viernes, 16 de noviembre de 2012

CADENA DE FAVORES




CADENA DE FAVORES


Pedir favores a la gente es cosa complicada. No digo inhabitual,
digo mal solucionada:
tráeme esto; llévame tú aquello.
Acércame a allí; guíame tú hasta allá.
Déjame eso; préstame tú lo otro. Ya veremos si nos lo devolvemos.
Si nos traemos y llevamos, cuidado en dónde nos dejamos.

Que un favor es una cesión, de tiempo y servicio.
Y una cesión viene a ser un préstamo encubierto,
a la postre siempre descubierto,
de alto tangible o cuantificable. Como sea,
mensurable.
Por tanto, monetizable.

¿Cuánto dices que te debo?
El doble de lo que te pagué a ti.
¿A cómo la hora de tu tiempo?
A unidad y media de la tuya. Que por un rato de charla
me cobraste dos horas de mi vida.
¿Sabes tú cuánto produzco yo en dos horas?
Tú, que ni en dos ni en veinte haces nada.

Te presté la sal.
¿Dónde está mi azúcar?
¿Para cuándo esa harina rebozada?
Y mi visita al hospital, que me urgías, ¡te morías!
Al final resultó ser nada. ¿Sabes qué pagué por esas flores?
¿La mitad que yo por tus bombones? Por cierto ¿queda alguno?

¿Cuánto por las veces que te regué las plantas?
¿Cuánto por las que yo te guardé el correo?
Hubo un día en que te presté el teléfono.
Hubo dos en que te di tres sellos.

¿Hubo un tiempo en que fuimos amigos?
No.
No hubo nada.
Sólo favores, préstamos, servicios.

   
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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