lunes, 21 de octubre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXXV (relato alargándose)



-¿Tú lo has visto?

-¿El qué?

-Un niño, o niña no sé. Estaba aquí, justo delante de esta puerta.

-Yo no he visto nada, ¿podemos continuar? Me duele el pie y vamos a ir al suelo otra vez si seguimos dando vueltas.

-¡Pero había un niño! ¡Lo he visto! ¿Cómo has podido no darte cuenta?

-Porque igual no había nada. ¡O habrá vuelto con su madre! Mon dieu, me estoy helando de frío y necesito mirarme este pie!

-Pues yo…

-¡Sigue! Nos va a tirar una de estas arremetidas del mar, y entonces sí que vamos a despertar a todo el mundo.

Unos cuantos pisotones alguna protesta en varios idiomas y muchas disculpas después ambos estaban de nuevo en su rincón. Caja metálica y cámara a salvo en su petate, a salvo ellos también de caídas y golpes, recostados entre las dos paredes, agarrándose a unos asideros para los que Fausto en un principio desconocía su función. Ahora estaban siendo sumamente útiles, pues con el balanceo del barco ya hubieran rodado por el suelo al igual que más de un pasajero. El extra de luz ocasional aportado por relámpagos permitía hacerse una idea de la situación: cuerpos agarrados a los bancos, a otros cuerpos, tirados en el suelo; sentados amontonados en grupos en parejas. Todas las combinaciones eran admitidas si con ello dejaban de embestirse unos a otros. Solidaridad impuesta y necesaria producto tan solo de la vulnerabilidad. Probablemente, cuando el drama de la tormenta fuera historia, cada cual retornara a su individualidad e indiferencia. Si bien, esto era sólo una teoría.






© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

No hay comentarios:

Publicar un comentario