miércoles, 21 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXX (relato no tan breve)


-¡A esa no le hagas caso que te lleva al huerto!

-¡Tú calla so zorra! ¡Y métete en tus asuntos alcahueta!

-¡¿Mis asuntos?! ¡Ay si yo contara!


-Olvídate de esa. Graba lo que quieras menos a ella, ni se te ocurra meterla conmigo. ¡Ahí dentro tengo las cámaras! Pasa si quieres. Y la mesa de troceo para grandes piezas. Entra con la grabadora mientras yo termino tu compra. ¿Te pongo también unas sardinitas? Nada, casi al coste. Limpias para freír porque me caes bien. ¡Te regalo dos limones y un manojo de perejil! Entra al Fryser que ahora voy yo y te lo enseño todo. 


El pequeño cuarto sin ventanas era un anexo necesario e idéntico para todos los puestos. Único sitio donde poder alojar las cámaras frigoríficas con una mesa para labores de preparación. En este caso, bajo ella la pescatera acumulaba sucias cajas de transporte apiladas de mala manera. Con restos de cabezas colas espinas y tripas pudriéndose. El suelo pringoso de escamas y sangre ennegrecida por el continuo pisoteo con las botas de goma. Varios delantales viejos, teñidos de sangre con las huellas de la pescatera, colgando de la esquina de una puerta de cámara abierta. Dentro, moteadas de moscas las paredes roñosas de lo que un día debió ser un espejo de acero inoxidable. Una colonia donde cientos de ejemplares cumplían su ciclo vital sin necesidad de salir al exterior. Suelo y rincones para las larvas, el resto para los adultos.

Cestos para el hielo, mangueras para la limpieza, redecillas sin usar para el pelo, telarañas, óxido, mugre, mal olor, cuchillos de despiece, machetes de troceo, guantes rotos, fregadero con desperdicios, anzuelos desclavados de las bocas, trozos de red extraídos de las tripas, conchas vacías, papeles de envolver pescado. Todo lo capturó Fausto con su cámara y lamentó no poder atrapar el olor de la escena. El mal olor que da la suciedad y el abandono combinados con el fétido pescado muerto. Aquella peste se metía dentro como un cuchillo de despiece y se enganchaba como un anzuelo para atunes. Para quitárselo había que desgarrarse.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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