martes, 11 de junio de 2013

4ª PÁGINA DEL NUEVO PROYECTO LITERARIO







nada mejor que empezar por la bebida. Los tipos duros beben como bestias y nunca revientan. Yo ya me estaba metiendo en el papel, y me imaginaba en una taberna o un salón del medio oeste calzando espuelas relucientes, guardapolvos al cuello, sombrero lleno de polvo ladeado, escupitajo de tabaco y voz rota por el alcohol, pidiendo: ¡Eh, camarero! ¡Un vaso de otzberg magen y deja aquí la botella! Mira a ver qué quieren estos amigos que yo invito. Ha sido día de paga y estamos para celebrarlo. Busco a Tom, Misael Tom. ¿Alguien sabe dónde está?


Y en diciendo esto dejo el revólver sobre la barra poco antes de que la clientela abandone el local a la carrera. Una escena poco probable en un país con aborígenes y conduciendo un rebaño de cabras, pero era un caramelo seductor que haría de mi nuevo oficio una gesta diaria que contar a los borrachos.


Ese día, cuatro días antes de la mañana del veintitrés de agosto, volvía a casa temprano. Raramente, desde mi divorcio y posterior hecatombe económico social, o puede que fuera al revés no lo tengo claro, tenía interés en meterme en ese agujero solitario que otrora había sido mi hogar y mi castillo. Con montañas de facturas imposibles de pagar, constantes amenazas de embargo, y lo peor: ejecuciones; y continuas demandas de acreedores en zafarrancho de combate. Todo ello me devolvía a la realidad: estaba metido en una trampa. Un agujero profundo y negro como el pozo de los deseos incumplidos del que no podría escapar sin ayuda. Una cuerda compasiva que alguien me lanzara podría ser suficiente. Si no tenía fuerzas para treparla, bien podía ahorcarme con ella.


Hasta que tomé la decisión de ayudarme yo solo y reunir lo poco que me era indispensable para partir. Mejor cuanto antes o moriría en la meditación. Ya había pasado demasiado tiempo en ese país de ruinas y escombros que era la Alemania en plena resaca del III Reich. Una vez más habíamos arrasado con Europa, y una vez más la ruina de los vecinos fue la propia. Tarde para reaccionar, Doña Angelita pasó a la historia como la Dama de Plomo. Versión alemana de otra inglesa: la Dama de Hierro. Pero más pesada.

Una cosa llevó a la otra y las fichas de dominó de aquella Europa firme en su bienestar cayeron al menor soplo de dificultades. En poco tiempo se reconvirtió en una sociedad de doblegados por la tozudez de los hechos y la obstinación de una casta política acostumbrada a mirar sólo hacia arriba; que es donde se exhibe el dinero con todo su descaro. Y mientras los



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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