martes, 15 de julio de 2014

TODO VA BENE

TODO VA BENE


Desde mi ventana veo cómo ondean ajadas las banderas
donde ayer anunciaban el negocio de Chuchín,    
qué hombre tan majo.
Una tienda de muebles de categoría.
Media categoría que el cliente ni pide ni paga más.

Se espantaron los clientes con la crisis y Chuchín
espantado por las deudas se quitó de en medio:
siempre su mujer y los demás le dijeron que era un estorbo.
Fue coherente.

Los rótulos de confíenos su vehículo
mejor precio no admite comparación
hablan de un pasado glorioso.
Para el taller de reparaciones.

Mecánico a jornada completa Toñín el de la barba cana
cambió ruedas aceites pastillas de freno y escapes
a medio barrio.
Al otro medio no que andaba sin coche a cuenta de la escasez.

Hay en el taller docenas de vehículos sin retirar.
Para no tener que pagar.
El negocio de Toñín es un cementerio.
De coches muertos. Toñín también.
Una mala caída al foso de los cambios de líquidos y no salió.
Vivo.

Su viuda y cuatro niños dicen desde la calle que se tiró.
Tanto por pagar… Se quedó blanco cuando se encontró sin blanca.
Ni capacidad de recuperación.
Curiosamente, lo vio todo negro hasta ese día
en que cuentan que se cayó.
Sí fue cierto: calló.
Otro más que dejó de molestar.

Ya no pide permiso la enfermera, Lourdes la pelirroja
cuerpo de fábula para más señas ojos de jaula.
Se hartó de soportar a médicos impacientes a pacientes
que protestaban como médicos.
Ella entre dos fuegos los milagros a Lourdes.

Al borde del estallido laboral el consejero por turnos
redujo consciente y consecuente las jornadas.
De los demás la laboral y salarial.
La personal no dijo nada para no tener que callar:
qué mejor defensa que un silencio sepulcral.  
No para Lourdes.
Por callar y callar y callar
le seccionaron el sueldo tres veces.
Y a ella la yugular. Una vez:
y otra, que no pudo pagar.

Al consejero, al oligopolio de la electricidad,
al del gas a la compañía de aguas patrimonio privativo.
Al banco de Alí Baba y los ochocientos consejeros.
Todos ladrones mudos.
Lourdes ya no pide disculpas: ahora dice joderos.
Desde la cárcel. Como revancha.

Con un jeringuillazo sobrado de centímetros cúbicos 
mandó en una guardia a un barrio más calmo
al director de su oficina,
bancaria de confianza de toda la vida.

El tipo entró en coma etílico frenopático:
se hartó de celebrar con champán el último reparto
de dividendos.

El ministro que lamentó el suceso
sin saber quién era el tipo,
dice que todo va bien.
Al de la cara de iguana que todo le da igual.
Total, pa ná: Iguaná.   

Que todo va bien que lo peor ha pasado que lo bueno
está por venir. Que hay porvenir.

Va a ser que no para estos tres.
No para ti con tu cara de tomate ni para mí
con este rostro de mortadelo. Ni para ellos
con su jeta de pepino.

Desde mi ventana veo cómo se vacía la frutería
y se llena la calle de melones con piel de naranja:
más barata que la de gallina e igual de antiestética.
De fresones con minifalda remangada hasta el sobaco.

A la improbable búsqueda de un ministro
con guante blanco dedos largos
y cara de Iguana.
Que resuelva este caso y otros
sin mentirnos más.





© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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