jueves, 25 de julio de 2013

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte VI (relato breve)




Bajó él de la escalera con su martillo y una llave que entregó a su my love. La llave era simbólica: una manecilla de cerradura con forma de cuello y cabeza de cisne. Al otro lado de la puerta, en la manecilla interior estaban las alas.

-¿Qué es? –preguntó my love.
-Un cisne, ¿no lo ves?
-Tienes razón, perdona mi torpeza.


Ella colocó la manilla en su lugar y abrió la puerta de la casita de flores. Dentro, un pasillo rectangular separaba una larga mesa central de las estructuras laterales que, en graderío, servirían para colocar macetas a distintas alturas. Las más próximas al pasillo a cuarenta centímetros del suelo. Las más alejadas a un metro veinte. Techo paredes y cubierta eran de cristal, sustentadas las piezas en un simple pero eficaz esqueleto de madera. Bajo los pies un suelo drenante y arriba dos ventanas que se abrían gracias a un juego de engranajes accionado por una manivela. Forma de gorrión: a Fausto le perdían los símbolos. Con la emoción se le humedecieron los ojos a my love.


-Le he puesto de nombre El Refugio, no sé si te gusta –dijo Fausto.
-Me parece perfecto y muy apropiado.


Se dio la vuelta y salió. Dándole un beso añadió:


-Gracias, my love.
-Lo prometido –respondió Fausto.


Volvió rápidamente escaleras arriba a por los libros de jardinería que con ilusión guardaba en su biblioteca personal. Ya no creía que el trato fuera a cumplirse, había pasado tanto tiempo que pensaba si no había sido una estrategia más de Fausto para que ella terminara su dichoso libro. A decir verdad, perdió la motivación el mismo día que acabó el primer capítulo. Para qué escribir aquella historia personal, para qué revivir lo que bien permanecía enterrado. Para qué escarbar entre la basura del estercolero político y sus abusos sobre la población indefensa e ingenua. No creía necesario reabrir heridas de viejas batallas. Todo ello había sido superado con su marcha, y lo que no, enterrado bajo el peso de los días y la distancia.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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