sábado, 19 de enero de 2013

PRÉSBICOS





PRÉSBICOS


Siempre soñé con usar gafas. Colgármelas de la nariz aunque no hicieran falta.
Para plantar buena fachada.
Ocultar tras el grueso cristal del adorno innecesario
la delgada capa de mis conocimientos,
que nunca fueron suficientes ni pude estar a la altura
de sabios y resabios que inundan las calles aconsejando, instruyendo,
dando lecciones a diestro y siniestro.

Siniestro yo me sentía con tanto experto diciendo que si esto que si aquello,
para que no se me notara esto y aquello. Y todo lo otro.
De ahí que necesitara yo mis gafas.
Gordos cristales que deforman la imagen de este mundo de mierda.
Gruesa montura de pasta que me tape la cara,
de vergüenza.

Vergüenza por no estar atento por no estar despierto por no tener más reflejos.
Vergüenza de ver que todo es una vergüenza
De que sean los primeros que comen y almuerzan,
los sinvergüenzas.
Y vuelvan a comer
como los peces en el río revuelto ganancia de los más granujas.
Otra vez más sinvergüenzas.

Por ello quise yo en todo momento unas gafas
con opacos cristales de color verde botella;
como las botellas de vino que a mi salud se trincan los sinvergüenzas.
O color granate cereza
como el vino cereza gran reserva con aromas de bosque, reserva,
y sabor a caviar y a ostras.
De esas que se trincan a tu salud los sinvergüenzas y mira tú que no revientan.

Y es que el pillaje y el saqueo no veas cómo alimentan.

Siempre quise tener unas gafas para no ver ni ser visto.
Que no me descubran que ni sepan que existo.
Que aquí no vale la pena ver todo lo que nos cuesta entender.
Que a todos nos crucifican y torturan y exigen
que sigamos el ejemplo de ese que llaman cristo:

A nosotros vinagre a ellos… ya lo he dicho buen vino.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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