jueves, 25 de julio de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte IV (relato breve)




Pues no hay libertad como la económica, o mejor, las amalgama todas. De expresión, de pensamiento, de movimiento, obras y ofensas. Vagones que se enganchan fácilmente a la locomotora económica cuando va sobrada de potencia. Y los royalties eran gruesas piedras de carbón que alimentaban ahora la caldera de su vida. A plena potencia que sobra vapor.


De dos en dos bajó las escaleras fabricadas con madera tierna: no castigan las articulaciones, según Fausto y sus desvaríos científicos. Y arrastrando los pies descalzos caminó por la almohadilla de hierba hasta llegar a él. Sólo pasear la playa de sus recuerdos superaba al enorme placer de pisar la hierba fresca de la mañana. Jacinto, el jardinero, había transformado completamente lo que antes era un espacio correcto tirando a pobre, con plantas autóctonas de secarral y malas hierbas, en un cómodo y elegante jardín para disfrute de la vista y el cuerpo. En él se había dado ella largos baños de sol en compañía de un westy y un scottish terrier. Pequeños diablos juguetones que la llenaban de lametazos y cariño que, de alguna forma, cubrían los vacíos de Fausto. Arreglando en cierto modo esas tardes de soledad en las que él se escondía en su taller a pintar angelitos negros.

Como artista siempre quiso ser un pintor de su época, pero al no conseguirlo se dejó fagocitar por la pintura de época: más digerible por el gran público, más codiciada por marchantes usureros, pero de menos valor y ninguna satisfacción. También él intentó el pelotazo literario: otro fracaso anunciado. Escribió entre dos lunas una pieza de teatro erótico que no convenció: faltaba carnosidad según la crítica lésbica especializada. Después, entre dos ferias de abril una novela de caballerías vacas y cuadras. La crítica entró a degüello al calificarlo de simple carnaza para la mesa y comer con los dedos en una taberna atestada de moscas. Aunque dura, al menos fue ocurrente la descalificación. Ya como último cartucho lanzó entre dos Nochebuenas una colección de relatos breves para digestiones rápidas; quizás por aquello de la navidad y sus pesadas comidas. Aquí la crítica fue más elocuente: carne fácil para onanistas compulsivos de clase media.


 © CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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