viernes, 4 de octubre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXI (relato alargándose)



Así, debía afrontar un nuevo dilema: cómo liberarse del conflicto. Habiendo pasado una semana entre sudores desconocía si ya se había presentado la policía buscándolo. Primero llaman mostrando una falsa amabilidad, pero esos traidores siempre vuelven para echar la puerta abajo con el buldócer de la orden judicial: el documento dimanante de las tablas de la ley redactadas directamente por dios. E igualmente aplicadas. Otra vez la farsa de la justicia omnipresente y todopoderosa arruinándole la vida. Desconocía si ya iban en camino, si la maquinaria de represión se había activado, si la condena había sido redactada; con ese vocabulario prepotente farragoso enigmático e intimidatorio de dios en su mejor momento.

Pero no estaba dispuesto a ser una presa fácil, no se rendiría con la mansedumbre del que ingenuamente cree que bastará con su inocencia. <>, respondía oyendo comentarios al respecto. Pensó que podía llenar la casa de trampas. Se informaría y con un poco de astucia sabía que su castillo ofrecía múltiples posibilidades para esconder explosivos y armas para una defensa de igual a igual. ¡Qué era eso de que sólo la policía llevara armas! También los ciudadanos honrados debían tener derecho al mismo uso. ¿Quién le defendía a él de la policía? O quizás más derecho que ninguno puesto que alrededor de un ciudadano honrado, por eliminación sólo podía haber malhechores, policía o el sistema acorralando: todos iguales al fin. Si preparaba bien el plan, cuando llegaran podría llevarse a toda la comisaría por delante. Y si después destinaban al ejército, una vez que se viera definitivamente acorralado volarlo todo y liquidar a una compañía entera. Él solito.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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