jueves, 6 de marzo de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 113 (novela corta alargándose)




Al lado de la cama una mesilla sobre ella un transistor de galena encima de él tres despertadores de cuerda. En los cajones dentro de la mesita, documentos botones agujas hilo monedas cartas sin abrir cordones para los zapatos más relojes de cuerda peines cortaúñas navajas de afeitar pañuelos de nariz sin estrenar cepillos de ropa cepillos de calzado tabaqueras papel de liar cuatro rosarios cartas de juego dados dardos dos filarmónicas cuadernos de notas sin usar plumas sin tinta calcetines para remendar. Bajo la mesilla diez copias de Moby Dick y cuatro de Viaje Al Centro De La Tierra. Todas dedicadas por él para él con la frase: <>

Bajo la cama botas de agua botas de tierra.

-¡Ey, mira! ¡Unas Bodysaver!

También unas Bodysaver, zapatos de charol sin usar cuatro cañas de pescar tamaño gran escualo diez rollos de sedal bien enrollados dos salvavidas soga una maraña de red o una red hecha una maraña. Por el suelo, papeles garabateados sobre notas anteriores maletas llenas de ropa juguetes para nietos imaginarios herramientas de pesca subacuática para buzos con apneas. De las paredes cuelgan retratos de desconocidos, incluso para él, toallas chubasqueros gorros de agua gorros de lana gorros de montaña gorros de playa gorras de caza; lo mejor: ocultando la escotilla una hoja de periódico con seis años de antigüedad. Quemada por el sol, manchas resecas de sangre, alguna escama pegada. En la parte superior dos fotografías: en la izquierda una mujer hermosa. A la derecha un cadáver descompuesto. El antes y el después de la última novia del capitán. La que quiso volar pero se equivocó de pájaro para surcar los cielos; cayendo donde viven los peces. Sin más causa que la falta de aire por amor se ahogó y ya está. La desconocida por el club de la alta sociedad al que no pertenecía. El capitán guardaba desde entonces aquella hoja como penitencia. Y allí donde dormía la colocaba tapando la ventana, no dejándose ver desde el otro lado y robándose la luz a modo de castigo; como si aquel suceso tuviera él que vivirlo una y otra vez en las tinieblas.





© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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