viernes, 7 de diciembre de 2012

EL BUEN PROFESOR




EL BUEN PROFESOR


Cruza la calle señor Anselmo, resbala en un puñado de hojas secas, cae.
Me río, como es obvio.
Más bien me descojono, es más sano.

Ay, señor Anselmo, quién te ha visto y quién te ve.
O quién te vio y hoy no te ve.
Es más cierto.

Quién te soportó todos tus sermones,
tus amenazas disfrazadas de advertencias,
éstas que decían ser consejos;
éstos que nunca fueron tales,
ni para nada nos sirvieron.

Profesor de lengua aprendiz de literatura
aficionado de las matemáticas nefasto en el inglés
pesado en las ciencias naturales perfecto inútil con la plástica.
¡Tu mayor éxito!: lograste como inútil llegar a ser una inutilidad perfecta.

Ay Anselmito Anselmito, que con la regla nos pegabas y a los papás animabas:
a que nos zurraran por desobedientes y malos.
¿O era por tus calumnias tus paranoias tus chismes y fábulas?
¡Te hacían caso! Casi, te obedecían.
Eras el señor Anselmo al fin y al cabo.
Y eran otros tiempos qué suerte que tuviste:
hoy los padres pegan a los Anselmos por no domar a las fieras de la casa.
Léase educar.
Hoy son otros tiempos, es cierto y no por ello buenos.

Ay Anselmito, Anselmito, amigo de la burla en el reino de tu aula.
Única voz en treinta niños ejemplo solo para ti;
para el resto un mal ejemplo que mejor no seguir.
Aficionado a las bebidas frías a las bofetadas calientes
a las expulsiones de clase al suspenso por venganza
a la presión psicológica a la depresión inducida.

A contar entre cuentos y tus cuentos, muchas mentiras.
A arrojarnos el cepillo a mancharnos de tiza.
A señalarnos con el dedo a humillarnos en público.

¡Cuánto, es verdad,
de malo,
nos enseñaste!

¡Qué poco, una pena,
bien,
nos hiciste!

Ante mis ojos en el suelo ahora te tengo, Anselmo de nuestros horrores.
Espera no te levantes yo te ayudo.
Te remato.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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