jueves, 5 de junio de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 143 (novela media)



La menos gorda responde a puñetazos patadas tirándole de los pelos. Dependiendo de la zona donde la otra mordiera. A los cinco minutos de mamporros y ruido aparece el capitán. Cruzado de brazos ante las luchadoras, se dirige al tripulante italiano:


-Diez por la más gorda.

-Quince por la otra –responde el compañero.

-¡Otros veinte por la del capitán!


El malayo saca una cazuela y en ella la tripulación va arrojando las apuestas. Está claro que no es la primera vez, se les ve organizados.


-¿Alguien más? ¿No? ¿No se animan?


Pregunta el camarero a pasajeros, unos horrorizados con el espectáculo, otros incrédulos, otros expectantes, y alguno entusiasmado. Las españolas se habían ganado la antipatía general con sus malas formas y gritos continuos. Día y noche. Sin respeto al descanso o el silencio de los otros, a la opinión de los demás y sin un ápice de educación. Eran españolas, suficiente. Por eso era bueno que una de ellas desapareciera: la superviviente quedaría sin compañera de líos, y eso era bueno para todos.


A Fausto le repugna especialmente la menos gorda. No tanto por su pelo revuelto, sus ojeras, su verruga en la frente, sus ojos enanos sus tetas gigantes, sus uñas mordidas, su enfermedad de Blount, su hablar escupiendo y su mal aliento. Sino porque había ingerido tres raciones de carne el día anterior. Según él, era una caníbal: cerda comiendo carne de cerdo. La otra, en cambio, apenas probó bocado. Todas las sobras fueron a parar a su amiga, como habitualmente ocurría por otra parte. Enemiga ahora por un espejito tonto y ridículo. Así que la causa de sobrepeso mórbido debía ser alguna alteración metabólica. Y eso, no pudiéndolo remediar ni ser directa responsable, provocaba en él cierta compasión. Aunque no tanta como para apostar por ella ni detener la pelea.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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