martes, 5 de febrero de 2013

ROBERT



ROBERT

Aún estaba su cuerpo caliente
cuando ella decidió que ya había tenido bastante.
Cuatro años eran demasiados para no querer recuperarlos.

A él le conoció en una feria:
elegante cuerpo atlético grandes ojos castaños pelo rubio simpático.
Alegre, vital, seguro que muy cariñoso.
De allí salieron juntos.
Toda ilusión pura felicidad.

Ella puso la casa él su juventud.
Ella el trabajo para mantenerse, él,
la esperaba en casa.

Juntos daban paseos por el parque,
los fines de semana al campo.
A su familia la veían cada vez menos,
él la fue separando:
no quería compartirla con todos esos extraños.

Ella preparaba la comida, él la engullía rápido.
Ella limpiaba y ordenaba, él, a menudo rompía algo.
Ella se desesperaba él la miraba y callaba;
por si acaso, no quería que lo echaran.
Sabía cuándo había cruzado la raya.

Ella se esclavizó por él:
tarde descubrió que sólo era un cabrón egoísta.
Y adquirido ya el compromiso, no podía despacharlo a la calle.

Ella se hartó, él,
un día sin más, se murió.
Ella no pudo evitarlo y a pesar de esos cuatro pesados años,
lloró:
veinte segundos.
No dan para más tanto amor.

Aún estaba su cuerpo caliente
cuando ella decidió que ya había tenido bastante.
A él le conoció en una feria:
elegante cuerpo atlético grandes ojos castaños pelo rubio simpático.
Alegre, vital, seguro que muy cariñoso.
Un golden retriever de raza de nombre ilustre y difícil.
Ella se lo cambió por Robert.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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