domingo, 5 de febrero de 2017

RUEDAS


RUEDAS




Por andenes y calles y alguna plaza se mueven los autómatas de este nuevo tiempo de entreguerras.

Cada uno libra su propia batalla pero ninguno afronta el combate total: no hay falta de ganas que sobra motivación y rabia, hay miedo a perderlo y ser doblegado el resto del siglo por un mismo poder absoluto.

¿Quién ha de vivir cien años para conocer otro tiempo? Mejor no tentar al diablo que éste ya viene voluntario.



Siguen pues en las trincheras los hijos de la nada; van de aquí para allá que viene a ser como del vacío a ningún lado. Y en el proceso acarrean sus hatilllos plenos de insignificancia.

Del autobús al metro del metro al tren de éste a las vías por vagos y maleantes o al menos parecerlo.



Corren compran corren consumen corren trabajan corren comen corren beben corren fuman corren se meten corren duermen corren follan perdón por la redundancia corren maldicen corren pagan corren deben corren vuelta a empezar.



Hay quien se detiene en el quiosco a dejarse engañar por las últimas noticias. Otros, los menos pero más inteligentes, optan por invertir ese dinero en un carajillo que, además de quitarles la caraja como nada perdón de nuevo por la redundancia, da más brío y miente menos.

La realidad tiene sus aristas, ayuda localizarlas con tiempo para esquivarlas.



Otros, los más adictos a las emociones frágiles, prefieren la cafeína y antes de las once horas ya se han tomado doce: Starbucks con doble de azúcar y un chorrito triple de Have a nice day por favor.

En la puerta del local donde se arraciman los apestados, prenden cigarrillos para completar el cupo diario de energía relativa. Si pensabas que diría positiva te jodiste, ésta no sale del bucle donde se arremolinan los engaños; llámalos si prefieres sueños.



Resuelto el momento de la recarga diaria y colectiva, vuelan a ras de suelo hacia sus puestos de irresponsabilidad donde tomar decisiones absurdas para joder al que pueden.



Para cuando cae la noche, quien más quien menos yace medio muerto en la cuneta.

Esperando la dosis diaria de estulticia televisiva que los reanime con el señuelo de que otra felicidad es posible.

En sus sueños, besos lascivos de enfermeras ataviadas como putas mantendrán a algunos contentos.

Para ellas, hay tanta variedad de uniformes como falta de caballeros dispuestos a doblegarse

solo por un anhelo.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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