SHE&HIM
Amanecen otra mañana los estúpidos hombresmujeres del nuevo tiempo.
Asomando el sol por el perdido norte que orienta estas cuadrillas
de gobernantes infantiles como juguetes y ridículos como reyes
en paños menores,
proyecta sombras de corto alcance
suficiente
para quienes no ven más allá de sus narices.
Salpicadas con los granos de la ira y el resentimiento
estallan como pus todas sus venganzas.
Cuarenta años aguardando nada menos
para ajustar las cuentas.
No habrá perdón. Solo queda la revancha.
Hoy es el momento sí, el tiempo nuevo
donde lo hortera se hace estilo y lo incomprensible carne:
carne de reinona hecha presidente
de presidenta disfrazada de reynillo.
Ha llegado ese momento digno de olvidar
donde los aupados al poder por las papeletas de la rabia
tornarán lo rojo en fucsia lo amarillo en purple rain.
Lo azul será prohibido, teñirán mar y cielo de arcoiris,
y el rosa cubrirá el papel de los billetes.
La impronta, la importancia de la impronta.
Van a imprimirnos con su impronta de flipados por el trono.
Nuevo viejo trono en manos de novatos alucinados por flashes y titulares.
Encandilados por una primera plana o los focos de un plató.
Hambrientos, también hambrientos, de fortuna y gloriosa gloria.
Por qué no. Todas las bondades se han de repartir.
Las maldades ya se hicieron.
Es la hora del disparate que torna original al moderno.
Del despropósito para ser auténtico.
Del absurdo que los diferencie a los demás.
De la paranoia gobernante huyendo de su propio rastro
como quien se libra de fantasmas. Su pasado es su enemigo.
Su presente es el nuestro. Archienemigo.
Estamos ya en la hora, maldita hora, que no dejará cabeza sobre hombro
en el campo yermo de los vencidos.
Donde colgarán con la horca de la verdad más verdadera a los discordantes.
Y será una fiesta regada con agua de rosas y pétalos de meiga.
Vino de pomelo y frutas escarchadas.
En pelotas bailarán todos los pelotas, que sí son todos los que están,
y harán con su política otro akelarre.
Esta vez no nos pillará dios confesados:
a él también lo desterraron.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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