viernes, 2 de junio de 2017

I SEE YOU



"I SEE YOU"




- Te veo bien.



Me dijo aquel amigo perdido en el oscurantismo de quince años de ausencia.



- Me han operado de cataratas.



Añadió con su pose de auto afirmación prendida de la solapa igual que una bandera de oro.



Sonreí con esfuerzo.

Acababa de enterrar a mi último familiar en una fosa poco común por falta de presupuesto.

Aquel, era mi sombra.



Mi yo después de haber yo pasado

por este país de Segismundos narcotizados,

Anacletos disfrazados de reinas y Javerts sodomizando ciudadanos.



El dedo grueso del pie acariciaba con amor

ese gatillo fino de un revólver cargado con munición de punta hueca.

Estaba deseando descerrajarle el tiro definitivo

que todo imbécil precisa alguna vez en la vida,

cuando sobre mis hombros de hombre cansado puso su mano de hombre asustado:



- Te veo bien, porque yo estoy muy mal. Ayer murió mi mujer.



Consternado por un pellizco de empatía, aflojé ese gatillo a punto de soltarse la melena caliente.



- Ya somos dos:

hoy me he enterrado a mí mismo y no sé cómo seguir ni qué hago ya aquí.



- Te entiendo. Esta vida no tiene sentido.



- Esta y la otra.

Pues después de haber muerto no diría que he notado algún cambio.



Susurré con el miedo de un difunto perpetuo

que no sabe si encontrará la paz algún día.



- Vámonos. Vámonos rápido. Amigo mío.



- ¿A dónde?



Pregunté con un interrogante de alivio colgando del cuello igual que un cencerro.

(Será por esto que siempre me sentí un animal apunto de ser degollado.)

Por fin, alguien, proponía un cambio y parecía sincero.



- A los acantilados. Me han dicho que abajo quedan sólo peñascos.

Que no hay ola que los rompa ni cabeza que no se rompa.

¿Me sigues?



- Te sigo. Te sigo, amigo.

Pero antes espera, debo resolver una inquietud que me pesa de años.



- ¿A ti? ¡Con lo bien que te veo!


- Espera. Espera y verás de verdad.



Y diciendo esto, no pude evitarlo.

Disparé a mi amigo del alma y la pena a bocajarro.



Un río de sangre seca se esparció como barro por la acera.

La cabeza, se fue rebotando como tontos guijarros.



Descubrí, así, que mi amigo ya estaba muerto hace años.



No sé por qué no me lo dijo.

Antes le hubiera seguido.





© Christophe Caro Alcalde





















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