jueves, 28 de enero de 2016

24 h. MÁS




24 h. MÁS


Y suena la alarma. Y radio maría en el despertador y le das una hostia.

La lluvia humedece las ondas y las antenas y se mete maría en tu canal favorito.

(María de la favorita metida en tu cajón de mesilla.)



Enciendes la muerta luz de la bombilla y te asqueas:

el cenicero rebosa colillas, una papelina seca como una paja, un viejo reloj de pulsera,

dos billetes de metro con los que aún rematas tus petas. Eres de la vieja guardia.

Toses te arrancan flemas y nicotina de las entrañas.



Aún no se te han despegado los párpados y ya te arrepientes:

de la noche de juerga del pedo del polvo del tío de mierda

al que se la comiste abriendo la boca como un cocodrilo. Vaciado el cargador

lo despachaste como haces con todos: no te gusta llevar a tu casa esos extraños

para amanecer como dos tortolitos. El de anoche no era sino otro imbécil

cazado por azar en el garito de moda.



Pones los pies en el suelo: pisas tu sucia ropa interior. Dentro, ese olor anónimo

y su recuerdo borrable.

Subes la persiana llueve con ganas en Calle La Paz. No hay ciudad ni pueblo ni aldea

que no tenga una; te respondes mientras el jabón en la ducha te ciega los ojos.



Bragas negras café negro negro traje chaqueta y al trabajo en tu Z4 rápido y negro.

Quemando goma y gasolina no reparas en radares ni semáforos ámbar.

Alguno rojo intenso de multa a nombre de otro.

Con Bloomberg radio anunciando otro desplome en tu bolsa:

tuercen al pozo las gráficas, viran al rojo alerta miles de ofertas.

Reunión ejecutiva a las nueve para que todos sepan que has despedido a dos consejeros.

Uno por intentar seducirte, y conseguirlo:

donde tienes la olla no dejas que te metan la polla.

Al otro… al otro por lo contrario y por eso te ha dado la gana.



Para las diez ya has terminado una video conferencia con inversores de Tokio.

¡Cabrones de mierda! -has gruñido cuando te han negado una ampliación

de capital.

¡Pero qué es esto! ¿Un juego de maricas?

¡Os faltan huevos para afilaros el lápiz sin la firme del presidente!

-les has reprochado. Y así has ganado otro puñado de amigos.



Del presidente ahora recuerdas aquel viaje a Hong Kong.

Aquel ascensor en el Sheraton. Donde te tocó el culo te metió dos dedos

y luego hasta la garganta.

¿O fue al revés?

Y que te hartaste de martinis y él de cava español en el cóctel.

Era lo último en bebidas raras y él siempre fue muy snob.

Además de casado resultón difícil.

Esto te pone pero más la vacante de inversiones: tres días disponible

tras el suicidio de Yohn. Pobre cobarde.



Y por el vaje a Hong Kong de tres días fue para ti hace tres años:

la vacante con todos sus privilegios.

Aún sigues ocupando su despacho: con vistas preferentes a Calle Mayor.

No hay ciudad ni pueblo ni aldea que no tenga una; te respondes

mientras arrojas el inalámbrico contra la pared.

Por la ventana espías comercios de alta costura, joyerías,

tiendas de caprichos caros solo para vosotros los mega ricos.

Y cafeterías pijas y restaurantes cool.

Y policía, mucha policía para protegeros a todos de esa otra chusma que ocupa,

casi invade la calle.

Son pocos pero apestan como muchos: manteros músicos estatuas móviles.

Vendedores de lotería limpiabotas repartidores de propaganda: las nuevas octavillas

de política económica.

Variantes todos del mendigueo.

Curiosos turistas vecinos que ocupan como ratas los pisos más viejos del barrio.

Viejos también los dueños.

¡Qué daño hace la herencia familiar! -te dices cuando los ves arrastrarse

por otra estúpida calle peatonal.

¡Por qué no los echan a todos!

¡Por qué no deportan a los forasteros! -reclamas entre dientes.

¡Por qué vienen a estorbar estos turistas de mierda!

¡Mochileros con zapatillas y pulseras todo incluido! -protestas entre cigarrillos.

Con las yemas amarillas y las uñas, las uñas no que te las hace una asiática del barrio,

mientras ella se intoxica 12 horas al día por 6 euros la manicura.

Han cerrado la calle al tráfico, ¡cuándo la van a cerrar a la vulgaridad!

-te preguntas y quisieras ya la respuesta. La solución.



Casi las doce y hoy no has hecho otra cosa que fumar, hablar por teléfono,

blasfemar contra todos y firmar documentos. Que sumisa casi miedosa

extiende tu tierna secretaria.

Una becaria con sueldo inferior a lo que tú te gastas una noche de juerga,

pero esto qué importa.

Lo que sí te molesta, y cómo lo hace, es que tiene un culo perfecto

y unas tetas bien puestas. La muy zorra de mirada lánguida modosita,

seguro que luego es una comehombres -mascullas cada vez que se aleja.



Te ha cancelado la cita de las trece treinta el director del área de derivados.

Mejor, era una comida de negocios y al personaje no lo soportas:

le huele el aliento y gusta de chistes soeces sin gracia.

Un soltero de cincuenta años con un descapotable del que te han contado

se gasta el sueldo en putas y vinos caros.

El vino te da acidez y las putas, ya se verá si llega el caso.



Dices a la chica simplona y lenta de recepción que te vas a comer.

Quizás a la tarde no vuelvas tienes una reunión laboral extraoficina.



Caminas clavando tacones en la acera como si fueran estiletes.

Te gusta oír el quejido de las baldosas, ¡que se jodan! -te defiendes.

Imaginas que andas sobre toda esa chusma que atesta la calle. Y la corrompe.

La ensucia la despoja de todo glamour.



Pasas por escaparates de estilo con productos de ensueño y precios de locura

pero hoy no te detienes. Tienes hambre, hambre de carne de calle de pobre.

La resaca, tal vez. O tú misma, tal vez.



Te escondes en la última mesa de una hamburguesería take away.

Entre los barriles de cerveza y los lavabos.

A su lado el McDonald´s de enfrente es un local cinco stars.

Pero te llama lo grasiento lo cutre lo degenerado.

Te provoca como a un perro una perra. Perro perra qué más da.



Una doble de carne con triple de queso y mucha cebolla.

La sirve el dueño del local y cocinero. Te conoce bien

por eso nunca te habla: sabe que comes de incógnito que su producto

es para ti lo prohibido.

Que casi te pone cachonda comer en ese agujero.

Embadurnada de mostaza y ketchup

consumes cien servilletas para limpiarte los morros.

El postre lo traes de casa: un óvalo sinuoso y perfecto

de pintalabios rojo pasión tras un tiro en el lavabo unisex

y con las gafas de sol bien caladas más un pañuelo que casi te tapa la cara

te vas, sin más.

Es este regusto por lo incógnito lo que te hace repetir.



Al camarero dueño cincuenta pavos sobre la barra:

diez por la hamburguesa cuarenta por su silencio.

Jamás dirá que eres una buena clienta y esa discreción tiene un precio.



Nueve estaciones de metro después estás con tu contacto en el lounge

del local más de moda de todas la modas.

Negociando algo que está entre la fuga de capitales y de cerebros:

es la competencia y en ocasiones hay que aliarse con el diablo

cuando las ganancias son grandes.

Aquí, serán enormes.



Hay que armar una guerrilla de hambrientos para que derroquen a su gobierno.

Otro país africano sin más trascendencia que sus minas.

(Ya colocáis vosotros las antipersonal.)

Podéis ganar una fortuna con el control de esas materias primas:

la primera empresa explotadora os pertenece a partes iguales.

Nadie puede imaginar tal acuerdo porque ante la prensa sois enemigos.

Acérrimos. Y por esto funciona el acuerdo.

Y por las doce empresas interpuestos entre aquella y vosotros. También,

alguna ONG.



Tu presidente te ha pedido el favor de negociar esta causa

a cambio de cinco cifras en concepto de horas extraordinarias.

Más un plus en acciones.

No adivina que lo hubieras hecho gratis pues la manipulación y la conspiración

te ponen casi como el sexo con extraños en lavabos.

O las hamburguesas grasientas.

O un peta de buena María sin radio maría.

O una raya de nieve.

Lo hubieras hecho gratis pero si te pagan estás dispuesta

a tirarte al gandul que tienes enfrente:

otro madurito tierno de cuarenta y tantos con pinta de estar deseando

engañar a su mujer.



Los casados son tu presas más fáciles: siempre tienen hambre.

De sexo.



Con la posesión de las minas controlaréis el precio del mineral.

Obvio.

Y el dinero caerá como lluvia por la chimenea de vuestras casas calientes.

Si fuera necesario, quemaréis billetes para no pasar frío.



Acordáis setenta millones para armamento y treinta para sobornos.

Un precio justo.



Algo más caro fue desestabilizar oriente medio, pero aunque tarde

arrojó dividendos: las acciones acumuladas en petroleras se triplicaron.

Como el precio del crudo.

Todos contentos.

Salvo el resto: los millones de pringados que sin saberlo os están sirviendo.

El camarero con su infusión de güisqui con menta que ha tenido el descaro

de mirarte las piernas; los seguratas del metro que te han desnudado;

los viajeros adormilados del metro; los invasores que te ocupan la calle;

el chef grotesco de las hamburguesas; incluso, también la becaria:

la de las tetas bien puestas.

Todos os pagan cuando consumen petróleo. Como el resto,

son ciudadanos hidrocarburo.



Dos horas y cuarenta cinco minutos de arreglos y apaños que serán clandestinos

ya te has librado del madurito aburrido. Y estás oliendo la piel de un nuevo Vuitton.

Zambullida de lleno en la zona de compras más chic vas a gastar algo de calderilla.

Para celebrar estos nuevos acuerdos extraoficiales que te harán aún más rica.

Poderosa y temible.

Todo te lo gastas en ti y no sabes ya qué capricho darte.

Será hoy este bolso de cuatro mil seiscientos pavos y unos guantes de quinientos noventa.

Un regalo. Dos.



Par de fruslerías con las que llegas a casa. Dentro del nuevo bolso

un Häagen Dazs; también eres adicta a los helados pijos.

Tras la puerta blindada de tu vivienda esparces por el suelo lo que te sobra:

zapatos medias traje chaqueta blusa.

Con la ropa interior estrenada del día te arrojas a los brazos

de un sofá alcántara y piel flor. Con alguna mancha sospechosa y varios cojines.

Entre tus piernas uno malva entre tus brazos otro vainilla entre tus manos:

helado Yogur Griego & Caramel Passion con Arándanos silvestres y Top de chocolate.

Pura delicia multicalórica que luego quemarás en tu bici de spinning.

Has decidido prescindir del gimnasio por su peste a sudor.



Cuarenta minutos hoy más veinte de cinta y estás metida en la ducha.

Tras ella comienza tu transformación, se ilumina el teléfono rojo:

a partir de las veintiuna horas despierta tu otra agenda de contactos.

La escondida que pocos conocen es la que te da la vida. O lo contrario.



Tus pretendientes recurrentes tus locas amigas tus deseados camellos.



Mientras en las noticias del televisor la oposición critica con torpeza al gobierno,

se arrojan bombas en Kabul y se mueren de hambre en áfrica,

tú preparas el plan para hoy: no será muy diferente al de ayer ni al de mañana.

Una cerveza de trigo negro, una raya de nieve blanca y dos naranjas naranja

son tu cena y tu despertar.

Otro tiroteo en Texas, el terrorista que se inmola en el centro de Roma,

una nueva y desconocida epidemia, la reducción del poder

-¡lo llaman poder! te mofas- adquisitivo de las clases medias

-¡qué sabrán ellos lo que es el poder desgraciados! te respondes-,

el aumento de la mortalidad infantil en Yemen o la miseria en las aldeas de India

no frenan tu subidón. Al contrario:

sabes gracias a este catálogo de desgracias noticiables

lo high very high que tú eres y estás. En estos momentos

ultrahigh. ¡Y a por todas!

Y todos.



Son las diez y has cambiado tu traje disfraz de chaqueta por otro real de golfa.

Aunque eres más golfa cuando eres vicepresidenta que cuando pareces golfa.



Con chismes y chistes te partes la caja con tres amigas en torno a una mesa

llena de copas. Ya estáis lanzadas y hoy será otra noche loca.

Grandes y oscuros los baños de este local, alguno te la meterá en la boca.

¿O será al revés?



Ignorando lo bien armada que estás descubrirá por la fuerza

¿de las cosas?

un nuevo placer al ser empalado por otra.

Y abrirá los ojos como sombrillas cuando lo claves contra la pared.

Agarrado por delante y por detrás para cuando quiera escapar, ya no podrá.

Esta es tu verdadera arma secreta.

Por ella lo haces en cuartos oscuros de muchos locales.

No conoces con quién ni quieres saberlo.

No sabrán de quién vino aquella sorpresa, ni querrán contarlo.



Entre copas sorpresas rayas risas te has pasado cinco horas por el inframundo.

Sí que es este tu mundo perfecto: el lugar donde te sientes, y pierdes,

más dentro.



Un taxista negro te deja en el portal de tu casa, otro barrio Salamanca cualquiera

ideal para guardar las apariencias y que todo sea como se ve.

Desnuda te tiras sobre la cama y aunque sucia, te sientes viva. Tal vez por esto.



Te zumban los oídos como panderetas antes de caer en otro coma profundo.

Soñarás con tu vuelta al mundo, otra, descubriendo zonas de la tierra

donde te quedarías para no volver.

Tal vez en una selva de Madagascar, salvando focas en Laponia,

cuidando crías de oso en Kamchatka, abriendo pozos de agua en aldeas africanas,

ayudando a los demás en Pakistán.

Soñarás con cosas sencillas en una humilde morada donde abunden los abrazos

a cambio de nada.

También, sí, también, caerá algún beso de regalo que no pedirá la vuelta.

Soñarás con que eres la mujer al completo que tu mente reclama.

Con que tu hombre anda cerca y dos niños dan patadas, a un tercero.

Sin lujos ni excesos sin presas fáciles para esa vida que llevas de tiburón.

O tiburona.



No puedes dejar de mirar a los niños machacando la cara del otro,

rompiéndole la nariz y los dientes, reventándole los ojos:

la crueldad del mundo dibujada en la infancia. No tienes sueño sin incluir pesadilla.



Te despiertas sobresaltada en ese instante:

cero seis quince y suena la alarma.

Y radio maría en el despertador y le das una hostia.



Hoy también llueve en barrio Salamanca.








© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

domingo, 10 de enero de 2016

YES THEY CAN


YES THEY CAN´T







Ay si Pudiéramos o Pudiésemos, o Pudiesésemos…

Todos haríamos algo.

Grande regular pequeño está por demostrar. Llegado el caso,

ya se verá.




Y desde las nuevas tribunas de cartón

donde inocentes teleñecos se disfrazan de Nueva Política

también daríamos un discurso.

Que comenzando suavemente como una nana susurrada al público

terminara como iracunda soflama arrojada al gentío:

muchedumbre maleable o chinchetada o enrabietada o, simplemente, con hambre.

De venganza.




Si yo Pudiera o Pudiese o, por qué no, Pudiesese,

repartiría piedras entre los pobres para lapidar a los dueños,

del capital y la tierra;

látigos entre los jóvenes para azotar a los rancios gobernantes,

dueños de la libertad y la ley;

fusiles entre los viejos para renacer el espíritu,

de guerra.




Y armado ese pueblo de resabiados arrasaríamos Ferraz y Génova

sin otro afán que el de la tabla rasa. Para los muy campechanos:

la matarrasa.




Sin otro objetivo que disparar y aniquilar al objetivo porque,

ahora sí al fin de este principio de precipicio,

ha llegado nuestra hora que no es otra que la hora de la revancha.




Y con la bayoneta clavada en el reloj de la Puerta del Sol,

serían veinticuatro horas

del gran salto hacia el asalto.

Atrás.

Dad marcha atrás al carrillón. Subid la bola de fuego.

Forzad las agujas hasta la hora convenida que vamos a celebrar otro año nuevo.

A conveniencia porque nos da la gana.

Alzad las copas desgraciados que os llenaremos el buche con Monster y Red Bull.




Quemad el sándalo rociaros con O´ De Patchouli Essential Oil.

O Loewe o Chanel o Carolina Herrera las más modernas.

Restregaros contra el que tengáis al lado.

Entonad la marsellesa que es el nuevo canto de los loros:

venid, venid aquí todos los hipsters las lesbianas los modernos forrados de plumas arcoiris.

Los maricones orgullosos los yayoflautas más furiosos.

Venid a este punto de encuentro e inflexión,

que aquí estamos, en la tribuna,

vuestros hermanos con los pies descalzos.

Solo para que nos los beséis.




Ay si yo Pudiera o Pudiese, o Pudiesese incluso, qué no haría

de lo que no me arrepintiese.

Pero no os desanime este lamento, vecinos vuestros,

porque ellos




Oh Yes,




Ellos Sí Can.













© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

31/12 FUN FUN FUN


31/12 FUN FUN FUN







Ya ves mi forastero aquí nos vemos.

Hemos vuelto a las andadas.




A desandar lo andado a retroceder a mirar al pasado a revolcarnos como marranos.




A no querer lo que tú quieres ni tú mirar donde yo busco ni…




Por no saber dónde encontrarnos, a desencontrarnos.




Y así, también, a desliarnos. A basta ya de tanto mezclarnos.

A, mira qué alivio, desenroscarnos y, ya que estamos, liberarnos.




Qué poco nos falta qué bueno será qué necesario; lo de olvidarnos.




Ya ves, qué bien qué lindo está saber por fin que aquí,

en este punto rojo de encuentro para los perdidos

no seguiremos.










© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

OTRO DÍA






OTRO DÍA







A la vista de esta niebla densa este cielo ausente

esta humedad de espanto este frío garrote.




Este silencio en las calles estas gentes abstractas estos rostros de piedra.

Estos labios cosidos estos ojos perdidos.

Este interminable desfile de solo protocadáveres.




Este no saber qué hacer ni adónde ir ni para qué ni con quién.

Ni si vale la pena volver.

Podemos decir, hoy también y sin temor añejo a equivocarnos

que hoy, sí hoy,

será otro día perfecto.








© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

POLISATURADAS






POLISATURADAS







Se preguntan las chismosas en sus círculos de cafetería,

repletas de bollos repletos de crema repletos de azúcar,

qué empujó a la muchacha de los ojos tan grandes como tristes

a arrojar la toalla.

A saltar del cuadrilátero donde aquellos que la malquerían

sin descanso la castigaban;

con toallas de algodón y agua veloces contra la piel

para no dejar pruebas de su tortura.




Por trece años una bruja déspota por ocho un amor sin consuelo.

Por siempre un vacío, uno de esos, que no tiene remedio.




Se preguntan por curiosidad se responden solo por hablar:

no interesa la verdad. Están ahí para chismorrear.




Y mientras ellas se empapuzan con grasas saturadas

la muchacha de los ojos tan grandes como tristes abandona,

para siempre por su bien,

esta ciudad.




Suelto el pelo las ataduras las mordazas.

Corre calle abajo lejos muy lejos

libre de compromisos de culpa de todos. De recuerdos

Libre al fin,

de cuanto la saturaba.







© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

EL CÁLCULO



EL CÁLCULO







Pensándolo bien, reescribiremos algunos capítulos de nuestra historia

para sentirnos algo mejor; que no del todo que ya es tarde para remediar el mal

o reparar este jarrón roto.




Con tinta, ahora invisible, anotaremos párrafos de soluciones

sobre aquellas hojas de preguntas sin responder.

Dando por hecho que años más tarde hemos aprendido algo

y nos ha servido el tiempo vivido.

Nada será cierto ni falso solo probable.




Pasaremos de esos anacolutos a estas incertidumbres.

Un avance para los más despiertos.

Una hazaña para los lerdos.




Y dejaremos claro que no hay nada que tan solo vamos tirando.

Saltando corriendo trotando tropezando.

Sí, de nuevo; que no hay nada nuevo que es como siempre lo de siempre:

cayendo. O recayendo.




Este, es el verdadero paso por nuestro tiempo.

No dejaremos huella solo un borrón.





Y cuenta nueva.






© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

lunes, 4 de enero de 2016

SHE&HIM









SHE&HIM








Amanecen otra mañana los estúpidos hombresmujeres del nuevo tiempo.

Asomando el sol por el perdido norte que orienta estas cuadrillas

de gobernantes infantiles como juguetes y ridículos como reyes

en paños menores,

proyecta sombras de corto alcance

suficiente

para quienes no ven más allá de sus narices.

Salpicadas con los granos de la ira y el resentimiento

estallan como pus todas sus venganzas.




Cuarenta años aguardando nada menos

para ajustar las cuentas.




No habrá perdón. Solo queda la revancha.




Hoy es el momento sí, el tiempo nuevo

donde lo hortera se hace estilo y lo incomprensible carne:

carne de reinona hecha presidente

de presidenta disfrazada de reynillo.




Ha llegado ese momento digno de olvidar

donde los aupados al poder por las papeletas de la rabia

tornarán lo rojo en fucsia lo amarillo en purple rain.

Lo azul será prohibido, teñirán mar y cielo de arcoiris,

y el rosa cubrirá el papel de los billetes.

La impronta, la importancia de la impronta.

Van a imprimirnos con su impronta de flipados por el trono.

Nuevo viejo trono en manos de novatos alucinados por flashes y titulares.

Encandilados por una primera plana o los focos de un plató.

Hambrientos, también hambrientos, de fortuna y gloriosa gloria.

Por qué no. Todas las bondades se han de repartir.

Las maldades ya se hicieron.




Es la hora del disparate que torna original al moderno.

Del despropósito para ser auténtico.

Del absurdo que los diferencie a los demás.

De la paranoia gobernante huyendo de su propio rastro

como quien se libra de fantasmas. Su pasado es su enemigo.

Su presente es el nuestro. Archienemigo.




Estamos ya en la hora, maldita hora, que no dejará cabeza sobre hombro

en el campo yermo de los vencidos.

Donde colgarán con la horca de la verdad más verdadera a los discordantes.

Y será una fiesta regada con agua de rosas y pétalos de meiga.

Vino de pomelo y frutas escarchadas.




En pelotas bailarán todos los pelotas, que sí son todos los que están,

y harán con su política otro akelarre.



Esta vez no nos pillará dios confesados:

a él también lo desterraron.









© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

domingo, 3 de enero de 2016

NININOW



NININOW







Tronaba AC-DC contra los vasos de güisqui donde una piedra de hielo

era el límite de agua que separa a los niños de los hombres.

Con las guitarras de Led Zeppelin y los aullidos de ASIA

ellas movían el culo apenas tapado por una breve falda de cuero y unas medias desgarradas. Cool Stevie Wonder.




Era lo moderno ser hostil con las normas establecidas y las costumbres

adormecidas.




En aquel tugurio de poca luz y muchos decibelios la costumbre 

era fumar. También tabaco pero más de lo prohibido. 


Trompetas de rubio y chocolate pasaban de boca en boca

donde tras reventarse los pulmones con una calada inmensa

saltaban a otros labios húmedos de alcohol secos de emociones fuertes.




Al segundo peta tercera copa cuarto disco ellos los más machos

del barrio de machos y ellas las más fulanas del barrio de santas

buscaban el encuentro donde terminar revueltos.

La suya era ese tipo de vieja revolución que solo busca sexo

por estar también en aquel rancio montón de lo prohibido.




Y lo que comenzaba como un festín de lenguas terminaba

salpicando las paredes de semen y gritos. A veces sangre.

Era el submundo de los adelantados a su tiempo.

De las emociones fuertes de los saltos al vacío para estar llenos.




Al tiempo, por Calle Prudencia desfilaban en santa ingenuidad

aquellos que aún cargaban mochilas de libros a la espalda:

otra procesionaria de exámenes por superar aguardaba

a este sumiso puñado de luchadores. O doblegados.

Beatos onanistas reprimidos por esas normas y costumbres

imposibles de quebrantar por los sin espíritu rebelde. O joven.




De cuando en vez, en el tumulto de los adelantados

algún intercambio de fluidos falto de control

arrojaba un saldo de embarazo positivo.

Tres rayas encendían la señal de alarma

después de que otro montón de rayas blancas

hubieran encendido todas las señales de la mente perturbable.

Nada que otro imprevisto viaje a las lóbregas clínicas privadas

del esquivo Londres semioculto no pudiera remediar por un puñado

de libras.

Costoso rápido sin jet lag. Silencioso.

Otro paseo por las nubes en asientos de segunda clase

para las clases con problemas a resolver fuera de casa.




Esas heridas del cuerpo el tiempo las cura. Las del alma…

Las del alma también que olvidar es de sabios y superarse

de combatientes.




Y el tiempo, ese mismo tiempo hizo más tarde de aquel batallón

de temerarios y chulos otro ejército de esclavos.

Tornando en dependientes los que agresivamente buscaban justo lo contrario.



De aquellos rebeldes por convicción hoy queda una muchedumbre

de perdedores sin conocimiento azotados por el látigo del capital.




En sus puestos de mando los beatos de las mochilas con libros.

Junto a ellos las mojigatas de boca cerrada y piernas juntas

aguardan tal vez su oportunidad. De ayer y hoy.



Preparados, titulados, opositados, los burlados por los viejos porretas

del sexo rápido y el rock and roll acelerado, redactan nuevas normas

en sus despachos de gobierno. Toman decisiones no tan difíciles

como revancha contra el sonrojo de aquellos años

de mofa entre coetáneos.




Con satisfacción y orgullo

desde sus oficinas de cristal lanzan en puntas de flecha miradas de curare

sobre una masa abigarrada y sucia

de obreros agotados. Maldicientes, negros de hollín y desesperación.

Sin ganas de sexo, sin dinero para güisqui y porros. Sin tiempo

para el rock and roll.




Las holgazanerías de ayer los sacrificios de hoy. Las alegrías de entonces

los lamentos de ahora: perdedores por decisión propia

rumian su mala suerte y votan socialismo o muerte.

Arrojando esputos de odio contra esos que ahora mandan, deciden,

se burlan, viven.




No los alcanzan: por los cristales doble pared antivandalismo

resbalan hacia el suelo los salivazos de veneno y hiel.




Peinan canas y calvas los desdentados hijos del rock & porro.

Rascan huesos y crían malvas los muertos hijos del rock & jaco.




Con las tetas ajadas de parturientas sobreexplotadas rozándoles el ombligo

limpian escamas en el mercadona; engordan sus culos de cajera desencajada

en el carrefour; reponen estanterías en el lidl o friegan con máquina y aburrimiento

en el beeme, las fulanas hijas del sex & vodka.




Apenas dos décadas después de las dos primeras de vida lujuriosa y licenciosa,

nunca licenciadas,

son apenas un preludio de la vida de pobres desgraciados cautivos que paciente

les aguarda como la muerte.




Solo la suerte de una buena quiniela o un partido indecente

remediará lo irremediable.

No pare el bombo décimos con premio para tantos sin fortuna.

Queda la desesperación la apatía el aburrimiento el agotamiento

el futuro escrito con letras de humo: negro neumático quemado en una autopista.

En inútil huelga que os mandará a todos la calle.

Queda perder o mal perder. La ruina o la derrota la resignación o la ira.




Queda la vana ilusión del camino fácil de los atajos hacia algunas metas.

Del golpe de suerte del reparto quizás injusto de la riqueza.

De las recompensas solo por estar en ese mismo tiempo lugar o espacio.




Pero en tanto no llega ese cambio gratuito queda el güisqui con mucho hielo

que es más barato y protege un hígado casi triturado.

Queda el humo de todos los porros para no ver el camino

que no será sino más de lo mismo:

riera de piedras espinas clavos para sus pies descalzos.










© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

BIG SMALL QUESTION



BIG SMALL QUESTION





Si la tecnología engendra nueva tecnología


¿Quién es el padre de la criatura?







© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

OFF: LONG PLAY



OFF: LONG PLAY







Por qué corro como un necio cada noche hacia el absurdo fin

de otro absurdo día al fin,

es algo que muchas veces me pregunto.




Sin ganas de escuchar ni oír mis estupideces

mis excusas mis razones mis sinrazones

acelero y dejo atrás toda posibilidad

de solución.

De redención de reparación. De reacción:

en el stricto senso de rehacer

la misma acción. Pero bien

en esta nueva ocasión.




Y acelero otro tanto y cada vez está más cerca el negro telón

de borrón y fin de fiesta.




Y no aprendo de los errores y no evito los tropiezos ni salvo situaciones.

Y no mejoro solo me desgasto.

Y acelero otro y otro y otro poco. A poco a poco.

Homúnculo soy, al cabo.



En un intento, probablemente vano, seguramente sano

y que está en mi mano,

de contra el duro negro, ese telón,

estamparme rápido.




Y así sólo así

arreglarlo todo.






© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

A TODA VELA



A TODA VELA





Siempre nos quedará el sendero aquel del bosque donde entre tus estupideces

y las mías

montamos una comedia con nuestro futuro en alza.




Todo a favor viento de espalda cuarenta nudos a toda máquina.




Bastó un amago de tormenta para que la comedia fuera una sátira:

qué carcajadas tan ácidas desde aquella rasa mañana.

Rachas incómodas soplando por el costado.




Y la mañana se hizo noche porque asustado

el sol por el horizonte huyó rodando.

La sátira se hizo drama viento de cara.

Malo para seguir avanzando idóneo para sentirnos vivos

y que hay algo más al otro lado.




Sí, tal vez donde el horizonte nos da de lado.




Partamos sí, cariño, ¿cariño? Partamos.




Pero esta balsa por la mitad y quédese cada uno con su pedazo.

Troceemos a voluntad este naufragio antes de que sea él

el que nos haga pedazos.




Hagamos sí cariño, ¿cariño?, hagamos

de esta derrota una última victoria.



Pero al menos hagamos algo.








© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

CAMPO CONTRARIO



CAMPO CONTRARIO







El hombrecito gris de los 1001 espantos

ha convocado a los sufragistas para una votación urgente.

Quiere todo su apoyo, dice, a cambio de plena dedicación,

piden.




Tras un largo debate de sordos y muchedumbre vacía

la conclusión es una y por siempre señor jamás:

botemos a este, que nos aburre, sobre la cancha de lo cotidiano

para darnos una alegría y crucémonos luego de brazos.




Anotado queda en campo contrario

todo el discurso del homblesito enano;

ésto no por tamaño sino descerebrado.




¿Y después?




Al corro de la patata todos cogiditos de la mano,

mi hermano.




¿Y mañana?




Lo mismo.

Habrá otro tonto ansioso por ocupar el cargo.









© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

REFRANERO SABIO



REFRANERO SABIO





Senso estricto

es tan cierto el modelo teórico de que no hay nadie imprescindible

como el dato empírico,

stricto senso,

de que hay una gran masa prescindible.







© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

RAZÓN SOCIAL



RAZÓN SOCIAL




Desde que me mudé al barrio mediocridad

vivo en un estado catártico.

Ojiplático y atávico soy ahora un ser monotemático.

Flemático cuando he de resolver rápido.

Apático cuando debo ser simpático; a veces,

rozo lo parasimpático:

el que milita en filas mercenarias

en lucha contra la amabilidad y el humor mágico.

Secuestro nobles intenciones

amordazo sonrisas

torturo alegrías infantiles.



Sí, y qué.

Lo hago por placer. Después, después también.



Aquí,

engrilletados los pies a la espantosa masa informe de la vulgaridad

no hay sitio para los románticos.

Y del mismo pesebre donde hozan los asnos comen los selváticos.



Es en esta gruta-casa de de los incompetentes y los necios

donde quedan pocas esperanzas de que,

por alguna razón inesperada o peregrina

se cuelen los rayos del sol de un cambio:

pirético mediático fantástico.

Qué más da si resulta errático esperpéntico estrábico lunático.

Pero cambio al fin, y al cámbico.



Desde que me mudé al barrio mediocridad

vivo en un estado hipnótico

cianótico metastásico afásico catapléjico traumático agónico.



O no estoy donde debiera

o si lo estoy yo no quisiera.






© CHRISTOPHE CARO ALCALDE