viernes, 11 de enero de 2013

LA CALLE




LA CALLE


Inyectamos heroína en las calles durante más de una década.
En esa España de los ochenta y el Madrid de la movida:
que nosotros también quisimos ser protagonistas.
¡Y vaya si nos movimos!
Primero Chueca Lavapiés Malasaña.
Luego El Prado Argüelles Puerta del Hierro Barrio de Salamanca.

Envenenamos a miles de desgraciados nacidos para matarse.
Muchos eran niños ricos blancos.
Algunos murieron. Yo mismo fui a un par de entierros:
curiosidad. Quería saber qué sienten los padres que pierden a un hijo
justos cumplidos los veinte.

Por unos gramos de polvo sucio sacamos buena pasta en limpio.
Y unos cuántos polvos con niñas ricas colgadas de nuestra harina blanca.
Muñequitas de porcelana que tras frotarnos con ellas las manos
quedaron muñecas de trapo rotas.
Inservibles hechas pedazos.

Donde hay drogas hay dinero. Donde dinero drogas.
Atracos muertos y sangre.
Y policías y corrupción y sobornos y chantajes.
La manzana de la movida estaba bien agusanada por dentro.

Los políticos se daban baños de masas
y ungidos en el sacrosanto bálsamo de la libertad
arengaban al pueblo graso a pasarse por la piedra al régimen.
El grueso de la masa se colocaba sólo con oírlos.
Y con la ayuda de nuestra heroína
se veían como héroes forzando el cambio.
Un avance necesario.
Que nunca llegó.

Nosotros, en cambio, sí nos adaptamos.
Metió las narices en nuestro mercado la prensa y la heroína tuvo muy mala prensa.
Ya se sabe que el periodismo de mierda todo lo contamina:
hoy sólo pasamos cocaína.

Hemos abierto el diapasón,
y cruzan las puertas de la percepción nuevos clientes:
políticos abogados policías periodistas sacerdotes jueces.

Ha crecido tanto la demanda
que el negocio ahora de verdad marcha.
Semos gente con niciativa.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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