DOBLE
Tropiezo con Antoan en el supermercado:
busca y rebusca entre docenas de productos de síntesis,
sintéticos por tanto y cuanto,
aquellos que van a repararle la salud.
-Trabajo largo que le queda a estas alturas y bajuras de su vida-.
Duda qué probiótico o prebiótico le ha de devolver su juventud.
Si los bífidus activos serán más activos y efectivos
o tendrán más efectivos por la noche o por el día.
Al caer la tarde o reventarle encima la mañana:
otra mañana sin mañana igual que ayer y anteayer.
Carga su carro del deseo con quesos sin grasa jamón sin sal
galletas sin azúcar cerveza sin alcohol vino sin sulfitos
agua sin minerales pan sin gluten fruta sin pepitas.
Quiere vivir más que nadie.
El quinto y último
en el grupo menguante de sus quintos.
-Pronto no serán más que cuartos y terceros los que acudan
a esa anual y moribunda llamada de socorro-.
Antoan ha extraviado bastante pelo
algunos dientes mucha energía
toda la ilusión.
No es nadie no lo será ya nunca lo fue.
Ha hecho con su vida lo que la mayoría:
envejecerla.
No hay más no da más no queda más.
Lo veo a escondidas lo observo con espanto lo miro.
Y lo recuerdo.
Lo comparo con quien fue en aquel tiempo de…
Hace tiempo sí.
¡Cómo te has envejecido Antoan!
Me digo mientras lee la letra imposible de unas latas
de atún bajo en calorías alto en omegas betas y zetas.
Alguna épsilon queda entre tomate y picante.
Deja caer la lata sobre su montón preferido
de plátanos sin manchas sandía sin azúcar melones sin forma de melón.
Ese es su carro de los deseos y todo lo que renueva quiere.
Por error me mira. Leo en sus ojos quién soy:
su espejo.
No puedo, no puedo
sino salir huyendo de mí mismo.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE