sábado, 23 de noviembre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXXXV (novela corta, de momento)



Él se queda pensando en aquella revelación. Mirándola a los ojos con disimulo. Desentrañando qué había ocurrido en su vida para que estuviera metida en su misma situación. Tendría que revisar sus conceptos acerca de esa flautista que le acompañaba: la imagen de una mendicante en la calle sin otro porvenir que la indigencia se desvanecía. No se veían muchos pianistas tocando en las aceras a cambio de la voluntad. Si su amiga había superado la infinita y tediosa carrera de piano significaba varias cosas: había comenzado muy joven, tal vez con cinco o seis años. Era una persona tenaz, constante. Trabajadora. Y seguramente culta, pues nunca conoció a un pianista ignorante. De estas reflexiones a su vez surgían nuevas preguntas. ¿Quién o quienes le inculcaron el interés por la música a una edad en que los niños no quieren otra cosa que jugar? Había ahí unos autores responsables. Entregados a la educación humanística de sus hijos. Charles era una compañía intrigante: mujer disfrazada de hombre, pianista con apariencia de pidelimosnas. ¿Qué otras sorpresas escondían esas ropas de carbonero sin trabajo?



Por lo demás, poco que destacar. Acaso la persistente mirada del niño de una familia de checos, y la rudeza con que una polaca trataba a quien debía ser su marido porque, ¿quién si no iba a soportar humillaciones semejantes? Aparentaba unos escasos cincuenta, pero vete a saber la edad real pues era claro que ambos habían trabajado duro. En el campo tal vez, con unas manos toscas como patatas y las uñas a ras de unos dedos amorcillados. Extremos de unos brazos recios que han soportado la fatiga de la azada o cargar pacas de heno a la carreta. Tal vez se hubieran reventado en una granja para sacar adelante a sus seis hijos vivos, los gemelos murieron con pocos meses de una extraña enfermedad mejor para todos dos vidas menos para sufrir dos bocas menos que alimentar, y una mala cosecha por culpa de la persistente lluvia que pudrió las raíces de las plantas les dejara en la ruina.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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