CAEUROPA
Más de dos mil años de luchas parecen no haber
sido suficientes
para aprender en nuestra parte del mundo:
pequeño, accidentado y desigual territorio. Antropizado
y troceado.
Con dolor siempre quebrado.
Por clanes de primates que se ofuscaron en la
evolución hacia lo humano.
Hoy deshumanizado.
No fueron suficientes los millares de guerras
ni los millones de muertos.
De alianzas de pactos de tratados de traiciones
para aprender la lección más simple de todas:
no confíes en el extraño.
Menos cuando el extraño pasa por hacerse tu
amigo,
y convertirse por la sangre en tu hermano.
Por la sangre derramada de la espada y no la
sangre heredada de hermanos.
De sangre.
¿Será que es tu hermano tu primer contrincante?
¡Competidor despiadado por el mismo trozo de
carne!
¿Será que no podemos vivir por la envidia y sin
ella?
Que no somos capaces de unir nuestras fuerzas
y rabia y armas
para derribar al tirano.
Nosotros, que cuando esto vemos en sitios
lejanos nos frotamos las manos,
y reventados de vanidad y de orgullo pensamos:
¡Somos el faro y el ejemplo del mundo!
¿Será que siempre hay un tirano porque lo
necesitamos?
Será que no hemos aprendido nada.
Se desangra y descompone y marchita y se apaga
y se pudre hoy Europa.
Sobrepoblada como está de muertos vivientes:
caminantes fantasmas deambulando por una tierra
que entierra a millones de víctimas.
Hay en Europa más muertos que vivos.
Los unos porque enterrados y asesinados están.
Los otros porque vivos, asesinados también.
Han clavado los déspotas nuestras almas en la
puerta de cada casa,
tosco recordatorio de que escapar no podremos.
Ya no somos dueños de nuestra vida.
Menos aún del futuro:
Entregado al diablo por unas monedas de plata
acuñadas con el reverso especial de cada casa.
Para sentirnos cómodos, y como en casa. Ajena.
Todo en aquel tiempo en que nuestros sueños
eran de oro.
Hoy nos pesa aquel trato como plomo,
y hemos perdido en el trueque la ilusión la
libertad y la vida.
Cayó Europa en su trampa de pensarse el centro
de la tierra.
Olvidó la deriva continental. Y espiritual y
militar. Y comercial:
la más autócrata y agitada de todas.
Ha quedado esta década, y la anterior y la
siguiente,
en una década perdida. Y la anterior y la
siguiente.
Llenamos de universidades las cabezas de los
herederos
y de trabajo las manos.
De promesas imposibles, de recompensas
posibles.
De la mentira de un futuro siempre mejor.
Cayó el telón de esta farsa, a la vista de
todos los hilos de todos los títeres:
esos que parecen ser los gobernantes de todos. Marionetas
a favor de unos pocos:
manejados por una nueva promoción de
centuriones,
aprendices de Calígula en los mejores College
de psicópatas.
Y los sátrapas del momento vestidos con traje
de finanzas
han burlado los controles del controlador
interesado. En no controlar el origen
y destino del poderoso dinero.
Para decir que ya estaba todo controlado.
Pero somos el público el que ha pagado la
entrada para ver este sombrío espectáculo,
que nada tiene que ver con el programa
anunciado.
Y tras el primer acto de chirria y fanfarria
rápido un golpe de teatro, antes lo llamaban de
estado,
nos ha clavado a la butaca.
No saldremos de aquí con vida.
Nos devoraremos los unos a los otros
antes que unirnos contra el poder que nos metió
en esta trampa.
Infelices espurios, no darnos cuenta de que en
el libreto ya estaba escrito,
abajo con letra pequeña e idioma distinto,
que el sueño del bienestar produce esclavos.
Desdichados europeos que hoy deshonráis a
vuestros padres,
y a los padres de los padres de los padres.
Todo cuanto ellos lograron os ha sido arrebatado.
Sumidos en el sopor amable de la vida acomodada
dejamos que nos drogaran con la pastilla azul.
Y en busca de la felicidad perfecta y perpetua,
nos hemos vuelto vagos y débiles.
Insaciables buscadores de una hedonia y un
placer permanente.
Consumidores compulsivos de videojuegos e
irrealidad virtual.
De tratamientos para la belleza exterior y prevención
del dolor.
Sobreprotegidos por leyes infantiles e
insensatas.
Embelesados con la nana diaria de la buena
noticia: qué fortuna vivir donde estamos. Peregrinaje de otros pueblos ya
desahuciados.
Hoy nos queda reparar nuestros errores, por
exceso de confianza.
Pero hacerlo, una vez más, llevará
generaciones.
Nuevas castas sociales surgen por doquier:
parados despedidos hipotecados morosos
endeudados excluidos olvidados condenados todos esclavos.
Trabajadores forzosos necesarios para mantener
a los nuevos monarcas.
Tendremos que reabrir los talleres de humo ruido
y grasa.
Con menos tecnología punta y más maquinaria
pesada. Anticuada.
Resucitaremos el estajanovismo el sudor con
hollín las manos de tinta.
La falta de seguridad y sin higiene en el
trabajo.
Volveremos a las jornadas de catorce horas por
un mendrugo de pan.
A los calcetines de agujeros y los zapatos sin
suela. La sopa de patatas en la cazuela.
Los hijos sin universidad los padres sin
felicidad.
Los pisos pequeños la calefacción de carbón. Las
gallinas en la habitación.
Nada de hacer el amor, el sexo para los que les
sobra tiempo.
Será nuestro mayor sueño volver a las fábricas porque
ya no se ven en Europa.
En esta Europa en vías de subdesarrollo.
Dejamos que las llevaran en busca de una mano
de obra barata. Inculta y no cualificada. Sin exigencias ni derechos.
Para poder comprar nosotros un producto barato.
Y aquellas mercancías baratas hoy nos han
salido muy caras.
Caeruopa en manos de la fina ingeniería
financiera.
Que tapa sus vergüenzas con elegantes trajes de
marca.
Dueños son hoy de nuestro oscuro e incierto
destino.
Caeuropa otra vez una vez más. Pero esta no se
levanta.
No sé si por decepcionada, o agotada.