me gusta que me haga esa pregunta. Mejora usted.
-Gracias, lo intento.
-Últimamente con esto de la crisis la edad para establecerse está bajando demasiado. Como sigamos así volveremos a los tiempos de la revolución industrial. Y yo estoy muy en contra, ¿sabe? Todo ese vampirismo adolescente es un despropósito. Muchachos agresivos que aún no saben nada de la vida ya están dando mordiscos por ahí. ¡Incluso unos a otros! No tienen formación, no siguen un ritual o llevan un protocolo. No cuidan los detalles. Lo de esos muchachos es el mordisco por el mordisco, sin protección alguna. No sé dónde vamos a ir a parar. Mal, muy mal.
-Me suena. Así que no hay límite de edad. Anotado. ¿Y por arriba? Nunca he visto un abuelo vampiro.
-Lo mismo. Antes de la crisis la edad para trabajar estaba bien definida. Pero la escasez y la merma de las pensiones ha devuelto a las calles a gente con más de diez años de retiro. Le digo que como sigamos por este camino vamos a encontrar a abuelos desdentados por la calle tratando de morder a los clientes y… Qué le voy a contar.
-¡No siga! ¡Puahg qué asco!
-Feo está que yo lo diga, pero sí, un asco.
-Brrr… Pasemos a otra cosa. Siempre me ha intrigado eso de volar. ¿Cómo lo hacen? ¿Es natural, hay cursillos, pueden asistir los no vampiros? A mí me gustaría si están en precio.
-¡Ay, volar, alma cándida! Se lo cuento después de los túneles.
-¿Qué?
-¿No me dijo que le avisara? ¡Pues ahora!
-¡¡Se lo agradezco!!
-¡¡No las merece!! ¡¡Recuerde!! ¡¡Son dos!!
-¡¡Ah ah ah ah ah ah ah ah ah!! ¡¡Qué qué qué paaaaasa!!
-¡¡Tranquilo!! ¡¡Son baches!!
-¡¡Ah ah ah ah!! ¿¡Có co como que baaaches!?
-¡¡Sí hombre!! ¡¡Baches!! ¿¡Nunca ha ido en avión!? ¡¡Pues lo mismo!! ¡¡Baches!!
-¿¡Y y y y yyy cuántooo va aaa durar estooo!?
-¡¡Sujétese!!
-¿¡Qué!? ¡¡Ayyy!!
-¡¡Le dije que se sujetara!!
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¿¡Qué le ocurre!?
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¡¡Aguante un momento!! ¡¡Entre los dos túneles hay una ventana de luz de treinta segundos!!
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¡Ahora! Pero hombre, ¿qué hace usted en el suelo?
-¡Ay ay ay!
-¿Por qué no me hizo caso? Mire que es usted joven. Le advertí de que se sujetara. ¿En qué está usted pensando?
-¡Ay ay ay! ¡Qué golpe!
-Duele, ¿eh? Mejor quédese ahí. Ahora viene el otro túnel.
-¡¡Ayayayay!!
-¡¡Cierre la boca!! ¿¡No me ha oído!? ¡¡Esto está lleno de baches!! ¡¡La culpa es de los ladrones!! ¡¡Roban el hierro de las vías!! ¡¡Por eso vamos a saltos!! ¡¡El gobierno no tiene dinero para reparaciones!! ¡¡Se acaba ahora!! ¡¡No se preocupe!!
-…
-¿Lo ve? Vuelta a la placidez del viaje en tren.
-¡Ayayayay!
-Vamos, vamos. No se queje usted tanto.
-Ayayayay. Qué golpe. ¡Qué golpes!
-Veeenga, incorpórese usted que no ha sido nada. Estos jóvenes, ¡se nota que no han pasado hambre!
-Ayayay. Ayúdeme por favor.
-Eso está mejor. Deme la mano. Así es. Arriba. Vamos, vuelva a su asiento que está molestando a los viajeros.
-¿Molestando? ¿Molestando yo?
-Sí hombre. Ocupando el pasillo invade su espacio.
-¿Y quién se ocupa de mí? ¿Quién me ha tirado al suelo? ¿Eh? ¿Y quién se ha liado a patadas conmigo? ¿Eso no es molestar?
-Ya vuelve usted con sus paranoias.
-Le digo que alguien me ha tirado al suelo de un empujón y luego me han pateado.
-Se confunde usted. Han sido los baches. Esa es una zona muy dañada y los accidentes dentro del tren son frecuentes entre los turistas. ¡Ya le avisé!
-¡Y le hice caso! Me agarré pero le repito que alguien me ha dado un empujón. Caí al suelo y después empezaron las patadas. Seguro que tengo más de un hueso roto. Ayayay, qué dolooor.
-Eso es imposible.
-¿Otra vez con ese cuento? ¡Fíjese! ¡Ya falta otro!
-Digo que es imposible porque la paliza vampira son cincuenta dólares por cabeza. Si como dice usted han sido varios, ponga un mínimo de ciento cincuenta. ¿Le ha cobrado alguien?
-¿Cobrarme? ¿Le parece poco cobrar la paliza? ¡Y con paga doble!
-Pues si nadie le ha cobrado han sido los baches, ya le dije que hoy nadie trabaja gratis.
-¿Y cómo se explica al otro que se ha ido? La mujer gruesa, ¿no ve que ya no está?
-Todo en ooorden, olvídelo.
-¡Olvídelo, olvídelo! ¿No sabe decir otra cosa? ¿Cómo voy a olvidar que cada vez que entramos en un túnel desaparece alguien? Ya sólo quedamos tres. Según su teoría del pasillo debe estar lleno de gente. Ayy, qué dolor. Debo tener más de un hueso hecho puré.
-No sabe usted apreciar lo hermoso de la vida. Estos momentos de serenidad… lo son todo, joven. ¿No se da cuenta?
-Yo sólo me doy cuenta de que aquí desaparece la gente y todos se despiden de mí. ¡Y no hace ninguna falta! Estoy empezando a creer que este viaje fue una mala idea.
-Pronto se desalienta usted. Se nota que es joven, le falta cuajo.
-Esto no tiene nada que ver con la juventud. Una paliza es una paliza.
-Relájese, hombre. Disfrute del paisaje.
-¡Pero qué paisaje si no hay otra cosa que nubes y más nubes!
-Utilice su imaginación. ¿Qué hay debajo de las nubes?
-Usted sabrá. ¿Ha pasado más veces por aquí, no?
-Piense que podría ser un hermoso bosque lleno de animales corriendo en libertad. O una llanura interminable de yerba alta y fresca. O el mar. Imagine que debajo tenemos un océano infinito azul profundo. Entonces, el viaje sería otro, ¿no le parece? Y usted es un viajero y no un turista cualquiera, ¿no es así?
-Si debajo hubiera un océano mal me lo pone. No sé nadar y tengo pánico a las profundidades. Padezco un miedo incontrolable a no saber qué hay bajo mis pies.
-¡Qué falta de romanticismo la suya!
-No puede haber mucho romanticismo cuando te han dado una paliza por la cara.
-¿Por la cara? Pues no le veo señales. ¿No dijo que era en el cuerpo?
-¡Ay, déjelo! Es una forma de hablar. Mejor seguimos con la entrevista.
-Como quiera. Tenemos tooodo el tiempo.
-Uhm… No sé cómo interpretar eso… Es igual. He comprobado que en la oscuridad no podía verme. ¿Es así?
-Correcto.
-Yo creía que los vampiros veían perfectamente en la oscuridad. Por eso prefieren la noche, son aves de presa.
-¡Ja ja ja ja ja! ¿Pero de dónde saca usted esas ideas tan absurdas? ¡Aves de presa! ¡Ja ja ja ja ja!
-Lo que he leído por ahí.
-Cuentos infantiles supongo. Aves de presa, qué majadería. Pues no, no veo en la oscuridad. Al menos no mejor que usted. ¿Ve usted algo?
-No, nada.
-Yo tampoco. Y menos a esta edad. Sin mis gafas no soy persona.
-Querrá decir vampiro.
-Lo que prefiera. Usted es el periodista y seguro que sabe mucho de todo.
-Procuro estar informado, sí. Es mi deber.
-Claro, claro. Leyendo periódicos, supongo.
-Principalmente.
-Ah, entiendo.
-Ya que ha hablado de la edad. ¿Cuál es?
-Pregunta personal. ¿Cuántos años diría usted que tengo?
-No sé… Entre cuarenta y cincuenta, pero soy muy malo para estas cosas. Supongo que me equivocaré en más de cien. ¿Tal vez doscientos?
-¡Ja ja ja ja ja! ¡Mira que es usted ingenuo! ¡Doscientos años! ¡Qué horror! Me divierte usted con sus inquietudes de best seller mediocre. Qué quiere que le diga, no me gustaría pasar de setenta. La vida de vampiro no es para un anciano. Conozco algún caso y…
-Vaya.
-¡Ja ja! Le noto decepcionado.
-Un poco.
-¡Qué sería de la vida sin esas decepciones!
-Quizás. Entonces, supongo que lo de volar…
-De volar nada, amigo. Me permitirá esta cordialidad. Y para serle sincero, esto sí que lo lamento. No sabe cuánto me hubiera gustado volar. ¡Aunque sólo fuera por el día! Volar… debe ser lo más parecido a la libertad.
-Bueno, hay más cosas.
-¿Ah sí?
-Claro. Andar en moto, conducir un descapotable, una lancha, muchas cosas transmiten esa libertad.
-¿Eso? perdóneme, pero eso no es más que viento en la cara. Si quiere bajo la ventanilla, saca usted la cabeza y tendrá la misma engañosa sensación de libertad. Pero no es más que un sucedáneo. Volar… es otra cosa.
-Vaya, me fastidió usted la experiencia. Y dígame, otra cosa más… Cómo diría yo…
-Usted verá que es el periodista y conoce todas las palabras importantes para anunciar cualquier idea. Es lo que hacen los periodistas, ¿no? Contarlo todo aunque sea mentira.
-No aprecia mucho esta noble profesión.
-La profesión sí. Los que la ejercen son el problema. Pero siga, siga. Continúe usted con sus preguntas.
-Ahí va, sin paños calientes. Es el tema de la sangre. ¿De verdad que es la sangre lo que convierte a un vampiro en inmortal?
-Ayyy, pero qué habré hecho yo para recibir tanto castigo. Vamos a ver, ¿tengo yo cara de inmortal?
-No lo sé. Nunca he conocido a ninguno.
-Yo tampoco. Le puedo asegurar que hasta el momento los compañeros de profesión más antiguos van muriendo uno tras otro.
-Bueno eso es lo que cree usted, pero quizás resuciten o algo así.
-¿Resucitar? ¿Y cómo salen de dos metros bajo tierra? ¿Con las uñas? Por no hablar de los que son incinerados. Que no hombre, que no. Ha leído usted demasiadas gilipollezes. ¿Se dice así?
-No no. Es gi li po lle ces. Con c de corazón.
-Ah, entiendo. Me gusta la palabra, gilipollezes, seguro que la puedo revender por ahí. Aunque bien podría ser con z de corazón, ¿no le parece?
-Como quiera. Y ahora que salió el tema, ¿es verdad que sólo pueden morir de una estaca
-¿Clavada en el corazón? ¡Toma, y usted! ¡A ver quién es el tipo duro que no fenece con un estacazo en el corazón! ¿Me permite una grosería?
-Sí por supuesto. Estoy acostumbrado, siendo periodista… Con toda confianza. Está usted en su tren.
-Amigo, tiene usted la cabeza llena de mierda.
-Oiga, sin faltar.
-Le he pedido permiso, ahora no me proteste.
-Tiene razón, disculpe. Pero son diez pavos por el insulto.
-¿Diez pavos? ¿De dónde saco yo diez pavos?
-Diez monedas, hombre.
-¡Ah!, explíquese mejor. Aquí tiene.
-Es que… ¿sabe todo lo que yo me he documentado antes de venir?
-Usted ha leído, cosa muy distinta a documentarse. Y no en las fuentes adecuadas. De lo contrario no haría esas preguntas tan ridículas.
-A usted le parecen ridículas pero es lo que la gente quiere saber.
-Ah no, amigo. Lo que la gente quiere saber y lo que cuentan los periodistas son dos cosas muy distintas. No se engañe.
-Tiene razón.
-Claro.
-Pero volviendo a la sangre. Si no inmortaliza sí servirá al menos de alimento. Recuerdo que cuando era pequeño en mi pueblo se mataba el cerdo y la sangre era muy apreciada para comerla con cebolla o hacer morcillas, por ejemplo.
-¿Y usted ha venido hasta aquí para buscar vampiros? Debería volverse a su pueblo. En cualquier caso, si bien un humano es un cerdo bipedestante, yo nunca la he probado.
-Entonces, cuando muerden qué hacen, ¿la escupen?
-Me obliga usted a ser grosero nuevamente.
-Vale, le he entendido. ¿Puede responderme?
-Todo eso de alimentarnos de sangre no es otra cosa que basura sensacionalista. Aquí somos gente culta, educada, seria. Sensible. ¿Se cree usted que yo me voy bebiendo la sangre de cualquier mangurrián que encuentro por ahí? ¿Eh? ¿Tengo cara de ser un chupasangres?
-Pues no lo sé, tampoco he conocido a ninguno.
-Permítame que le corrija. ¡Ha conocido a muchos!
-¿Yo?
-Sí, usted. Y yo, y cualquier persona que viva en este mundo que llaman civilizado. ¿Nunca ha rellenado un formulario bajo la mirada atenta y sospechosa de un servidor público? ¿Nunca ha sido amonestado, o sancionado? ¡Ahí tiene usted a sus chupasangres! Por aquí de momento nos basta con el zumo de tomate y coca cola.
-¿Zumo de tomate y coca cola?
-Sí, por supuesto. ¿De verdad pensaba que era sangre? ¡Qué asco! Por no hablar otra vez de las enfermedades. ¿Cómo sé yo que el cliente no lleva un regalo contagioso? Insisto en el tema sanitario: yo estoy limpio, ¿y ellos?
-Lo entiendo. Nunca me lo había planteado de esa forma.
-Supongo que no, habida cuenta de que llevan dos siglos escribiendo porquería sobre nosotros y el duro oficio de vampiro. Gilipollezes, con zeta de corazón que me gusta más.
-Pues el suyo será duro, pero el de periodista… No se imagina el desgaste que supone inventar una historia cada día, fingir que has contrastado las fuentes, darle realismo, es terrible.
-Se acostumbrará. No se preocupe. Pero ahora que lo comenta, observo que nuestras profesiones tienen algo en común.
-¿Ah sí? Ya me dirá.
-Vivimos en una farsa. Nos pasamos el día fingiendo que ocurren cosas que no son ciertas para interesar a los demás. Ya sabe, ¡tanto mientes tanto vales!
-¿Sí?
-Sin duda. ¡La mentira es un valor en alza!
-Me alegra oír eso. Se cansa uno de tanto apuro económico. Y yo me hice periodista para inventar historias y ganar dinero con ellas.
-Por eso muchos de ustedes se pasan a la novela negra. No encuentran la diferencia.
-Así es. Para terminar con el asunto de la sangre. Si no es cierto que muerden a las víctimas
-Clientes, joven. Son clientes. Y no es sangre sino zumo como he dicho. Aquí no muere nadie so pena de prisión por homicidio involuntario. Ese es nuestro mayor miedo, que se nos muera alguien del susto. Porque hay gente muy delicada demandando emociones fuertes. No se imagina qué miedo dan.
-Lo tacho, clientes entonces. Preguntaba cómo es la parafarnalia esa de la sangre chorreando.
-Se dice parafernalia. Con e de estrechez, para que la recuerde bien. Como ya he explicado, al zumo de tomate y coca cola no hay producto que lo supere ni efecto especial que lo iguale. Para el espectáculo cada uno tiene su método, pero se utiliza mucho un dispositivo similar al suministro de suero en hospitales. Yo, por ejemplo, llevo la bolsa en el bolsillo, me disculpará la redundancia.
-No es necesario.
-Bien, como decía, de la bolsa parte un pequeño tubo de goma que sujeto al brazo y dejo asomar por la manga boca.
-Boca manga, creo que se dice así. Aunque no estoy seguro, falté a muchas clases, ¿sabe?
-Sí, se le nota. Bocamanga entonces. En la mano escondo una pequeña bomba y con ella extraigo el contenido hasta el lugar donde quiero. Por eso debo poner la mano cerca de la boca al simular el mordisco. Para que el zumo chorree en el lugar correcto.
-Todo muy artesanal.
-Sí. Como le digo no hay un solo método y tampoco fabricante que lo comercialice.
-¿Y la mezcla, a qué se debe?
-Al igual que el invento, su contenido va en gustos. Hay quien prefiere sólo tomate, vegetarianos o con problemas de sobrepeso en su mayoría. El inconveniente es que da un color demasiado rojo. Y hay gente negra, muy negra por dentro a la que le corresponde un tono más oscuro. Pura psicología como ve.
-¿Y su sangre, cómo es?
-¿La mía? Roja. ¡Como la suya supongo!
-Quise decir la de la bolsa.
-Pues hable con propiedad, hombre. ¡El zumo!
-Sí, eso.
-Con un toquecito de coca. Aporta un color algo más oscuro y, lo más importante, sabe mejor. Más dulce. Ya bastante incómodo es nuestro trabajo como para meterse por el gaznate un producto que no gusta, ¿no le parece?
-Uhm… Si le dijera las cosas que yo me veo obligado a tragar para sobrevivir.
-Me hago cargo. Como bien ha dicho, ¡e un mondo difficile!
-Veo que es un profesional, lo tiene todo pensado.
-La experiencia, joven. Siempre es un añadido. Sin embargo, aún no he resuelto el tema de la temperatura.
-¿La temperatura? ¿A qué se refiere?
-Evidente. A la temperatura del producto. A primera hora está muy fría y los clientes lo notan. Si bien esto les causa cierta impresión y aporta mayor realismo que luego aparece reflejado en sus fotos o vídeos. Porque todo lo graban, no se crea. Aún no cobramos derechos de imagen, pero el sindicato está en ello.
-Es comprensible. ¿No llevará una muestra. Ya que estamos.
-Yo soy un profesional y en cualquier momento aparece un cliente que se ha de satisfacer. Aquí mismo, en la maleta. Mire, mire.
-¡Vaya! ¡Qué cantidad de bolsitas!
-¡Hay que ir preparado! Es temporada alta y se ha de ganar dinero para cuando baja la clientela.
-Claro, claro. Veo que tiene de distintos colores.
-El color es el mismo, joven. Lo que cambia es la tonalidad. ¿De verdad acabó la carrera?
-¡Entre las primeras notas!
-Pues cómo serán las últimas. Así nos va.
-¿Puedo probarla?
-Probarlo. Es zumo no sangre. Masculino singular.
-Como quiera. ¿Puedo?
-Después de todo lo que le he contado sería una ofensa no hacerlo. Tome, tome. Beba un chupito. ¡Esto es calidad!
-Ahhh… Pues tiene razón, está deliciosa.
-¡Y dale! Delicioso.
-Exquisito. ¿Puedo repetir?
-Sí, por supuesto. Me halaga usted. Zumo hecho sólo con tomates de la cosecha de invierno.
-Ahhh… Excelente. ¿Y eso por qué?
-¿Por qué excelente o por qué de invierno?
-Lo segundo. ¿Puedo repetir?
-Claro, tome. Soy muy exigente con el género. Sólo así logra uno buenos resultados. El tomate de verano se estropea rápidamente. Es más barato porque no todos los proveedores pueden mantener la cadena de frío. Se les echa a perder en campas y almacenes de bajo coste. Mal producto, precio más bajo. En invierno, se imaginará que ocurre lo contrario.
-Ahhh… Inmejorable. De los mejores zumos de tomate que he probado nunca. ¿Un último chupito?
-Tenga. Acábese la bolsa.
-Gracias es usted muy amable.
-No las merece. Son treinta dólares.
-¡Glub! ¿¡Qué!?
-Cinco por chupito. No se queje, es un buen precio. Y si tenemos en cuenta la calidad… Se ha bebido una bolsa entera, ¿sabe cuánto
-Vale, vale. No siga. Buen producto ya lo sé. Aquí tiene. Estoy recordando ahora el tema ajos, crucifijos… esas cosas. Supongo que todo mentira, claro.
-Supone bien. De hecho, tengo una gran predilección por los ajos. Machacaditos con aceite de oliva son excelentes para el corazón, yo tomo dos cada día.
-¿Predicación? ¿Es usted religioso?
-He dicho ¡predilección! Anote, pre di lec ción. Eso es, con dos ces y tilde. ¡En la o, no en la e! Por dios. Sin ir más lejos, este zumo lleva unos dientecitos de ajo. ¿Ha notado ese picorcito al final? Cosecha de invierno también. Extraordinarios. Del sur del país. Pura delicatesen.
-El único picorcito que he notado han sido los treinta euros. Si lo sé me traigo dólares, eso que me había ahorrado. Maldito euro.
-Venga venga. No se queje usted. Y lo que me preguntaba del crucifijo. Yo mismo tengo uno en mi habitación.
-Lo que yo he dicho, predicación. Lo sabía, mi olfato periodista no me engaña.
-Pues le aconsejo una revisión. El crucifijo perteneció a mi madre, ella sí era religiosa. Y mucho. Pero mi ateísmo es más fuerte que el odio. Lo guardo por su recuerdo. Murió el año pasado.
-¡Cuánto lo siento!
-No diga bobadas. ¡Qué lo va a sentir si no la conoció!
-Por educación, ya sabe.
-Pues déjese de formalidades conmigo. Y vaya recogiendo que pronto llega el quinto túnel.
-Lo había olvidado, es tan amena su conversación…
-Lo sé, lo sé. Me lo dicen siempre mis clientes. Un profesional, lo que digo.
-Voy guardando mi libreta, entonces. No quisiera perderla ahora que está llena de notas.
-Guárdela bien, sí. Mejorando lo presente, pero no se tiene cada día la oportunidad de entrevistar a un vampiro como yo.
-Ya está, todo en orden. Me agarraré bien fuerte al asiento, no quiero que me vuelvan a tirar. A este ahora lo voy a vigilar bien.
-¿Ya vuelve usted con sus paranoias? Se habrá caído en algún bache. Nada más.
-¿Ah sí? ¿Y la paliza, también la he imaginado?
-Quizás, la capacidad de autosugestión del ser humano es increíble. Piense en todos los charlatanes que hay por el mundo repitiendo con sus estigmas las heridas de Cristo en la cruz.
-Lo que usted diga. Pero a mí me han dado una paliza. Además, ¿no era usted ateo? Como se le ocurra acercarse al tipo de enfrente le planto una sonrisa en la cara de una patada, ya verá cómo le despierto. Vaya un sujeto, no ha cambiado de postura ni ha movido un músculo en todo el viaje. Parece un muerto.
-Usted ve muertos y amenazas con mucha facilidad. Se nota que es periodista.
-¡De raza! Y me da igual lo que piense, yo no me fío… El túnel, ¿es largo?
-Este no, pero también está lleno de baches. Le recomiendo que cierre la boca o se partirá algún diente  castañeteándolos. Peor aún, puede cortarse la lengua con ellos y eso para un periodista resultaría fatal. ¿No le parece?
-No sé cómo interpretar eso… ¿Y usted?, no parece alterarse.
-La costumbre, joven. Agárrese, ¡ahora!
-¡¡Uhm!! ¡¡Mmm!! ¡¡Mmm!!
-¡¡Tranquilo!! ¡¡Ya me lo contará a la salida!!
-¡¡Agg!! ¡¡Mmm!! ¡¡Mmm!!
-¡¡Sigo sin entenderle!!
-¡¡Mmm!! ¡¡Agg!! ¡¡Mmm!!
-¡¡Espere unos segundos!! ¡¡Esto se acaba!!
-¡¡¡MMM!!! ¡¡¡MMM!!
-¡¡Ahora!! ¿Ve?, mucho mejor. Se altera usted demasiado. Claro, la juventud es lo que tiene. Exceso de casi todo.
-¡Puahg! ¡Qué asco! ¡Puag, puag! ¡Abra la ventanilla! ¡Tengo que escupir en alguna parte!
-¿Pero qué dice hombre?
-¡Qué asco, qué asco!
-¿Asco? ¿Por qué? ¿No decía que le gustaba mi zumo?
-¡Que no es el zumo! ¡Alguien me ha dado un beso! ¡Tengo que vomitar! ¡Abra la ventanilla que tengo que vomitar!
-¿Cómo dice? ¿Un beso? ¿Aquí, ahora?
-¡Sí aquí, en el túnel! ¡Siempre me pasa algo en los túneles! ¡Cojodeeer! ¡Y de tornillo! ¡Qué asco toda la lengua gorda y babosa y áspera dentro de la boca! ¡Puahg! ¡Tengo que vomitar! ¡Tengo que vomitar!
-¿De tornillo? ¿Qué es eso? ¿Ferretero además de periodista?
-¡Que no hombre! ¡Que me han dado un beso con lengua!
-¡Ah un beso apasionado! Se explica usted muy mal le voy a ser sincero.
-¡De tornillo, con lengua, apasionado! ¡Me da igual cómo lo llame! ¡Puag, abra la ventanilla le digo que tengo que vomitar!
-No se lo aconsejo. Enseguida tenemos el otro túnel y si saca la cabeza se la dejará en la pared. A esta altura el espacio es mínimo, los recortes ya se lo he dicho. A nivel de suelo, en la vía, hay algo más de sitio, pero no aquí.
-¡Pues deme zumo! ¡Algo que me quite este sabor asqueroso! ¡Ha sido el tío este guarro! No hay otra posibilidad.
-Tenga, su zumo. Fíjese en el picorcito del ajo que le he mencionado. Y en las especias, un poquito de orégano, una pizquita de albahaca y una puntita de pimienta. Roja, por supuesto. Son veinte pavos, como usted dice.
-¿Veinte, no eran treinta?
-Sí pero me quedo la palabra, le descuento diez pavos por la palabra pavos. Es corta, me gusta.
-El negocio es el negocio.
-Así es. ¿De modo que por eso estaba usted tan callado en el paso del túnel?
-¡Como para no estarlo! ¡Casi me ahoga el asqueroso! ¿¡Ve!? ¿¡Ve lo que le digo!? ¡Otro que ha desaparecido! ¡Mire, ya no está!
-Tranquiiilo. Tome su zumo con delectación, hombre.
-¡Pero qué delección ni qué narices!
-Delectación.
-Lo que yo he dicho. ¿No se da cuenta de que cada vez que entramos en un túnel a mí me ocurre algo y uno de los viajeros desaparece? ¿Me está tomando por imbécil? ¡Que yo soy un periodista!
-Tranquiiilo, todo está bien.
-¿Pero cómo me voy a tranquilizar? ¿Se ríe de mí o qué pasa?
-No, no. En absoluto, joven. Es que le noto muy alterado, eso es todo.
-¿Alterado? ¡Yo soy el que no entiende su parsinomia!
-Se dice parsimonia. Y no es tal. Lo que ocurre es que hay que tomarse la vida con sosiego. Y usted, joven y periodista, está en el grupo de alto riesgo. Morirá de un infarto antes de los treinta y cinco si no aprende a relativizar.
-¿De los treinta y cinco? ¡Será una suerte si no me da un ataque en este viaje!
-Pues por eeeso. Beba, beba su zumo y verá cómo se relaja. Pero beba con moderación, conocerá el consejo.
-Algo he oído. ¿Y sabe qué le digo? Le haré caso. A la mierda todos, si se quieren ir que se vayan; no debe quedar sitio en el pasillo para una mosca. Pero tengo un mal rollo con estas desapariciones y sus despedidas… que mejor no le cuento.
-Mal rollo. Uhm… interesante expresión. Beba y disfrute. Del zumo y del paisaje. ¿Ha notado el picorcito del ajo? El próximo va por cuenta de la casa.
-Ahh, yo no encuentro ese picorcito que dice, y no sé si será por la albahaca el tomillo o el laurel, pero está delicioso.
-Tomillo y laurel no lleva, pero probaré en mi próxima remesa, me quedo también la sugerencia. Le abono la idea y la expresión mal rollo con el siguiente zumo gratis.
-Gracias. Su paisaje en cambio no lo aprecio tanto. Sólo veo nubes.
-No es lo que se ve, joven. Sino lo que pueda imaginar bajo esas nubes cubriéndolo todo.
-A estas alturas del recorrido sólo cosas chungas, en el sentido más abierto de la expresión.
-¿Chungas? Otra palabra curiosa, ¿me la vende?
-Faltaría más. Veinte pavos, en euros por favor.
-¿Veinte? Ha subido usted.
-La inflación. ¿O prefiere una deflación?
-¡No, no, no! Quite, quite, mucho peor. Aquí tiene su dinero, sus pavos. Puedo ahora utilizar esta palabra con propiedad, la he pagado.
-Y hablando de alturas. ¿Cómo andamos?
-Qué pregunta, en tren, ¿no lo ve?
-Digo que cómo estamos de altitud.
-Pues hable usted con propiedad, ¡hombre! ¿O es que aún no ha pagado esas palabras que usa?
-Estoy yo como para pagar palabras, si no tengo para el alquiler.
-Vamos, que siendo periodista escribe usted de prestado.
-Las palabras sí. Es lo que hacemos los periodistas, robar historias de otros. Somos…
-Ladrones de vidas.
-La mayor parte del tiempo sí.
-Y cuando no hay nada que robar, se las inventan.
-Qué le voy a contar.
-Nada, mejor no me cuente nada porque será robado o mentira. Y me siento incómodo, oiga. Me convierte usted en cómplice de un delito de apropiación. Y yo soy un vampiro serio.
-Le comprendo. Ahh, exquisito. No me ha contestado.
-Dentro del próximo túnel alcanzamos la altitud máxima. Dos mil quinientos metros.
-¿No dijo que eran dos mil trescientos?
-Sí, pero la inflación aquí es muy fuerte.
-Suerte que tienen. En mi país estamos sufriendo una deflación y eso
-Eso es hundirse.
-Así es. Definitivamente. Ya le dije que las cosas estaban mal, ¿quiere que le cuente?
-No, no. Que me hace cómplice.
-¿Y tiene que ser precisamente dentro del túnel cuando se alcancen esos metros?
-Qué quiere que yo le haga: graciejas del ingeniero. Lo llamó el túnel doble arco.
-¿Doble arco?
-Sí, la curva horizontal es un arco. La vertical otro.
-Qué complicado.
-Y costoso en vidas. Se diseñó así pensando en el premio internacional de arquitectura.
-¿El Pritker?
-Pritzker. Sí. Pero no lo ganó.
-Claro, poco práctica la idea.
-No, no. No fue por eso. Sabe que genialidad y práctica pueden ser conceptos antagónicos.
-¿Entonces?
-Pues precisamente por eso, por carecer de concepto fue que no lo consiguió.
-Ah… ¿Y el doble arco es muy largo?
-No demasiado. El problema es que la locomotora ya apenas tiene potencia para subir tanto y la velocidad a la que se atraviesa es ridícula.
-O sea que no es largo pero sí lento.
-Exactamente. Va a tener usted madera de periodista después de todo.
-Ya se lo decía yo. ¿Y cómo de lento?
-Más de lo que se imagina. ¡Fíjese que corre el rumor de que algún tren todavía no ha salido de él! ¿Puede creerlo?
-A estas alturas, perdón por la redundancia, ya me creo todo.
-Pues le digo que va tan lento que puede usted incluso bajarse en marcha, adelantar unos metros, pasear, y luego retomar el tren en el mismo vagón.
-Eso es muy lento.
-Sí.
-Uf. Al menos sólo quedamos nosotros dos en el compartimento. Espero que esta vez no ocurra algo raro. ¿Y queda mucho?
-Nada. Empieza justo ahora.
-¡¡Vaya!! ¡¡Sí que estábamos cerca!!
-…
-¡¡Pues tiene usted razón, la marcha se vuelve más lenta!! ¡¡Y más!!
-…
-¡No sé por qué grito tanto! A menor velocidad menor estruendo.
-…
-Estoy pensando en eso que ha dicho, lo de bajar del tren. Para estirar las piernas… Claro que… va tan cerca de la pared… que asusta… No sé… ¿Se le ocurre alguna otra cosa de la que no hemos conversado?... Por la entrevista, lo digo… ¡Ah sí!, la luz del sol… ¿No le quema la piel?... ¿Cómo era aquello?... Claro que con las protecciones que hoy hay en el mercado… Con un factor cien no le queman ni las llamas… ¿Es así como lo hacen? ¿Con protección solar?... Oiga, ¿me oye?... ¡Eh, caballero!... ¡Vladimir!... ¡Vampirooo!... Pero bueno, ¿dónde está?... No le siento aquí al lado… En el asiento… ¿Ha visto el juego de palabras? No le siento en el asiento…. Pues a mí me parece ocurrente… ¿Lo capta?... ¡¡Eh!! ¿¡Me oye!?... ¡¡Oigaaa!!... Dita sea… ¿Se ha quedado dormido o qué le pasa?… Todo me tiene que pasar a mí… Uhm… Me parece que en la mochila llevo un mechero. Voy a buscar… A ver… libretas… lapiceros… pasaportes falsos… ajos… estacas… crucifijos… libros. Con lo preparado que yo venía, Crepúsculo, Tocar La Oscuridad, La Saga De Morganville… todo me he leído… Hay que documentarse… Por si las cosas se ponían feas… ¡Ah, sí! ¡Aquí está! Mi mechero… Vamos a ver que lo enciendo… ¿Oiga?... Pues no, aquí no está… ¿Dónde se ha metido?... Otro que me ha dejado solo, ¡será posible!... ¡Ay, que me quemo!... Pues nada, tendré que investigar por ahí… Con esta marcha extralenta no será difícil desplazarse por esta birria de tren… Y eso que no me gusta nada el periodismo de investigación, no está pagado. Te juegas el tipo por una miseria y siempre encuentras algo que no te gusta… Es lo que tiene investigar… que descubres cosas que no se pueden contar, y luego qué haces con ellas, ¿te las comes?, pues no, hay que venderlas… Pero no las compran… La verdad no está bien vista en el mercado. Como decía Vladimir, no cotiza. O algo parecido… Y yo me hice periodista para inventar historias, no para descubrirlas. Siempre asusta la verdad, yo soy miedoso por naturaleza. Bueno el mechero ya está frío, seguiré por ahí a ver qué encuentro. Uff, último trago de zumo… ¡y valor! ¡Allá voy!... ¡Eh, ¿hay alguien ahí?... Qué pasillo tan largo, no lo recordaba así… La oscuridad es lo que tiene, sombras infinitas… Pues en este compartimento no hay nadie tampoco… Nadie por delante, nadie por detrás… Mi sombra y yo, vaya dos… Nadie por ningún compartimento, ¿dónde es la fiesta? Porque en algún lugar tienen que estar todos. Ya lo tengo, en el vagón restaurante, con sus zumos de tomate y a saber qué más le ponen… Voy para allá… ¡Ay, cómo quema el mechero!... ¡Qué barbaridad!, pues no, no recordaba yo que el pasillo fuera tan largo… Nada, este vagón vacío también… todo vacío. Lo que digo, tiene que haber un fiestón en alguna parte. Dicen que si cantas no tienes miedo, que es un mecanismo psicológico de eliminación del temor… Creo que lo he leído en algún suplemento semanal o así… Aunque ahí dicen tantas gilipolleces, gilipollezes, como decía Vladimir… Ya lo estoy echando de menos, qué cosas, se encuentra uno a un desconocido en un viaje y le cuentas tu vida como si nada… Aunque en este caso me doy cuenta de que ha sido al revés… No he hablado de mí, claro que yo tampoco tengo mucho de interés… Nadie por aquí tampoco… Pues juraría que cuando he subido al tren había gente, ya estoy dudando… ¡Se confunde usted!, diría Vladimir, disfrute, disfrute del paisaje, beba su zumo… Como si lo oyera… Ah mira qué suerte, vagón restaurante. Seguro que aquí va toda la peña… Uy, esa es otra palabra que podía haberle vendido, no creo que él la use con ese significado… Vaya, qué siniestro lugar es este… Un vagón restaurante vacío… ¡Y con las mesas puestas!... Qué raro… platos… copas… pan de centeno, digo yo que no entiendo de pan y para mí todo el que no es blanco es de centeno… ¡Incluso hay botellas de vino abiertas!... Como si estuvieran esperando a los clientes… Sí que es raro esto… Ya me estoy mosqueando… ¡Oigaaa!... ¿Hay alguien ahííí?... Qué tontería, el idioma… A ver en el próximo vagón… Ah, que esto es la locomotora, mucho mejor. Seguro que aquí está el maquinista y me explica el misterio… ¿Se habrán bajado todos a las vías como ha dicho Vladimir? Pero no he visto ninguna puerta abierta… no sé… Más adelante… más adelante… Qué sucio está todo, claro, el carbón. Pura negrura. Como si hubiera ya poca… Y qué olor tan penetrante… A ver… Una puerta… Aquí debe estar el maquinista. ¡Exquius miii!... Bon yuuurrr!... ¡Qué tontería, si no sé hablar ningún idioma! ¡Oigaaa! ¡Señor maquinistaaa! ¿Se puedeee?... Nada, que no me oye, claro el hombre irá a lo suyo y… Me voy a quedar sin gas, voy para la cabina… Hola, ¡Jelouu!... Pero, ¡si aquí tampoco hay nadie!... ¡Estoy solo en este tren! ¡Solo! ¡Lo sabía, sabía que el periodismo de investigación no era lo mío! ¿¡Qué hago yo ahora, eh!? ¡Socorrooo! ¡Ayudaaa! ¡Pliiisss! ¡¡Socorrooo!! ¡¡Jelll!!

-Baje la voz, hombre. Que manían tienen todos con gritar.
-¿¡Qué, quién anda ahí!?
-Que baje la voz.
-¿¡Quién es, no le veo!? ¡¡Le advierto que voy armado!!
-Ji ji ji ji ji. Armado dice. ¿Con un mechero? Ji ji ji ji ji.
-¡Peor, soy periodista! ¡Puedo hacer mucho daño! ¡De la cara inmediatamente o lo contaré todo como yo quiera! ¡¡Se arrepentirá!!
-Ah, en ese caso.
-¿¡Cuántos son!? ¡Oigo varias voces!
-Deje de gritar, hombre. Y apague el mechero de una vez.
-¡Me niego! ¡No sin antes verle la cara!
-Ya está, otro alterado. ¡Pues por eso no nos ve! ¡Por culpa de la luz! Apague ese mechero le digo.
-No sé… Nada de lo que ocurre en este tren parece normal.
-Apagueee le diiigo.
-Sólo si antes promete no pegarme. O morderme. ¡O lo que sea que hagan por aquí!
-Ay, pero qué paciencia hay que tener con estos turistas. Aquí el único peligro es usted. ¡Va a incendiar el tren! ¡Apague ese mechero!
-Está bien, pero le recuerdo que sigo siendo periodista.
-Lo sabemos, y puede hacer mucho daño, sí.
-De acuerdo. ¡Ay, me quemé!
-Se lo decía yo. Va a arder el tren empezando por usted.
-Pues yo no veo nada.
-Un momento, que nos sacudamos el polvo del carbón. No hay otra forma de viajar de incógnito, ¿sabe?
-¿Cuántos son? Le anuncio que también soy cinturón negro.
-Sí, sí, claro. Cinturón negro de cuero, ¿no?
-Para que no se le caigan los pantalones, ji ji ji ji ji.
- Ji ji ji ji ji. Cinturón, cinturón. Ji ji ji ji ji.
-Es verdad, me han descubierto. Pero yo no veo nada.
-Un momeeento. Ahora salimos.
-¡¡¡AHGGG!!!

-Creo que nos ha visto. ¿Tú qué dices?
- Ji ji ji ji ji. Ahora sí, ji ji ji ji ji.
-¡Pero, caballero! ¡No se vaya hombre!
-¡Vuelvaaa!
- Ji ji ji ji ji. Cinturón, cinturón. Y periodista. Ji ji ji ji ji.
-¡Caballerooo! ¡Que estamos aquííí!
-¡Vuelvaaa!
-Sí eso, vuelvaaa.
-¡Pero no se baje del treeen!
- Ji ji ji ji ji. Cinturón y periodista. Ji ji ji ji ji.
-¡Que no nos hemos presentadooo!
-¡Joveeen!
-Nada, es inútil.
-Otro que se larga.
-Y otro que nos deja sin la paga.
-Tenemos que mejorar la presentación, te lo llevo diciendo seis meses.
-Y yo, y yo también se lo dicho, pero este no hace caso.
-Pues sí, hay que suavizar la entrada a escena porque yo no puedo seguir sin cobrar.
-Se asustan demasiado pronto. La idea del polvo del carbón no es buena, además, ¡me irrita la garganta!
-Un momento, no me echéis todos a mí la culpa. Es de la agencia, que vende billetes sin explicar qué significa un todo incluido.
-Sí, eso es.
-Sí sí. Ji ji ji ji ji. Periodista y turista. Ji ji ji ji ji.
- Ji ji ji ji ji. Todo incluido. Toma. Ji ji ji ji ji.
-Sí. Turistas.
-Turistas.


 © CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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