jueves, 9 de octubre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 183 I



-Kon-nichiwa.

El mayor del grupo ha hablado.

-¿Oui, qué ocurre? ¿Qué pasa? ¿Quién es? ¿Qué dice? ¡Merde, no me entero!

-¡Calla! ¡Hasta a mí me estás poniendo nervioso!

Charlotte sigue fuera de contacto visual. Carece de esa información y se altera, pero mejor apartada: con dos armas en posición de alerta y una evidente disposición al disparo nadie de los presentas está a salvo. Quien menos, Fausto, por encontrarse en primera línea de tiro.

-¿Quieres bajar las armas? ¡Tienes más peligro que una caja de bombas!

-Es por seguridad. ¿No has oído hablar de la defensa personal?

-¿Y tú? ¿No has oído hablar de la bala perdida? Esconde eso. ¿No ves que me vas a llevar por delante con un tiro suelto?

-Pero… ¿Y si…?

-¡Que no! ¡Guárdalas te digo!


Las órdenes son tajantes. Tanto que ella las acata sin discusión: una novedad. Pero esa explosión de energía, decisión y autoridad desaconseja una negativa. Además, le recuerda ligeramente al padre perdido. Algo dentro de ella se moviliza emocionalmente. Preveía otra derrota en la batalla del amor a pesar del entorno agresivo y dramático. Recupera la posición inicial, al lado de Fausto. Ambos frente a frente con el horrible descubrimiento. Soporta con estoicismo y disciplina de soldado la nube nauseabunda que emana de la bodega. Como ha dicho Fausto, el olfato es inteligente y pronto estará inmunizada. Ambos no son más que dos asustados perplejos ante una situación que en ninguna pesadilla hubieran imaginado. Indecisos ante el próximo movimiento. Incapaces de resolver el enigma, paralizados por el temor, arrepentidos del afán explorador.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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