martes, 24 de junio de 2014

HUMANIDADES ENFRENTADAS, parte 31



Hoy escribo esto desde la cárcel. Si obviamos la falta de libertad, no está mal este sitio. Mejor que la cárcel del convento y que la prisión donde como esclava trabajé. Cinco años dos meses tres semanas y un día. En sí ya una pena media. 
Tengo televisión, piscina climatizada, gimnasio sin testosterona y tres comidas diarias. Si no fuera porque está al norte, con este clima de mordor, casi unas vacaciones de hotel. Parece que los españolitos cuidan más de sus presos que de sus ciudadanos libres. ¿Será porque el destino final de todos es la prisión y por si acaso?

Diez años de buena conducta y muchas extracciones gratis a funcionarios y presas dan algunos privilegios: libreta bolígrafo e información. La única que necesito es saber que la divina sigue divina de la muerte: babeando con respiración asistida en la habitación de una planta para terminales. En su caso, espero que no termine nunca, que viva eternamente. Eternamente ausente. Como viví yo con ella. Mientras esto siga así, estoy feliz.


Sólo hay un pero que poner a esta situación: el puñetero subdirector es un paisano convencido e hipócrita defensor de que nuestro régimen socialista es el mejor invento político social del hombre. Que la culpa de nuestra situación es de los yanquis.
También me culpa por abandonar la patria, y me persigue. Por gusana.
Tendré que hacer algo al respecto. Cuando él tenga una caries, y yo en mi mano la anestesia.


Como dije al comienzo de este relato, queda demostrado cuánto para mi supervivencia maduré.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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