sábado, 23 de noviembre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXXXVI (novela corta, de momento)



El banco se quedara con la casa la familia con los niños y ellos con la emigración forzosa. Tal vez ocurrió así y fueran dignos de lástima y compasión. O simplemente eran un par de gañanes sin cerebro que por su mala cabeza la cagaron de tal forma que ahora estaban obligados a escapar de los acreedores.

Como los cinco amigos italianos, idóneos ejemplares de sospechosos habituales. Barba de varios días ropa ligera calzado para salir corriendo conversación a media voz manos en los bolsillos en todos una navaja vista de águila con dominio de la situación oído de murciélago para saber qué se cuenta por ahí: soplos de apuestas combates amañados barcos con contrabando de güisqui y tabaco bancos con directores poco valientes más una familia que perder. Y el trío de ases que todo gánster debe guardar en la bocamanga: policías sobornables jueces con vicios caros políticos de aficiones prohibidas; con ellos comiendo del mismo cajón no habrá actividad ilícita que se doblegue. Unidos ahora los amigos por el vínculo del lenguaje y un pasado en las trincheras defendiendo a un eje demasiado delgado para no quebrarse con los violentos giros del mundo.

Párrafo aparte merecían dos españolas a medio camino entre madre e hija o lesbiana macho con su lesbiana hembra celosas de una tercera que superada la fase acomodación se gritaban como locas y trataban como fieras. La madre o lesbiana macho iba rapada al dos. La hija o lesbiana hembra morena y despeinada como un pollo mojado. Competidoras ambas en la obesidad ganaba por medio cuerpo la madre lesbiana macho. Elefantes marinos, elefantas para este caso y nunca más procedente el ejemplo pues se las podía abandonar en cualquier colonia con estos animales que nadie notaría la intromisión. Salvo algún elefante marino macho auténtico que al olfatearlas concluyera que aquellas cosas no valía la pena hincarles el colmillo; menos aún una pelea. Para esto ya se bastaban ellas: que si pásame el pan que no me da la gana so gorda que te tiro el café con leche por contestona y yo a ti la mantequilla para que te cubras las arrugas de vieja. Aficionada probablemente a las cortezas de cerdo el pan con manteca la nata de leche hervida, prometían entretenimiento y vergüenza ajena por igual.





© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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