lunes, 19 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXVII (relato no tan breve)




Entonces se dio cuenta de que tres minutos de grabación no eran nada. O sí: un insulto pues la brevedad del testimonio no hacían la menor justicia al drama de aquel personaje anónimo. Y de que él mismo había tenido un comportamiento similar a los espantados dejándolo ahí. Decidió en ese momento que debía ensanchar sus horizontes, tanto como 16 mm. Pero no sin antes gastar los diez carretes que el quedaban para esa mañana en la ciudad.

-¡Tú imbécil! ¡Qué estás grabando! ¡Apaga eso o te rompo la cara con la cámara!

El frutero era un tipo interesante por su aspecto y desagradable en las maneras. Fausto le robó una secuencia donde tronchaba un melón de un machetazo. A lo salvaje de un salvaje, y a la vista de todos los clientes. Salpicando a algunos de ellos y humedeciendo a algunas de ellas. Fausto no alcanzaba a comprender qué seducía más a esas mujeres: si la complexión de marinero fornido hosco rudo áspero y quizás subconscientemente varonil, o la fanfarronería socarrona chulesca altiva arrolladora y explícitamente sexual de su forma de tratarlas. En sus múltiples visitas al mercado solía espiar este puesto desde la distancia, hipnotizado por la escena diaria de fisicidad e insolente conquista. 


Todo esto lo observaba desde las antípodas: el antagonismo absoluto del salvaje era un vendedor de pescado. Afeminado amanerado engominado y emplumado como un pavo real de los pies a la cabeza, se trabajaba a las clientas en el extremo más opuesto imaginable: un maricón declarado y confeso que sudaba feromonas donde el anterior exudaba testosterona. Ambos, el frutero con vocación de marinero y el pescatero con sangre de florista eran el norte y sur de todo el mercado. Polos opuestos de un mismo imán donde las hembras con ganas de hombre quedaban atrapadas como moscas en la miel. En el intermedio, quizás en la zona gris de las relaciones entre sexos estaban los y las demás. Quién sabe si anhelando dejarse atrapar por alguno de esos límites según preferencias. O puede que por ambos en agotadores sesiones de mañana y tarde.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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